El domingo, 21 de abril de 2019


Primer Domingo de Pascua

(Hechos 10:34a.37-43; Colosenses 3:1-4 [o I Corintios 5: 6b-8]; Romanos 6:3-11, Lucas 24:1-12)

Una vez muchos cristianos llevaban ropa nueva al Domingo de Pascua.  Si no tenían vestido o traje nuevo al menos se les ponían nuevo sombrero o corbata.  Los artículos nuevos reflejaban la creación nueva en la gracia que la resurrección de Jesús realizó en nosotros.  Ahora no practicamos esta costumbre como antes.  No obstante deberíamos reconocer cómo hemos estado preparados para un modo nuevo de vivir.  Podemos ver las acciones de las mujeres en el evangelio hoy como pistas de la vida nueva.

Las mujeres forman un grupo de al menos cuatro o cinco personas.  Van al sepulcro de Jesús “muy de mañana” como gente ansiosa a servir.  Quieren hacer una obra de misericordia: tratar el cuerpo de Jesús para un sepelio digno.  Por su acto bueno y comunal atenúan la desolación de su muerte.  Este tipo de amor en acción debería ser parte regular de la vida nueva de nosotros.

Sin embargo, cuando llegan al sepulcro las mujeres no ven las cosas como anticipaban.  La piedra ha sido retirada.  Más extraño aún, no está el cadáver de Jesús.  Entonces se les presentan dos ángeles anunciando que Jesús ha resucitado.  Las mujeres tardan a aceptar el mensaje.  Pero cuando los ángeles les recuerdan de las palabras de Jesús, lo dan su creencia.  Aquí está la segunda acción que vale nuestra imitación: la fe innegociable en la resurrección.

Como discípulos verdaderos de Jesús las mujeres no quieren guardar la buena nueva a sí mismas.  Tan pronto que lleguen del sepulcro, anuncian la resurrección a los Once y los demás discípulos.  Este anuncio comprende otra lección para nosotros.  Que nosotros no fallemos contar a otras personas la buena nueva de la resurrección de la muerte.

Desgraciadamente los hombres consideran a las mujeres como locas.  No les importa que entre ellas estén las mismas mujeres que les han apoyado desde la misión en Galilea.  Tampoco les importa que ellas hayan comprobado su afecto para Jesús por la atención a su cadáver.  Ellas encuentran no sólo el rechazo sino también las burlas.  Ésta forma aún otra enseñanza para nosotros.  Como las mujeres queremos ser firmes en la fe e insistentes en proclamarla.

Vivimos en una época cuando muchos no más creen en la resurrección de la muerte.  Aun si dicen que hay una vida más allá de la muerte, muchos no hacen nada para preparársela.  No oran ni buscan la justicia.  Más bien viven por gran parte para satisfacer sus propios deseos.  A esta generación nosotros tenemos que anunciar la resurrección.  Tenemos que superar la timidez para decirle que el resucitado nos ha cambiado.  Ya vivimos en conforme a él.  Y las tentaciones del mundo – sean el sexo fuera del matrimonio, la flojera de prestar la mano en una causa justa, o las estafas para acumular dinero – no van a desviarnos del camino a la gloria.

Hay muchos símbolos para la Pascua.  La mariposa significa la libertad de la muerte.  Los huevos pintados representan la vida nueva que está emergiendo.  La cruz con manto colgado de sus brazos especialmente me llama la atención.  Me dice que la muerte ha sido atenuada no por sólo un rato sino para siempre.  Me recuerda que Jesús ha resucitado a la gloria.  Y me llena de la esperanza de seguirlo.

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