VI Domingo Ordinario
(Jeremías
17:5-8; I Corintios 15:12.16-20; Lucas 6:17.20-26
En
lugar de reflexionar sobre el evangelio hoy, que examinemos la segunda lectura
de la Primera Carta a los Corintios. No
solo vale la atención la carta, sino hoy trata de la cuestión más céntrica del
cristianismo: la resurrección de entre los muertos.
En
el principio de la carta San Pablo escribe que había recibido en Éfeso a
emisarios de la comunidad cristiana en Corinto.
Dice que ellos reportaron que la comunidad estaba dividida por varias
cuestiones tanto de la fe como de las morales.
Porque fundó está comunidad, Pablo se considera a sí mismo como su padre
y hará todo necesario paraque no se disuelva en pedazos. Redacta la carta para corregir los errores de
la comunidad y alentar su unidad.
La
lectura hoy viene del término de la carta.
Pablo ha tratado varios temas como la unidad, la sexualidad, los dones
espirituales, y la Eucaristía. Ya queda
la cuestión de la resurrección. Algunos
miembros de la comunidad han dicho que no hay la resurrección de entre los
muertos. Esta noticia ha disturbado
profundamente a Pablo. No significa solo
un malentendido de la fe, sino su trivialización. Como dice, “Porque si los muertos no
resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, es vana la fe de
ustedes …”
Si
la fe desaparece, desaparecen todas las ventajas que la fe conlleva. No habría el Espíritu Santo ni la esperanza
de la vida eterna. Los cristianos no
tendrían la ayuda para vivir rectamente.
Se harían como las demás gentes, esclavos a sus pasiones, descuidados de
los otros, destinados a la corrupción.
Como dice Pablo, “Si los muertos no resucitan, 'comamos y bebamos,
porque mañana moriremos'”.
Pero
Pablo sabe que la realidad es cosa diferente.
Como ha delineado anteriormente en la carta, la resurrección de entre
los muertos queda al núcleo de la enseñanza transmitida por los apóstoles. No solo esto, sino también Cristo resucitado
ha aparecido a él, así como a cientos de otros hombres y mujeres. Estas apariciones implican su argumento
principal para la resurrección de entre los muertos. Es decir, la resurrección de Cristo, la
primicia resucitada de entre los muertos, asegura que el resto de los
cristianos, que componen su cuerpo, también resucitarán. Como escribe: “… así como todos mueren en
Adán, así también todos revivirán en Cristo”.
Pablo
no escribe en la carta que los negadores de la resurrección de los cristianos
no crean en la resurrección de Cristo.
Evidentemente ellos dicen que la resurrección de Cristo les ha
proporcionado un espíritu de libertad de modo que puedan hacer cualquier cosa
que les dé la gana. Es como si alguien
hoy en día, jactándose de ser “salvado”, se sintiera libre para explotar a los
demás. Sin embargo, Pablo en su carta
tiene cuidado a decir que la gente solo está en el proceso de ser salvada. Si no viven la fe, incluyendo las morales, no
alcanzarán la salvación.
Hoy
en día no falta gente que ha abandonado la fe en la resurrección. Dan explicaciones científicas para justificar
su posición. Pero hacen el mismo error
como fue cometido en el tiempo de San Pablo.
Sin la moderación de las pasiones, que la esperanza de la vida eterna
exige, están inclinados a buscar un pretexto para justificar sus excesos. Que no seamos descarriados por esta
sofistería. Sabemos que el orden natural
no permite la resurrección. Sin embargo,
no estamos recurriendo al orden natural cuando hablamos de la resurrección de
entre los muertos sino el sobrenatural.
Como Dios se hizo hombre, como Cristo crucificado redimió al mundo, como
el Espíritu Santo ha guiado la Iglesia por dos mil años, así pasará la
resurrección al final de los tiempos a aquellos que amen a Dios. Nuestros cuerpos serán resucitados para vivir
eternamente con nuestro todopoderoso Señor.
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