El domingo, 11 de diciembre de 2011

EL III DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 61:1-2.10-11; Tesalonicenses 5:16-24; Juan 1:6-8.19-28)

“¿Y tú quién eres?” Es el título de una película española. Tiene que ver con la enfermedad Alzheimer. Dice un personaje, “Si no recuerdas, ¿quién eres?” Tenemos que recordar el pasado para conocer a quienes somos. Es cierto para nosotros como sociedad y como individuos. En el evangelio hoy escuchamos esta pregunta propuesta a Juan el Bautista.

“¿…quién eres tú?” preguntan los sacerdotes a Juan en el desierto. A lo mejor vienen de Jerusalén para averiguar qué signifique su bautismo. ¿Es la purificación hecha por el Mesías para identificar a los salvados? “No”, dice Juan, “No soy el Mesías….Yo soy (sólo) la voz que grita… ‘enderecen el camino del Señor’”. Eso es, Juan predica al arrepentimiento moral para preparar a la gente para la venida del otro.

¿“Quién eres tú?” preguntan los colonos de la isla de Española a un fraile dominico hace exactamente 500 años. La gente sabe que se llama el sacerdote Antonio Montesino, pero quieren saber: ¿Quién piensa que sea este pichón padre? Pues, la semana anterior fray Antonio enfurió a los españoles con un sermón condenándoles de abuso de los indígenas. Usando el mismo evangelio que leemos hoy, él se identificó como “la voz clamando en el desierto”; entonces lanzó su diatriba. Comparó el desierto con la esterilidad de las consciencias de los colonos, y dijo: "… todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios?” Ya, después de una semana, la gente llena la iglesia esperando una disculpa. Sin embargo, el fraile sólo reafirma todo lo que había dicho.

“¿Quién eres tú?” piensa Juan Diego al encontrar a la mujer majestosa en la colina de Tepeyac. La tierra se ha hecho en desierto. Apenas diez años anteriormente los españoles conquistaron el país dejando en ruinas una cultura ilustre. No sólo eso, también trajeron plagas de Europa matando a centenares de miles y violaron a las mujeres indígenas con la impunidad. Sin embargo, no pudieron convertir a los indígenas al Catolicismo en grandes números. La mujer toma la palabra como la misma voz en el desierto. Dice: “…yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del Verdadero Dios por quien se vive…Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para que en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa…”

Como Juan Bautista y fray Antonio, la Virgen se identifica con otro: el “Verdadero Dios por quien se vive”. Quiere no sólo convertir a los indígenas sino también reconstruir un pueblo fuerte. Su estrategia es crear una gran sociedad por presentarle a su hijo, Jesucristo. Habla de un templo pero tiene en cuenta los dos significados de la palabra. El templo es el edificio en lo cual la gente encuentra a Cristo. Como construcción se hace de ladrillo y argamasa. Pero también el templo es la comunidad de fe. Así se forma de mujeres y hombres vivos, fuertes y honrados. El hecho de que la construcción se hará en Tepeyac, un lugar sagrado para los indígenas, indica el valor de su cultura. No es para destrozarse sino para evangelizarse de modo que se vean las virtudes del pueblo antiguo en la nueva comunidad.

“¿Quién eres tú?” nos preguntan a nosotros hoy en día. También nos encontramos en ambiente desértico. Ciertamente no queremos decir una tierra que se priva de agua sino un pueblo que falta la disciplina y la solidaridad. En los Estados Unidos más bebés nacen a latinas no casadas que a tal mujeres de cualquier otra raza. También preocupante los latinos encabezan al país en los jóvenes que no terminan la secundaria. “¿Quién eres tú?” entonces. Que respondamos con Juan, Antonio, y la Virgen María: “Soy una voz en el desierto: enderecen el camino del Señor.” Que no pongamos el corazón en el placer, el poder, y el prestigio. Más bien que enseñemos a nuestros hijos el valor del compartir, la compasión y el coraje para vivir como verdaderos discípulos del Señor Jesús.

Si para los mexicanos el rostro es la ventana del alma, entonces ven en la Virgen de Guadalupe un alma de pura compasión. Sus ojos no son altaneros sino reflejan la pobreza del indígena. Su tez no es blanca como la de los colonos sino morena indicando la solidaridad con la gente. Su pelo largo, negro, propiamente peinado muestra la fuerza de una joven lista para servir. Si vamos a construir una comunidad nueva, siempre podemos contare con ella para el apoyo. Siempre podemos contar con ella.

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