VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO ORDINARIO
(Isaías 53:10-11; Hebreos 4:14-16; Marcos 10:35-45)
El evangelio de hoy sigue el estilo de los últimos dos
domingos. Jesús toma a sus discípulos aparte para darles una enseñanza sobre la
moralidad. Hace dos semanas, habló sobre
el divorcio y la injusticia que conlleva. El domingo pasado, trató sobre cómo
el amor al dinero puede causar la pérdida del alma. Ahora se centra en la raíz de todo pecado, el
orgullo, o si prefieres, la soberbia o egoísmo.
Al ser sus discípulos también, nosotros deberíamos prestar atención a
sus palabras para no enamorarnos de nosotros mismos y alejarnos de Dios.
La lectura comienza con una historia penosa. Como si fueran sorprendidos con sus manos en
la colecta, los hermanos Santiago y Juan están retratados pidiendo a Jesús los
puestos más altos en su reino. Quieren
ser grandes ante el mundo, a pesar de que la Escritura nos advierte sobre el
peligro del orgullo. Según un moralista, en la Biblia no son los grandes y
orgullosos los que importan a Dios. Más bien, ellos están destinados a caer.
Pero que no seamos demasiado duros con los infectados con el
orgullo. Después de todo, la mayoría de
nosotros hemos pensado que somos mejores de lo que realmente somos. ¿Quién de nosotros no ha argüido para una
nota más alta de que nos dio el maestro? ¿Quién no ha compartido un “selfie” que
resalta nuestra apariencia en redes sociales como Facebook o Instagram?
La respuesta de Dios a nuestra soberbia podría ser severa,
pero no es así. Más bien, nos trata con comprensión. En el evangelio, Jesús
pregunta a Santiago y Juan si pueden soportar la prueba que él enfrentará.
Ellos, sin entender del todo, responden que sí. Jesús confirma su respuesta. Seguro que recibirán el Espíritu Santo como
apoyo, Jesús les permite sentir su amor.
A continuación, Jesús denuncia a los gobernantes del mundo por
haber abusado su poder. No se necesita ser
un experto en la Biblia para entender esta crítica. Todos nosotros hemos
encontrados a oficiales públicos corruptos. También Jesús acusa a los líderes de
la religión de haber oprimido a los fieles sencillos. Insta que los dirigentes
de su iglesia no deben actuar de esa manera.
Él mismo se propone como modelo. Dará su vida para redimir a los
pecadores destinados al olvido. Sus
palabras resuenan con la primera lectura donde el profeta Isaías habla del Siervo
Doliente del Señor que “justificará a muchos cargando con los crímenes de
ellos”. Esta es la misión de Jesús quien está a punto de dar “’su vida por la
redención de todos’”.
Este evangelio es particularmente pertinente hoy por dos
razones: una secular y otra religiosa. Pronto
los Estados Unidos incluso Puerto Rico estarán votando para nuevos
gobernantes. La iglesia invita a la
comunidad a rezar para los elegidos.
Pues ellos estarán diariamente tentados a aprovecharse de sus oficios
para su propio beneficio. Al hacerlo no
solo negará justicia al pueblo sino también pondrán en peligro sus propias
almas.
El papa san Gregorio Magno, en el siglo VII, se describió a
sí mismo como “siervo de los siervos de Dios”.
Todos los papas desde entonces han llevado este título, aunque no todos lo
han practicado. Ciertamente, el papa
Francisco ha sido ejemplar en el servicio.
Ahora mismo está implementando un programa de acompañamiento de la
jerarquía con el pueblo conocido como “sinodalidad”. Con el favor de Dios este programa abrirá
espacio para que el liderazgo de la Iglesia escuche las preocupaciones y las recomendaciones
de los laicos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario