El domingo, 18 de marzo de 2018


 QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

(Jeremías 31:31-34; Hebreos 5:5-7; Juan 12:20-33)

Podemos notar que las lecturas de la misa hoy no hablan de arrepentimiento y sacrificio como en la primera parte de Cuaresma.  Estas lecturas presumen que nos hemos preparado suficientemente para acompañar a Jesús por su muerte ardua y su resurrección gloriosa.  En un sentido estamos como los griegos en el evangelio que quieren ver a Jesús.  Ellos constituyen un signo que la etapa final de la obra de la salvación ya puede comenzar.  Nosotros queremos vivir de nuevo el misterio de la salvación para ser sus beneficiarios.

Jesús da una parábola para indicar lo que está para tener lugar.  Dice que su muerte producirá la vida en abundancia como la semilla desbaratándose en la tierra produce mucho fruto. Para entender lo que significan estas palabras recordémonos lo que dijo el sumo sacerdote Caifás anteriormente en este Evangelio de San Juan.  Cuando los judíos debatían en el Sanedrín que hacer con Jesús, Caifás declaró: “’… es mejor que muera un solo hombre por el pueblo y no que perezca toda la nación’” (Juan 11:50).  Esto no fue la opinión de un fulano sino el anuncio de parte del representante de Dios más alto en el pueblo judío.  A lo mejor Caifás no se dio cuenta cuan verdaderas fueran sus palabras.  No obstante, muestran lo que Dios ha ordenado por el mundo.  Dios quiere que Jesús dé su vida para que el pueblo judío y, en torno, toda la humanidad tengan la vida eterna.

Si somos como los griegos que dicen que quieren ver a Jesús, también somos como Jesús mismo cuando dice: “’Ahora…tengo miedo’”.  Jesús tiene miedo por el sufrimiento atroz que va a aguantar.  Se indica el dolor en la segunda lectura de la Carta a los Hebreos.  Dice: “A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo…”  Por supuesto, es la ordalía de su crucifixión que se refiere aquí.  Seguramente hoy en día tal castigo sería considerado como tortura inhumana. 

¿De qué tenemos miedo nosotros?  Cada uno tiene su propia historia.  Pero creo que muchos tenemos miedo por nuestros seres queridos que no más siguen el camino de Jesucristo.  En cambio de la esperanza para la vida eterna, ellos quieren procurarse las recompensas del mundo corriente.  Dejan de recibir los sacramentos. A su extremo sólo buscan el placer mientras evitan toda responsabilidad.  Particularmente hay causa de miedo si nuestros queridos se encuentran en la segunda categoría.

Y si decimos con Jesús “Ahora…tengo miedo”, también diremos consigo, “Padre, dale gloria a tu nombre”.  Esto es tanto un compromiso de parte de nosotros por Jesús como es una petición de Jesús por nosotros.  Pues Dios es glorificado cuando hagamos obras buenas por los demás.  Dios es glorificado, por ejemplo, por Doña Carmen que pasa todos los martes visitando a los enfermos de un hospital en Puerto Rico.

En la primera lectura el profeta Jeremías cuenta al pueblo de Jerusalén que Dios va a hacer una alianza nueva con ellos.  Dice que la alianza lo hará en un pueblo fiel a su voluntad.  En torno, la alianza nueva hará al Señor su Dios para siempre.  No más serán ellos laxos en llevar a cabo su compromiso al Señor.  Pues la alianza será escrita en el corazón de cada uno de modo que no pueda ser tomada a la ligera.  Esta alianza ha sido establecida por la pascua de Jesús que vamos a celebrar dentro de poco. 

Se dice que el Jueves Santo, el Viernes Santo, y el Sábado de la Gloria no son tres servicios distintos sino constituyen una sola celebración.  Juntos el servicio de los tres días presenta de nuevo la historia de nuestra salvación del pecado y la muerte.  Qué comience pronto.  Qué realicemos una vez más la victoria de Jesucristo por nosotros.  Qué sea escrita en nuestros corazones para que nunca busquemos solo el placer y evitemos toda responsabilidad.  Qué realicemos pronto la historia de nuestra salvación.

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