Homilía para el domingo, 30 de septiembre de 2007

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario

(Lucas 16,19-31)

Para entender cualquiera parábola de Jesús, tenemos que notar a quien se la dirige. Las parábolas a los discípulos tienen un diferente matiz que aquellas a los fariseos. Es como si estuviéramos a decir a un amigo, “Tienes que comer los frijoles,” a lo mejor a él le van a gustar. Sin embargo si dijéramos las mismas palabras a una hija, probablemente estaríamos haciendo un mandato porque a la niña no le gustan frijoles. En la parábola del evangelio hoy Jesús les sirve a los fariseos frijoles que no les van a gustar.

Los fariseos en el Evangelio según San Lucas son no solamente expertos en la Ley sino también “amigos de dinero.” De hecho, según Lucas, ellos explotan la Ley para acaparar el dinero. El libro Deuteronomio promete que las personas que siguen la Ley serán benditas aquí en la tierra y las personas que la descuidan serán malditas. La lógica de los fariseos es así: si ellos son benditos con plata y oro, es porque han practicado la Ley. Pero los pobres son como son porque han descuidado la Ley. Por eso, ellos no tienen que ayudar a los pobres porque sería apoyar el descuido de la Ley.

Sin embargo, con esta lógica los fariseos están distorsionando la Ley. Deben saber que la Ley manda el socorrer a los pobres. A veces encontramos este tipo de mentira entre católicos. Había un sacerdote viejo, amargo, y lastimosamente crudo. Él solía decir que no vale la pena dar de comer a los hambrientos porque cuanto más se les de, más vivirán; cuanto más vivan, más procrearán; y cuanto más procreen, más pedirán comida. “No, Padre, no es así. Con todo respeto, Jesús nos dice, `…cuando lo hicieron con algunos de los más pequeños de mis hermanos, me lo hicieron a mí.’”

Algunos radicales dirán que la parábola significa un reverso completo a la muerte. Piensan que como el rico en la parábola sufre las llamas del infierno a su muerte y el pobre se goza en el seno de Abraham a la suya, todos los ricos van a ser condenados y todos los pobres van a ser exaltados. Pero esto no es la intención de Jesús. El rico está atormentado en la muerte por haber desatender la responsabilidad al hambriento en su puerta. ¿Será así con nosotros? En muchas partes las dispensas parroquiales están repletas con comidas porque nadie las lleva a los pobres. ¿Puede ser que nosotros desatendamos a los pobres en nuestro medio?

Abraham no concede la petición del rico a mandar a Lázaro para advertir a sus hermanos. Nos parece algo severo ¿no? Pues, pensamos que los vivos escucharán a un resucitado. Sin embargo, Abraham sabe mejor. Ellos malentienden la Ley y los profetas que manda el compartir sus tacos con los hambrientos. Asimismo, no creerán tampoco en el resucitado de quien la misma Ley y los profetas hablan. Que no sea así con nosotros. Que compartamos felizmente con los necesitados porque creemos agradecidamente en Jesús resucitado.

No hay comentarios.: