El domingo, 26 de julio de 2020


EL DECIMOSÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO

(I Reyes 3:5-13; Romanos 8:28-30; Mateo 13:44-46)


Hagia Sophia es nombre de una estructura religiosa magnífica en Estambul, Turquía.  Fue construida como una iglesia dedicada a Cristo en el sexto siglo.  Pero cuando los musulmanes tomaron la ciudad en el siglo quince la convirtieron en una mezquita.  Entonces en el siglo veinte el presidente secularista del país lo hizo un museo.  Probablemente quería pacificar los reclamos para el edificio de las diferentes religiones.  Se ha aparecido en las noticias de nuevo porque el presidente actual acaba de reconvertirla en una mezquita. 

Hagia Sophia significa la “santa sabiduría” en griego.  Entonces, ¿cómo puede ser que una iglesia dedicada a Cristo tiene el nombre “santa sabiduría”?  La respuesta no es complicada. Para los ortodoxos este nombre siempre refiere a Jesucristo.  Los orientales piensan de Jesús como la Santa Sabiduría como nosotros en el Occidente pensamos de él como el Verbo Encarnado. 

En la Primera Carta a los Corintios San Pablo llama a Jesucristo “la sabiduría de Dios” (1,24). Quiere enfatizar que, siguiendo a él, los cristianos pueden llegar a la salvación.  Por eso, la sabiduría de Dios vale más que la filosofía de Platón y Aristóteles, más aún que la Ley de los judíos.  Pero Jesús no habla de la sabiduría en el evangelio sino del Reino de Dios.  Para Jesús el Reino vale más que cualquiera otra cosa.

Jesús dice que encontrar el Reino es como un campesino descubriendo un tesoro en el campo o un comerciante hallando una perla fina.  Es decir, encontrando el Reino cumple los deseos más profundos de ambos los pobres y los ricos.  En el tiempo de Jesús los ricos solían enterrar sus riquezas en el campo para esconderlos de los ladrones.  A veces murieron sin clamando sus tesoros.  Si un campesino labrando el campo encontró el tesoro escondido por casualidad, haría todo posible obtener el campo.  Fue igual con el comerciante que encontró una perla fina en la pesca.  La perla entonces era más valiosa, según algunos, que el oro.  El comerciante haría todo posible para comprar la perla de los pescadores.  Jesús nos dice que como el campesino valora el tesoro escondido y el comerciante valora la perla fina, deberíamos valorar nosotros el reino de Dios.

Como San Pablo nosotros encontramos el reino de Dios precisamente en Jesucristo.  Él es nuestro hermano que hace la vida rica.  Nos enseña como vivir con la nobleza aunque no tenemos más que la comida para el día hoy.  Nos reta cuando pensamos en nosotros como mejores que otras personas porque somos americanos, educados u por otra superficialidad.  Y Jesús nos consuela en los tiempos difíciles con la promesa de la vida eterna a sus fieles.  En la primera lectura Salomón pide la sabiduría para gobernar su reino vasto.  Su oración se asemeja a nuestra para conocer a Jesús mejor.  Con Jesús podemos gobernar a nosotros mismos y a nuestras familias para que nos paremos íntegros en un mundo bien decaído.

¿Qué nos aconsejaría a hacer la Santa Sabiduría en el caso de la Hagia Sophia de Estambul?  Siendo Cristo no nos dirigiría a hacer guerra para clamarla. Más bien, nos recomendaría que expresemos nuestra desilusión con el cambio.  Entonces, nos diría a dialogar con los turcos para que un día se restaure a un lugar para todas las religiones.  No es un tesoro para ser escondido de otras religiones.  Más bien, es como una perla fina para ser apreciada por el mundo entero.


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