El domingo, 11 de marzo de 2018

EL CUARTO DOMINGO DE CUARESMA

(II Crónicos 16:14-16.19-23; Efesios 2:4-10; Juan 3:14-21)

"El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla".  A lo mejor todos hemos oído este dicho.  Se usa para motivarnos a estudiar.  Pero a veces parece que no aprendemos nada por nuestros estudios.  Pues la historia del mundo puede contarse como una serie de caídas de la virtud a la ruina de la nación.  Ciertamente es el caso en la historia de Israel.

La primera lectura corre sobre la historia de la monarquía de Judá.  Dice que desde la división de Israel en los dos reinos, los judíos en el sur trasgredieron la Ley de Dios.  Según la lectura, los judíos se burlaron de los profetas que Dios mandó para corregir sus errores.  Por eso el Señor envió a los caldeos a destruir Jerusalén y llevarse a los habitantes a Babilonia.  Estuvieron como cautivos allá setenta años antes de que el Señor nombrara al rey de Persia a liberarlos.  Entonces volvieron a su patria con grandes ilusiones pero en tiempo cometieron los mismos pecados. 


No obstante Dios siempre se ha probado misericordioso con Su pueblo.  En la segunda lectura el autor se enfoca en Su gran compasión no sólo a los judíos sino también a los no judíos.  La Carta a los Efesios da testimonio a Jesucristo como el salvador de los dos pueblos.  Dice que Jesús ha liberado a los judíos de la esclavitud a la Ley como sistema represiva.  A los no judíos Dios les ha mostrado aún más misericordia.  Por Jesucristo se les han perdonado sus muchas culpas y los ha injertado en Su pueblo Israel.  Ellos ya tienen la misma herencia eterna como sus mayores en la fe. 
 
El pasaje evangélico hoy sirve como un resumen de las primeras dos lecturas.  Presenta a Nicodemo como el representante de los judíos.  Este hombre viene por la noche para aprender de Jesús.  Este detalle es significativo porque el evangelio asocia la noche con la maldad.  Como los judíos tanto después como antes del exilio en Babilonia, Nicodemo tiene que corregirse.  Jesús puede enseñar a Nicodemo porque es la luz que despeja las tinieblas.  Esta luz luce particularmente cuando se levanta Jesús en la cruz.  Por negarse a sí mismo sin quejas ni reproches Jesús cumple el plan de Dios Padre para salvar al mundo.   La persona, sea judío o no judío, que reconozca su muerte como el acto supremo del amor de Dios es salvada.  La persona que quede indiferente ante ella o se burlen de ella, queda en las tinieblas para siempre.

Vivimos en tiempos cuando la práctica de la fe cristiana está disminuyendo.  Particularmente los jóvenes no ven la necesidad de cultivar las virtudes cristianas, mucho menos asistir en el culto.  Más bien ven a muchos cristianos en los mismos errores de egoísmo y odio que caracterizan el pueblo judío en la primera lectura.  Otros no practican la fe por motivos más ordinarios.  Ven el propósito de la vida en ganar dinero para disfrutarse de las cosas que compre. 

Tenemos esta temporada de Cuaresma para fortalecernos en la lucha contra estas tendencias equivocadas. Queremos reenfocarnos en Cristo crucificado cuya luz nos indica el único camino a la salvación.  No es por la impaciencia con el progreso lento y mucho menos es por el consumo de cosas materiales que nos salvamos.  Más bien es por reconocer que hemos dejado su proyecto de amor y pedir su ayuda para recomenzarlo.  Pues sólo por el amor que niega a sí mismo somos fieles a Dios Padre y llamamos atrás a los no practicantes.  Sólo por el amor somos fieles a Dios.

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