El domingo, 17 de abril de 2022

Primer domingo de Pascua

(Hechos 10:34a.37-43; Colosenses 3:1-4 [o I Corintios 5: 6b-8]; Lucas 24:1-12)

A los americanos les gusta hacer verbos de nombres.  Hablan de “googlando” una palabra en el Internet para aprender su significado.  ¿Saben lo que significa “photoshopear adentro” a una persona?  Es poner la imagen de la persona en otra foto por medio de la aplicación “Photoshop”.  Todo el mundo entiende lo que estos nuevos verbos significan. Pues, la experiencia de usar el buscador Google o la aplicación Photoshop es tan maravilloso que se grabe en la memoria.  Se puede hacer algo semejante con el nombre “Pascua”. 

Podemos hablar de pascuar a una persona.  Es dar a la persona la experiencia de la Pascua en su plenitud.  Es llenar a ella o a él con alegría, esperanza, y deseo de contar a los demás de Cristo resucitado.  Se ven personas pascuadas a través de las narrativas de la resurrección en el Nuevo Testamento.

Pedro es persona pascuada.  Lo muestra en el encuentro con Jesús en la orilla del lago.  Él y otros discípulos han regresado a Galilea después de la resurrección de Jesús.  Están pescando cuando el discípulo que Jesús ama reconoce a Jesús en la orilla.  Inmediatamente Pedro se tira en el agua para ser el primero a acogérselo. Parece que la pura alegría impulsa a Pedro adelante. 

Una vez se veía esta alegría pascual en nuestra sociedad.  Al Domingo de la Pascua todo el mundo llevaba nueva ropa a la iglesia.  Entonces salían a las calles para compartir el espíritu de la Pascua.  Desgraciadamente, se ha perdido esta costumbre.  Tal vez es porque la gente ha perdido la esperanza que la resurrección del Señor ofrece.  Dicen, como los discípulos cuando escuchan el reporte de las mujeres, que es locura. 

Sin embargo, los discípulos no quedan cerrados a la resurrección por mucho tiempo.  Con las apariciones de Jesús se convierten en creedores firmes.  San Pablo es el mayor ejemplo.  En sus cartas escribe del “nuevo yo” que nace como resultado de la resurrección de Jesús.  El “nuevo yo” es persona reconstituida para amar de verdad.  Dice Pablo que esta nueva persona lleva dentro de sí mismo la esperanza de la vida eterna.  Allí conocerá a Dios “cara a cara”.  Se personaliza el encuentro en la Carta a los Filipenses: “…todo lo considero como basura, con tal de ganar a Cristo y de estar unido a él…” Sin duda, San Pablo es persona pascuada.

Así también son María Magdalena y las otras mujeres personas pascuadas.  Lo prueban cuando reportan la resurrección a “los Once y los demás”.  Son noticias tan maravillosas que no se puede contenerlas dentro de sí misma.  Hay que compartirlas con cada uno y todos.  La resurrección ha abierto nueva posibilidad para la humanidad.  Al final de las cosas no vamos a ser juzgados por los hombres según nuestra fortuna o nuestra fama.  Seremos juzgados por Dios según nuestra correspondencia con Jesús. Si nos conformamos con él, seremos juzgados como dignos de la resurrección.  Si lo desconocemos para seguir nuestros propios antojos, no mereceremos la vida eterna.

Dicen que en el Día de San Patricio todo el mundo es irlandés.  Por solo este día todo el mundo lleva ropa de color verde y come carne guisada con repollo.  Aún más somos gente pascuada.  No solo por un día como el mundo en el Día de San Patricio sino para siempre.  Por eso, que seamos alegres cada uno y todos los días. Que no perdamos la esperanza de la vida eterna en medio de un mundo inclinado a fortuna, fama y placeres.  Sobre todo, que contemos a los demás, particularmente a nuestros niños, de la resurrección del Señor.  Una gente pascuada no se cierre al mundo por sus locuras que tiene.  Más bien, como Jesucristo muestra al mundo el amor de verdad.

Para reflexión: ¿Qué más cualidades tienen gente pascuada?


No hay comentarios.: