El domingo, 8 de mayo de 2011

III DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 2:14.22-33; I Pedro 1:17-21; Lucas 24:13-35)

Para algunos Ayn Rand es la filósofa más importante del ciclo veinte. Para otros es la mayor impostora de filósofa. De todos modos vamos a escuchar mucho de ella una vez que estrene el cine hecho de su libro (en el inglés) Atlas Shrugged. Pues, les atrae a los jóvenes su ideología llamada el objetivismo. Este modo de pensar divide el mundo entre unos pocos “creadores” -- fuertes, exitosos, y ricos -- y las muchas “parasitas” deseosas de aprovecharse de los más prósperos. Si el objetivismo nos parece como contra-cristiano, ciertamente es. Pues, no dice nada de la interdependencia entre todos humanos mientras brinda un espíritu de antagonismo. Para preservarnos del daño que sus errores causen, deberíamos conocer mejor el contenido de nuestra fe. Tenemos que aprender de Jesús como Cleofás y su compañero en el camino a Emaús.

Los discípulos andan desconcertados. Esperaban que Jesús fuera el que iba a libertar a Israel del imperio romano. Entonces se le dio a muerte por una intriga entre los líderes judíos y el gobernador romano. Sin embargo, en la mañana había rumores de que se volvió a la vida. Ahora no saben que pensar. Nosotros conocemos esta inquietud. Creemos en Dios y Sus mandamientos, pero nos parece que los aventureros viven más felices. Manejan carros lujosos. Llevan el I-phone más corriente. No faltan de compañía atractiva. Nos preguntamos si sería más provechoso dejar el sexto y séptimo mandamiento al lado o posiblemente todos los diez.

Entonces encontramos a Jesús. No se nos acerca en persona aunque sí es posible que nos venga por otro ser humano. El Señor se les ha presentado a varios hombres por un profesor particularmente sabio y a otros por una novia que lleva la fe viva. Puede ser también que Jesús nos llegue simplemente por la lectura del evangelio. Mahatma Gandhi escribió cómo una vez había tenido una imagen distorsionada de Jesús por el maltratamiento que los hindús recibían a mano de los ingleses. Pero después de haber leído el Sermón del Monte, se dio cuenta de que Jesús no era charlatán sino gran profeta. Realmente no importa cómo nos alcanza Jesús sino que nos viene en nuestro apuro tanto como pasa a sus discípulos en el camino.

Dice la lectura que Jesús les explica las Escrituras que se refieren a él desde Génesis hasta el último profeta. Así nosotros estamos instruidos en la fe de cabo a rabo por las clases bíblicas, ¿Por qué ser católico?, el Cursillo, y otros programas espirituales. No sólo aprendemos las verdades de la fe sino cómo tener la buena vida según el mejor ejemplar, Jesús mismo.

Es la misa que nos beneficia sobre todo. Los elementos de pan y vino siempre nos proveen la fuerza y el gozo. Sin embargo, una vez transformados en el cuerpo y la sangre de Jesús, nos capacitan a amar al pobre que nos repulsa y al enemigo que nos quitaría la vida. De esta manera podemos merecer la gloria de la resurrección. Cleofás y su compañero experimentan una tal transformación del ser. Cuando celebran la Eucaristía con Jesús – lo que quiere decir, “al partir el pan” – no más sienten deprimidos. Más bien están agarrados por el valor de volver a Jerusalén en la noche. Allá anuncian que verdaderamente el Señor ha resucitado.

Ya es el Día de la Madre. Tal vez queramos agradecer a nuestras madres con el I-Phone más corriente por habernos dado la fuerza y el gozo. Pero que no nos falte a decirles “gracias” por habernos presentado a Jesús. Él nos preserva de los errores que desvían a muchos en el camino. Él nos capacita para la gloria de la resurrección. Sobre todo somos agradecidos por conocer a Jesús.

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