El domingo, 20 de octubre de 2019


EL VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO ORDINARIO

(Éxodo 17: 8-13; II Timoteo 3:14-4:2; Lucas 18:1-8)


Muchas veces en la lucha de la vida nos olvidamos del poder de Dios.  No nos damos cuenta que Él está cerca para ayudarnos en nuestra necesidad.  Hay una historia que muestra la capacidad de Dios para ayudarnos.  Un monje llamado padre Moisés tenía que luchar fuertemente contra los deseos impuros.  Una noche decidió que ya no podía aguantar la lucha ni una hora más en su celda.  Fue al viejo Padre Isidoro, el monje más sabio del monasterio. El viejo le exhortó que regresara a su celda.  “No puedo, padre”, dijo Moisés.  Entonces Padre Isidoro le llevó al joven al techo del monasterio para ver los cielos.  Le dijo: “Mira al oeste”.  Cuando miró, vio un gran número de demonios gritando y saltando como en una danza de guerra.  Entonces padre Isidoro dijo al joven: “Ahora mira al este”.  Esta vez cuando miró, vio una multitud sinnúmero de ángeles de Dios brillando en la gloria.  Dijo el sabio: “Ésta es la hostia de ángeles que Dios envía a sus santos para ayudarlos con sus necesidades. Aquellos en el oeste son los diablos que vienen para batallarlos.  Los que están con nosotros son mayores en número”.  Padre Moisés, dando gracias a Dios, tuvo confianza y regresó a su celda.

Para muchos hoy en día el diablo parece sólo como un símbolo del mal.  Tienen dificultad a creer que existe como persona.  Pero la Iglesia insiste que el diablo es un espíritu personal que trabaja para destruir tantos a grupos de personas como los individuos.  El papa Francisco dice que la crisis del abuso clerical de niños es obra del diablo.  Según el papa el diablo busca modos inflamatorios para revelar los pecados para que el pueblo quede disgusto con la fe.  No parece ingenuo decir que el diablo es detrás de la pornografía desafiando a los hombres.  Asimismo a lo mejor es el diablo que nos incita desear a golpear a una compañera desagradable.
 
Para resistir estas y otras  tentaciones deberíamos consultar las Escrituras.  Esto es lo que sugiere San Pablo a Timoteo en la segunda lectura.  Dice que la Biblia es “útil…para corregir y para educar en la virtud…”  Se puede usar la primera lectura hoy como ejemplo.  Habla de los amalecitas atacando a los israelitas en el desierto.  No hay mucha mención de esta gente en las Escrituras.  Parece como un enemigo fuerte que quiere aniquilar al pueblo de Dios solamente de bajeza.

Los israelitas no pueden defenderse de los amalecitas solos.  Necesitan la ayuda de Dios para resistir su embestía.  Reciben el apoyo necesario cuando Moisés reza con manos levantadas y atención dirigida al Señor.  Debería ser nuestra estrategia también en las luchas contra el diablo.  Deberíamos levantar una oración a Dios cuando nos embiste un deseo indigno.

El evangelio confirma la resolución de oponer el pecado con la oración.  En el trozo de la misa hoy Jesús cuenta de un juez tan corrupto que no tema ni siquiera a Dios.  Sin embargo, se rinde a la viuda cuando ella le pide la justicia con la insistencia.  Entonces Jesús subraya el valor de rezar con empeño.  Dice que si un hombre malo haría la justicia por una petición hecha con la insistencia, mucho más el Padre la hará por nosotros cuando le rezamos diligentemente.

Jesús concluye su enseñanza con una pregunta perturbadora.  Dice: “…cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen ustedes que encontrará la fe sobre la tierra?”  Está preguntándose si nosotros vamos a seguir rezando.  O, posiblemente, vamos a confiar en nuestras maquinaciones para derrotar el mal.   Es como si el Señor estuviera teniendo en cuenta el abandono de la oración en nuestros tiempos.

Hay un dicho: “Trabaja como si todo dependiera en tus esfuerzos y reza como si todo dependiera en Dios”.  Sí al final de cuentas todo depende del Todopoderoso, pero también es verdad que Dios nos ha hecho sus instrumentos.   Somos para hacer buenas cosas por Él y para Él.  Que siempre trabajemos como si todo dependiera en nosotros.  Pero más importante, que siempre recemos porque todo depende en Dios.

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