El domingo, 10 de noviembre de 2019


TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO

(II Macabeos 7:1-2.9-14; II Tesalonicenses 2:16-3:5; Lucas 20:27-38)


No es raro que una persona en luto nos pida ayuda.  Cuando muere un esposo o un hijo, se siente tan perdida que busque la consolación.  Quiere asegurarse que hay la vida más allá que la muerte.  Necesita algún apoyo para seguir adelante en la vida sin la presencia del ser querido. 

Seguramente la búsqueda para la consolación no es el motivo de los saduceos en el evangelio hoy. Interrogan a Jesús no para conseguir su perspectiva sobre qué pasa a la persona con la muerte.  Mucho menos están en luto y necesitan su apoyo.  Ni están interesados en sus pensamientos sobre la resurrección de los muertos.  Probablemente saben que Jesús ha pronunciado en favor de la resurrección.  Por eso, estos hombres vienen para atrapar a Jesús en sus palabras.  Desde que entró en Jerusalén Jesús ha tenido un seguimiento grande.  Los saduceos del partido de los sumos sacerdotes no quieren que la fama de Jesús se aumente. Saben bien que si la gente lo apoya en grandes números, disminuirá su autoridad propia.

Los saduceos retan a Jesús con un ejemplo ridículo.   Cuentan de siete hermanos, cada uno casándose con la misma mujer y muriendo antes de que tenga hijo.  Según la ley el hermano tiene que casarse con la esposa de su hermano muerto.  De este modo se protege la viuda de la explotación.  También el hermano que se case con ella recibirá una doble porción del patrimonio cuando la mujer dé la luz a un hijo.  Los saduceos deseando burlarse de la resurrección de los muertos preguntan a Jesús: “’…cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer…?’” Su propósito es burlarse de la idea de la resurrección. 

Pero Jesús como un sabio entiende la realidad mejor que sus interrogadores.  Responde que no hay casamiento en la vida eterna.  Añade que las Escrituras mismas indican que al menos algunos muertos están resucitados.  Refiere al pasaje en lo cual Moisés llama al Señor, “Dios de Abraham…” y dice que Dios es Dios sólo de los vivos. 

Puede ser angustioso para parejas escuchar que no hay casamiento en el cielo.  ¿Quiere decir Jesús que no van a tener relaciones en el cielo?  Aparentemente no si se piensan en relaciones físicas que producen hijos.  La razón es que no habrá necesidad de reproducirse si no hay la muerte.  Pero esto no quiere decir que las parejas no más van a amar a uno a otro.  Al contrario su amor va a intensificarse porque estarán libres de motivos egoístas. Una pareja era casada por casi cincuenta años cuando la mujer se puso enferma con Alzheimer.  El hombre se encargó de su cuidado.  Le daba medicinas y le llevaba afuera para ejercicio.  También hacía todas las tareas de su casa.  Por supuesto, no podían tener relaciones sexuales.  Sin embargo, el hombre no resintió su suerte de modo que se pusiera impaciente con su esposa.  Al contrario, decía que le amaba más entonces que en el día de su matrimonio.

Si no les interesa a los saduceos el apoyo para aquellos en luto, a Jesús sí le interesa mucho.  Quiere que todos nosotros vivamos con la esperanza.  En este evangelio Jesús se encuentra en Jerusalén para dar su vida como el costo de la esperanza.  Su muerte en la cruz va a derrotar las fuerzas del mal.  Su resurrección al tercer día será la garantía a sus seguidores que nuestro destino no es la tumba.  Solamente tenemos que quedarnos cerca de él.

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