XX Domingo del Tiempo Ordinario
(Jeremías 38:4-6.8-10; Hebreos 12:1-4; Lucas 12:49-53)
Los términos y conceptos del evangelio de hoy pueden llamar
la atención, pero también levantan algunas preocupaciones. Nos preguntamos:
¿qué quiere decir el Señor cuando dice que ha “venido a traer fuego y división
a la tierra”? Y ¿no es que Jesús fue
bautizado por Juan en el Jordán? ¿Qué es
este bautismo que va a recibir que le causará angustia?
Para entender a Jesús aquí no debemos tomarlo literal sino
figurativamente. Emplea lenguaje
expresivo para urgirnos a responder a sus exigencias. El “fuego” no es la combustión de materiales
físicos sino la destrucción de vicios espirituales. El “bautismo” no es la inmersión en el agua
sino el trauma de una muerte sangrienta.
En el evangelio según San Lucas, más que en los otros, Jesús anticipa su
pasión y muerte. Se da cuenta de que
serán el momento de la verdad para el mundo.
Al verlo colgando en la cruz perdonando y sanando hasta el mero fin
todos tienen que declararse o por él como su Salvador o en su contra como un
fulano.
En diferentes ocasiones el evangelio indica que Jesús está
anticipando el encuentro con su destino en Jerusalén. Lucas describe la Transfiguración como
ocasión para Jesús de hablar con Moisés y Elías acerca de su “éxodo” o pasión
venidera (9,30). No mucho luego de esto, Lucas dice cómo Jesús “se encaminó
decididamente hacia Jerusalén” (9,51).
Enfocado en su Pasión, Jesús no la evita sino la abraza por dirigirse a la
ciudad santa. Otra referencia a la
anticipación y, en este caso, la preparación para la Pasión ocurre cuando Jesús
está en el Monte de Olivos con sus discípulos.
Lucas describe cómo Jesús estaba “en agonía” y que su sudor “se hizo
como gotas espesas de sangre” (22,44). Estamos acostumbrados a pensar en la
“agonía” como dolor extremo, pero aquí la palabra griega de raíz agón
refiere a la preparación de los atletas para la competición. Es el régimen de ejercicios que hacen los
corredores para calentar sus músculos a dar el máximo. Las gotas de sudor tan espesas como sangre
significan que Jesús está sumamente listo.
Ya puede marchar adelante para hacer frente al diablo en la batalla para
las almas.
La pasión y muerte en la cruz de Jesús pone al mundo en
juicio. Todos deben decidir si están con
Jesús o en su contra. Estas decisiones dividirán familias, amistades y
comunidades como Jesús predice en la lectura.
El evangelio tiene en cuenta historias como la de Santa Perpetua, una
mártir africana en la Iglesia primitiva que se opuso a su padre cuando él
quería que negara a Jesús.
Aunque todavía existen tales casos, se ve la profecía de
Jesús cumplida en asuntos más cotidianos.
Esposos a menudo pueden ser divididos en la cuestión de anticonceptivos:
uno diciendo que el sexo es para el placer mientras el otro reconoce que tiene
fines más altos como enseña la Iglesia.
Se dividen amigos en la cuestión de servicio: una proponiendo que pasen
todos los fines de semana buscando divertimiento mientras la otra responde que
quiere usar parte de su tiempo libre para socorrer a los necesitados. La comunidad parroquial puede ser dividida
con algunos en favor de unirse con otras comunidades de fe en un proyecto de
organizar la mayor comunidad y otros amenazando que vayan a dejar la parroquia
si se hace parte del proyecto.
Sería patentemente falso decir que Jesús vino con el deseo a
separar familias, amistades, y comunidades.
Pero sí vino para enseñar la voluntad de su Padre por palabra y
ejemplo. Lo rechazamos a riesgo de
perder la vida eterna. Y lo aceptamos en
la esperanza de tenerlo como compañero para siempre.
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