XV DOMINGO ORDINARIO, el 13 de julio de 2025
(Deuteronomio 30:10-14; Colosenses 1:15-20; Lucas 10:25-37)
La bien conocida parábola del Buen Samaritano nos recuerda de otras
historias del amor al prójimo. Una tal
historia fue escrita por el gran autor ruso León Tolstoi. Titulado “Dos hombres viejos” la acción comienza
en Rusia a un tiempo indeterminado.
Efraím y Eliseo son dos amigos ancianos.
Se respeta bien Efraím en su pueblo por su vida recta. Tiene gran
familia y bastante dinero, aunque continuamente se preocupa que no sea
suficiente. Eliseo es ni rico ni
pobre. Bebe vodka de vez en cuando y
toma rapé también, pero es conocido como un hombre amistoso a quien le gusta
cantar. Un día los dos se ponen de
acuerdo para emprender la larga peregrinación a la Tierra Santa a la cual se
comprometieron en la juventud.
Después de haber caminado varias semanas Eliseo tiene dificultad mantener
el paso de Efraím. Cuando se hace
sediento, Eliseo cuenta a su compañero a seguir adelante mientras él pide agua
en una casa campesina. Promete alcanzar
a Efraím más tarde. En la casa Eliseo
encuentra pobreza como nunca ha visto en su vida. Cada persona de una familia de cinco está al
punto de morir de hambre. Eliseo comparte
con la familia los víveres que lleva en su mochila. Entonces va al pueblo cercano para comprar
más. De hecho, queda con la familia por varias
semanas proveyéndoles sus necesidades hasta que no tiene suficiente dinero para
la tarifa de barco de Constantinopla a Jafa.
Por eso decide abandonar el proyecto y volver a su propia tierra.
Efraím alcanza la Tierra Santa y visita todos los sitios bíblicos
importantes. Cuando está asistiendo la
liturgia sagrada en el Santo Sepulcro, ve algo que sabe es imposible. Del fondo del santuario donde está de pie por
la muchedumbre, Efraím ve a su amigo Eliseo en el frente cerca al altar. Lo busca después de la Eucaristía, pero con
tantos hombres saliendo el santuario a una vez, no puede encontrarlo. Cuando Efraím regresa a su tierra, va a
visitar a su amigo. Le dice a Eliseo que
sus pies llegaron a la Tierra Santa, pero no es seguro si su alma llegó
también.
Los dos cuentos – la parábola de Jesús y la novela corta de Tolstoi – nos
enseñan varias lecciones. Una es la
importancia relativa de ser cumplida en nuestras responsabilidades. El sacerdote y el levita en la parábola de
Jesús pasan por alto al hombre medio muerte porque tocando un cadáver los
habría rendido inmundos y prohibidos de cumplir sus servicios sacerdotales.
Efraím, también un hombre diligente, podría haber vuelto para investigar qué
pasó con su compañero, pero decidió ir adelante con su proyecto. En sí, es
bueno ser cumplidos en nuestras responsabilidades. Sin embargo, a veces Dios quiere que nos
extendamos más allá que cumplir deberes ordinarios para hacer sacrificios por
los apurados.
Ciertamente por la justicia el samaritano debe hacer algo para salvar la
vida del hombre. Vender sus heridas y
llevarlo al refugio parecen solo humano en la situación. Pero él lo trata como un hermano llevándolo
al mesón y pagando por todas las necesidades.
Eliseo muestra este tipo de preocupación, que llamamos “el amor” o “la
caridad”, para la familia muriendo de hambre.
Al igual que Eliseo está cerca al altar en la visión de su compañero,
nosotros estaremos más cerca a Cristo por haber brindado este tipo de amor.
Finalmente, los dos cuentos enseñan que el prójimo no es solo el que vive
a nuestro par o aún en nuestro país. No,
todos somos prójimos a uno al otro. Como
el calentamiento de la atmósfera está haciendo claro, las acciones en una parte
del mundo pueden afectar las vidas en otras partes. Jesús manda al doctor de la ley que haga a
los demás al igual que el samaritano hace por el hombre asaltado por los
ladrones. Nosotros deberíamos oírlo
diciéndonos a nosotros también: “’Anda y haz tú lo mismo’".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario