El domingo, 21 de marzo de 2010

V DOMINGO DE CUARESMA

(Isaías 43:16-26; Filipenses 3:7-14; John 8:1-11)

Fue un domingo como todos. La gente llenó la catedral para la misa. Después de leer el evangelio, el sacerdote empezó a predicar. Entonces un furor rompió el orden. Alguien comenzó a gritar mientras se acercaba el púlpito. Con pistola en mano, exigió la escucha de todos. La escena no es muy diferente en el evangelio hoy. Los escribas y fariseos interrumpen la enseñanza de Jesús con lo que corresponde a una pistola.

En el medio del espacio entre Jesús y la asamblea de gente arrastran a una mujer completamente humillada. Ella estuvo sorprendida en adulterio. El texto no describe como se la ve, pero a lo mejor está media desnuda y totalmente sonrojada con la vergüenza. Si estuviéramos en el área del templo esa mañana, se espera que hubiéramos apartado la vista por simpatía con ella. Pero a los escribas y fariseos no les importa la perdida de dignidad de la mujer. Ni realmente les importa su pecado. Sólo quieren explotar su vulnerabilidad para atacar a Jesús. Van a montar un asalto de dos pasos. Primero, citarán las escrituras: “Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres.” Entonces, anticipando que Jesús tendrá un juicio contrario, le selló su destino con la pregunta, “¿Tú, qué dices?”

Parece que los escribas y fariseos están utilizando la estrategia del diablo que vemos en las tentaciones en el desierto. Ellos invierten el sentido de la escritura para atrapar a Jesús. La ley propone formar un pueblo justo. Aquí sus supuestos expositores no se muestran a sí mismos justos ni mucho menos. Sin embargo, las palabras de los judíos dan eco al otro pasaje evangélico con un significado distinto. En el Sermón del Monte, que encontramos en el Evangelio según san Mateo, Jesús mismo cita la ley de Moisés. Dice: “Se dijo a los antepasados: ‘No mates’” y “‘No cometerás adulterio’’ y “‘No jurarás en falso’’’ etcétera. Entonces Jesús reinterpreta los mandamientos para llegar a una moralidad más profunda que viven los escribas y fariseos. Dice, como en la pregunta dirigida a Jesús por los mismos escribas y fariseos: “Pero yo les digo: cualquiera que se enoje contra su hermano” y “quien mire con malos deseos a una mujer” y “no juren nunca”. Quiere que sus discípulos sean perfectos con sus acciones exteriores en acuerdo con sus intenciones interiores. Por supuesto, Jesús puede hablar así porque es el Hijo de Dios que viene para aclarar la voluntad de su Padre.

Veamos cómo Jesús responde a la pregunta de sus adversarios: “¿Tú, que dices?” Primero dice: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”. En otras palabras, que no condenemos a nadie a la muerte por adulterio. ¿Eso quiere decir que la pena de muerte es completamente prohibida? No lo creo, pero ciertamente está restringida. Jesús quiere que siempre tengamos misericordia al culpable porque ha sufrido la perdida del respeto humano. Se puede añadir, aunque no está sugerido directamente en el texto, que si existe otro modo para impedir al culpable cometer el crimen de nuevo más que ejecutarlo, tendremos que aprovechárnoslo.

Después de verificar que nadie siente tan arrogante para tirar piedras a la mujer, Jesús le dice a ella: “Vete y ya no vuelvas a pecar”. Realmente no le importa el pecado del adulterio, tan serio como sea, sino que no cometa ningún pecado de nuevo. Tenemos que interiorizar estas palabras porque no están intencionadas solamente para la adúltera sino para todos nosotros. Tal vez pensemos que sólo es una frase llena de lugares comunes como “Tenga buen día” y como no podemos controlar el día, ni podemos impedirnos a nosotros mismos pecar más. Pero sí, es posible porque tenemos la ayuda del Espíritu Santo. Seguramente podemos conducirnos con más virtud que en el pasado. Si tropecemos, siempre podemos pedir la gracia para tratar de nuevo.

El mes pasado la coreana Kim Yuna llamó la atención del mundo en las olimpiadas. Hizo una actuación en patinar libre intachable. Sus saltos fueron altos, sus giros completos, y sus aterrizajes suaves. Tan excelente como la señorita Kim patina, Jesús nos manda vivir en el mundo. Hemos de tirar agradecimientos, no piedras. Hemos de mirar la dignidad de otras personas, no su vulnerabilidad. Hemos de mostrar la misericordia, no la arrogancia.

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