El domingo, 24 de marzo de 2024

DOMINGO DE RAMOS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

(Isaías 50:4-7; Filipenses 2:6-11; Marcos 14:1-15:47)

Todos estamos conscientes de que las últimas palabras de Jesús varían en tres de los cuatro evangelios.  Las diferencias son más que una cuestión de palabras.  Expresan diferentes perspectivas en cómo entender quién es Jesús.  En Lucas, Jesús se ve como el amigo sumamente compasivo de todos.  Cuando muere, tiene palabras de tranquilidad en sus labios: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu”.  El Evangelio de San Juan retrata a Jesús como el encarnado Hijo de Dios que viene al mundo con una misión.  Mientras la tarea se completa en la cruz, sus últimas palabras son: “Todo está cumplido”.

Sin duda las últimas palabras de Jesús más difíciles de comprender se encuentran en ambos Marcos y Mateo.  En los dos evangelios dice: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”  Nos dejan con inquietud profunda: ¿Realmente ha sido abandonado por Dios Padre? nos preguntamos, o tal vez, ¿Jesús ha perdido la fe en Dios?  No obstante, podemos estar asegurados de que Dios no ha olvidado de Su Hijo; tampoco Jesús deja creer en Dios.  Los dos evangelistas, probablemente Mateo copiando Marcos, entienden la soledad completa de Jesús en su muerte como parte del precio enorme que pagó para redimir el mundo.  Sabemos que aun nosotros, tan débiles que seamos, podemos aguantar sufrimiento con el apoyo de nuestros seres queridos.  Jesús tenía que aguantar suplicio horrífico sin ninguna respalda. 

Se puede ver este abandono desde el principio de la pasión.  En Getsemaní los primeros discípulos duermen mientras Jesús está retorciéndose en la tierra.  Luego viene el discípulo que lo ha traicionado.  Todos los discípulos lo abandonan, ¡uno de ellos dejando atrás su propia ropa!

En los procesos ante el Sanedrín y el gobernador, el aislamiento de Jesús crece.  Como si fuera un blasfemo, el sumo sacerdote rasga su ropa ante Jesús para significar su disgusto completo con él. Luego todos los altos representantes de Israel lo escupen y bofetean.  Se burlan de Jesús como profeta falso cuando en verdad ha predijo todo lo que le pasa.  Mientras sufre este abuso, Jesús sabe que Pedro, su vicario, está negándolo.  Aunque Pilato dice que Jesús es inocente, lo condena como un rebelde. Los soldados romanos continúan el sacrilegio rompiendo su piel con látigos y burlándose de Jesús como un rey cómico.

Por supuesto, la soledad alcanza lo máximo en la cruz.  Todos se lo burlan aun los dos hombres crucificados junto con él.  Ningún discípulo se presenta para ofrecerle el apoyo. Aun los cielos se oscurecen dando la impresión de que Dios le ha dado la espalda. A este momento Jesús emite su grito de desánimo total. 

Al momento de su expirar Dios muestra que ha estado con su hijo por toda la ordalía.  El velo en el Templo se rasga en dos rindiendo el santuario inútil para los sacrificios.  Desde ahora lo único sacrificio para el perdón de pecados será el recuerdo de su muerte en la Eucaristía. Aún más impresionante el centurión, un testigo objetivo, proclama: “Verdaderamente este hombre era hijo de Dios”, la relación que Jesús reclamó en su proceso judío.

El sufrimiento de Jesús en el Evangelio de san Marcos provoca varias emociones dentro de nosotros.  En primer lugar, nos sentimos la admiración por todo lo que Jesús sufrió por nosotros, ¡aún el sentido de la perdida de intimidad con Dios Padre! Fue más que se puede esperar de cualquier otro hombre.  Segundo, nos sentimos profundamente agradecidos a él por hacer todo por nosotros.  Su muerte en la cruz ganó el perdón de nuestros pecados.  Finalmente, nos sentimos fortalecidos.  Nos decimos a nosotros mismos si mi Salvador sufrió tanto dolor y aislamiento, yo también soy listo a sufrir.  Habrá tiempos en que vamos a estar luchando por lo justo sin mucho apoyo.  Posiblemente nuestros propios familiares y amigos nos critiquen por arriesgarnos en defensa de la verdad.  Entonces podemos recordar a Jesús en este evangelio de San Marcos y seguir luchando.

1 comentario:

Extra dijo...

Aprecio la forma en que haces que temas aparentemente complicados sean fáciles de entender. ¡Gracias por simplificar la complejidad!