El domingo, 16 de febrero de 2025

VI Domingo Ordinario

(Jeremías 17:5-8; I Corintios 15:12.16-20; Lucas 6:17.20-26

En lugar de reflexionar sobre el evangelio hoy, que examinemos la segunda lectura de la Primera Carta a los Corintios.  No solo vale la atención la carta, sino hoy trata de la cuestión más céntrica del cristianismo: la resurrección de entre los muertos. 

En el principio de la carta San Pablo escribe que había recibido en Éfeso a emisarios de la comunidad cristiana en Corinto.  Dice que ellos reportaron que la comunidad estaba dividida por varias cuestiones tanto de la fe como de las morales.  Porque fundó está comunidad, Pablo se considera a sí mismo como su padre y hará todo necesario paraque no se disuelva en pedazos.  Redacta la carta para corregir los errores de la comunidad y alentar su unidad.

La lectura hoy viene del término de la carta.  Pablo ha tratado varios temas como la unidad, la sexualidad, los dones espirituales, y la Eucaristía.  Ya queda la cuestión de la resurrección.  Algunos miembros de la comunidad han dicho que no hay la resurrección de entre los muertos.  Esta noticia ha disturbado profundamente a Pablo.  No significa solo un malentendido de la fe, sino su trivialización.  Como dice, “Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, es vana la fe de ustedes …”

Si la fe desaparece, desaparecen todas las ventajas que la fe conlleva.  No habría el Espíritu Santo ni la esperanza de la vida eterna.  Los cristianos no tendrían la ayuda para vivir rectamente.  Se harían como las demás gentes, esclavos a sus pasiones, descuidados de los otros, destinados a la corrupción.  Como dice Pablo, “Si los muertos no resucitan, 'comamos y bebamos, porque mañana moriremos'”.

Pero Pablo sabe que la realidad es cosa diferente.  Como ha delineado anteriormente en la carta, la resurrección de entre los muertos queda al núcleo de la enseñanza transmitida por los apóstoles.  No solo esto, sino también Cristo resucitado ha aparecido a él, así como a cientos de otros hombres y mujeres.  Estas apariciones implican su argumento principal para la resurrección de entre los muertos.  Es decir, la resurrección de Cristo, la primicia resucitada de entre los muertos, asegura que el resto de los cristianos, que componen su cuerpo, también resucitarán.  Como escribe: “… así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo”.

Pablo no escribe en la carta que los negadores de la resurrección de los cristianos no crean en la resurrección de Cristo.  Evidentemente ellos dicen que la resurrección de Cristo les ha proporcionado un espíritu de libertad de modo que puedan hacer cualquier cosa que les dé la gana.  Es como si alguien hoy en día, jactándose de ser “salvado”, se sintiera libre para explotar a los demás.   Sin embargo, Pablo en su carta tiene cuidado a decir que la gente solo está en el proceso de ser salvada.  Si no viven la fe, incluyendo las morales, no alcanzarán la salvación.

Hoy en día no falta gente que ha abandonado la fe en la resurrección.  Dan explicaciones científicas para justificar su posición.  Pero hacen el mismo error como fue cometido en el tiempo de San Pablo.  Sin la moderación de las pasiones, que la esperanza de la vida eterna exige, están inclinados a buscar un pretexto para justificar sus excesos.  Que no seamos descarriados por esta sofistería.  Sabemos que el orden natural no permite la resurrección.  Sin embargo, no estamos recurriendo al orden natural cuando hablamos de la resurrección de entre los muertos sino el sobrenatural.  Como Dios se hizo hombre, como Cristo crucificado redimió al mundo, como el Espíritu Santo ha guiado la Iglesia por dos mil años, así pasará la resurrección al final de los tiempos a aquellos que amen a Dios.  Nuestros cuerpos serán resucitados para vivir eternamente con nuestro todopoderoso Señor.



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