El domingo, 30 de diciembre de 2018


LA SAGRADA FAMILIA

(Samuel 1:20-22.24-28; I Juan 3:1-2.21-24; Lucas 2:41-52)


Una vez el papa San Pablo VI visitó la Tierra Santa.  En Nazaret hizo una reflexión sobre la crianza de Jesús.  Dijo que Nazaret es como una escuela donde aprendemos cómo imitar a Jesús.  Se puede decir la misma cosa de las lecturas de la misa hoy.  Constituyen un aprendizaje sobre la Sagrada Familia para que la imitemos.

Se puede distinguir cuatro lecciones del evangelio que son iluminadas con la luz de las otras lecturas.  En primer lugar, el evangelio hace hincapié en la piedad.  Entonces, señala la sabiduría como la virtud más idónea para una vida digna.  También, muestra la propia relación entre los padres e hijos.  Final e importantísimamente, recalca la necesidad de vernos como hijos de Dios.

Dice el evangelio que María y José van a Jerusalén cada año para la Pascua.  También se vieron en el Templo presentando a Jesús después de su nacimiento.  Como Ana y Elcaná en la primera lectura, no son gente que recen sólo cuando les conviene.  Más bien son piadosos: personas que practican todos los días del año.  Hay un dicho que describe una tal familia: “La familia que reza juntos se queda juntos”.  La oración le sirve como cemento ligando no sólo a uno con el otro sino también con Dios.  Como dicen los salmos, Dios es como una roca que nos salva de los apuros.

Ambos el Libro de Proverbios y el Libro de Salmos testimonian al el temor de Dios. Lo llaman el principio de la sabiduría.  Pero es sólo el principio.  Cuando crecimos en la sabiduría, nos damos cuenta que Dios es más para ser amado que ser temido.   La sabiduría nos instruye también que la persona humana no es una isla que existe sola.  Más bien necesita relaciones fuertes para crecer en hombre o mujer respetosa.  Los padres juntos proveen el apoyo decisivo.  Sí es posible que una madre o un padre solo proporcionen el cuidado requerido a sus hijos, pero es muy duro.  Demasiadas veces los hijos criados con sólo un padre o una madre faltan la mezcla oportuna de cariño y disciplina.

Cuando María y José encuentran a Jesús en el Templo, le expresan sus preocupaciones.  Pero no le gritan, mucho menos le echan amenazas.  Sólo le reprochan ligeramente para que sepa tanto su espera por él como su amor para él.  Todos los padres deberían notar bien aunque es cierto que Jesús es un caso aparte.  No hay ninguna indicación que Jesús les ha faltado anteriormente.  Y no va a hacerlo de nuevo.  Pues San Lucas explicita que Jesús les obedecerá siempre.  Ahora que los niños se noten bien.

Se dice que en este pasaje Lucas quiere subrayar cómo Jesús es sobre todo el hijo de Dios.  Por eso dice a María y José: “’¿No saben que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?’” Podríamos decir lo mismo nosotros.  Como dice la segunda lectura: “’…no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos’”.  Esta verdad debería controlar nuestras vidas.  No existimos sólo para disfrutar los placeres pasajeros del mundo antes de que muramos.  Más bien como hijos de Dios vivimos para conocer el amor de relaciones honradas y profundas.  También esperamos la gloria de la vida eterna con nuestro Padre Dios.

Estos días del descanso al final del año sirven en diferentes maneras.  Hay tiempo de descansar de la rutina del trabajo.  Hay ocasión de renovar amistades en las fiestas.  Hay momentos de disfrutar comidas, bebidas, y bailes: cosas pasajeras pero no malas si se toman con la moderación.  Deberíamos aprovecharnos del tiempo para reflexionar sobre el significado de los misterios que celebramos.  ¿Qué nos enseñan?  ¿Cómo nos ayudan ser mejores padres, mejores hijos, y mejores amigos?  Maravillosamente estos días festivos nos sirven como escuela excelente.

No hay comentarios.: