El domingo, 21 de junio de 2020


EL DUODÉCIMO DOMINGO ORDINARIO

(Jeremías 20:10-13; Romanos 5:12-15; Mateo 10:26-33)


El diácono estaba en conflicto con el sacerdote de su parroquia.  Le escribió un email deplorando la falta de mencionar el racismo en la misa el domingo anterior.  Ciertamente al menos una súplica por las victimas del racismo estaba indicada.  Pues todo el país estaba en revuelto sobre la brutalidad de parte de un policía blanco hacia un negro.  El sacerdote respondió que no quería causar división en la congregación.  Uno se pregunta lo que diría Jesús sobre este motivo para mantener la paz.

En el evangelio Jesús dice a sus apóstoles que pregonen desde las azoteas lo que él les ha enseñado.  No quiere que sean tímidos sino abiertos.  Aun si les cuesta la vida, quiere que proclamen sus enseñanzas.  Advierte que sería mejor perder la vida por causa del evangelio que perder el alma para conservar el cuerpo.  Entonces tenemos que preguntar: ¿qué ha enseñado Jesús sobre el racismo?

No mucho, al menos en este Evangelio según San Mateo.  Sin embargo, podemos recorrer el Sermón del Monte buscando huellas de su planteamiento sobre el tratamiento de otros tipos de personas.  En el principio del Sermón, Jesús declara “dichosos” aquellos “de corazón humilde”.  Estos son personas que no promueven su propio bien o el bien de sus compañeros sino buscan el bien de todos.  La humildad era la disposición de San Martín de Porres.  Él sirvió a todos.  No pasó por alto las necesidades de los negros enfermos de su ciudad mientras atendía a los frailes españoles de su convento. 

En la segunda parte del Sermón Jesús reta a sus discípulos: “’Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen’”.  Desgraciadamente a veces los blancos y los negros ven a uno a otro como enemigos.  Hablan de “nosotros” y “ellos” como si vivieran en otros países.  Jesús querría que todos se refrenen de este tipo de discriminación.  Exhortaría el amor fraternal entre las razas. Como dijo otro Martín, el doctor Martin Luther King: “’Tengo el sueño de que un día… los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos podrán sentarse juntos en la mesa de la hermandad’”.

En la última parte del Sermón del Monte Jesús entrega una serie de proverbios.  Uno de estos es particularmente pertinente aquí.  Dice: “’No juzguen a otros, para que Dios no juzgue a ustedes’”.  En lugar de rechazar a personas de otras razas, Jesús promovería la tolerancia y la comprensión de ellas.  Nos aconsejaría que tengamos cuidado de no descartar a otra persona como “no inteligente” o “no capaz” porque viene de una familia pobre o quebrada.  El padre de Clarence Thomas, el único juez negro de la Corte Suprema, abandonó su familia.  Entonces su abuelo crió al juez Thomas para ser persona cumplida.

Los negros han sido oprimidos por siglos.  Ahora están luchando para mantener la dignidad humana.  Porque constituyen parte de nuestra comunidad, valen el apoyo de todos.  Ciertamente el Señor Jesús no los despediría como no despidió a la samaritana o la cananea en el evangelio.  Cuando tengamos la oportunidad de conversar con personas negras, descubrimos valores comunes, a menudo el amor para Jesús.  Sin duda vale reconocer su angustia cuando el racismo se levanta su cabeza fea.

Durante el imperio romano fue un crimen evangelizar.  Cerca del año 200 los cristianos podían dar culto al Señor pero estaban prohibidos de contar de él con los demás.  Si la ley prohibiera tal tipo de hablar hoy en día, ¿habría evidencia para condenarnos?  Que esperemos que sí.  Que proclamemos desde las azoteas que seamos opuestos a la discriminación racial porque somos discípulos de Jesús.  Que proclamemos que seamos opuestos a la discriminación.

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