El domingo, 10 de agosto de 2025

XIX Domingo Ordinario

(Sabiduría 18:6-9; Hebreos 11:1-2.8-19; Lucas 12:35-40 [versión corta])

El evangelio de hoy tiene dos parábolas cortas.  Permítanme intentar explicarlo con otra parábola o, mejor, historia.  La historia no es de Jesús sino del presidente John Kennedy de los Estados Unidos. Para enfatizar cómo iba a trabajar asiduamente cuando se eligieran Kennedy contaba la historia de la legislatura de un estado en los primeros años de la república americana.  Dijo que la legislatura estaba en sesión cuando una eclipsa del sol estaba pasando.  Los cielos se hicieron oscuros, y los legisladores pensaban que el fin del mundo hubiera llegado.  Algunos de ellos propusieron que la sesión sea levantada para que pudieran estar con sus familias cuando viniera el Señor.  Pero otro miembro de la legislatura solicitó al presidente de la Cámara el contrario.  Exclamó: "Señor presidente, si no es el fin del mundo y levantamos la sesión, pareceremos tontos. Si es el fin del mundo, preferiría que me encontraran cumpliendo con mi deber. Propongo, señor, que se traigan velas”.

Por medio de las parábolas Jesús avanza su proyecto de fundar de nuevo el Reino de Dios en el mundo.  Han reclutado a discípulos para continuar el trabajo después de su muerte.  Con la parábola de los criados esperando el regreso de su señor, Jesús les avisa que sean asiduos en sus esfuerzos por el Reino.  Como dice el legislador en la historia de Kennedy, quieren ser encontrados “cumpliendo con su deber”.  ¿Para qué ser asiduos?  Para ser acogidos en las salas de la vida eterna.  La parábola describe la acogida con una imagen magnífica: el Señor mismo “se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá”.

El proyecto del Reino es hacer el mundo lugar de la justicia, la paz, y el amor.  Requiere que se establezcan leyes, costumbres, instituciones y últimamente virtudes de modo que la gente respete a uno y otro y cuide el bien común.  Una persona definitivamente trabajando por el Reino vive en Pakistán donde asiste a su propio pueblo.  Shahzad Francis dirige una organización fraternal que ayuda a los católicos en la lucha de vivir con dignidad en medio de una sociedad mayormente musulmán.  Entre otras obras Francis fomenta la paz por hacer diálogos públicos entre todas las religiones.  Va a la capital del país para abogar por los derechos minoritarias.  Recientemente ha establecido escuelas para los niños de los trabajadores de los hornos de ladrillos que son entre los más pobres del país y por la mayor parte cristianos.

Podemos trabajar por el Reino de Dios por implantar sus valores en nuestras familias y comunidades.  En lugar de tener a cada uno de la familia entreteniéndose con su teléfono propio, que busquemos actividades comunales como una caminata juntos en el bosque.  En lugar de mirando el partido de fútbol desde las entrevistas antes hasta el análisis después, que tomemos un par de horas para servir comida a los indigentes o visitar a los ancianos abandonados en los asilos. 

¿Parece imposible o demasiado idealista cambiar los modos del mundo?  Considerémonos la segunda lectura.  La Carta a los Hebreos apunta a Abrahán y Sara, viejos y sin hijos, siguiendo adelante con la fe en Dios para engendrar “una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar“.

La segunda parábola que ocupa Jesús concierne la llegada del Señor para reclamar a los suyos.  Dice que vendrá como un ladrón en la noche o, en otras palabras, en un momento indeterminable.  Por esta razón Jesús urge que nos quedemos listos por siempre haciendo obras buenas.  En la historia de Kennedy la petición para velas equivale “estar listos, siempre”.  Los Scouts tiene un dicho que nos sirve como una guía: “Haz una buena acción todos los días.”  No debemos dejar pasar un día sin hacer un esfuerzo para ayudar a otro.  A lo mejor el Señor no vendrá con el fin definitivo del mundo por eones.  Sin embrago, ciertamente es posible que nos venga mañana para reclamar nuestra vida individua.  Si no por el amor de nuestros vecinos, entonces para evitar un juicio negativo en la muerte, queremos prepararnos con acciones buenas.

Las dos parábolas del evangelio de hoy pueden ser reducidas a dos admoniciones. Primero, ayúdense unos a otros, especialmente a los necesitados, por el bien del Reino de Dios. Segundo, comiencen la obra ahora y continúen haciéndola todos los días de su vida. Al ocuparnos de estas tareas, invitaremos a Jesús a llevarnos con él a su mesa celestial.

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