El domingo, 30 de marzo de 2025

 IV DOMINGO DE CUARESMA

(Josué 5:9.10-12; II Corintios 5:17-21; Lucas 15:1-3.11-32)

Hoy llegamos al medio de Cuaresma.  Esperadamente estamos teniendo éxito en la lucha de negar al yo por el bien del otro.  Probablemente no la encontramos tan dura como imaginábamos. Ahora, en esta segunda parte de la temporada, el enfoque cambia.  La Iglesia no más hace hincapié en nuestros pecados del pasado.  Más bien mira adelante a los eventos salvíficos de la Semana Santa.

La primera lectura del Libro de Josué retrata la primera Pascua en la Tierra Prometida.  La Cena Pascual hasta el día hoy ha recordado a los israelitas de dos acontecimientos maravillosos.  Primero, habla de su escapa de Egipto por el brazo del Señor.  Segundo, enfatiza el maná extraño pero nutritivo que recibieron por su mano.  Los dos eventos apelan a los participantes de la cena a dar gracias a Dios.  Es lo que hacemos en la Eucaristía, que Jesús estableció mientras celebraba la Pascua.  Cada domingo (realmente, cada día), y con más fervor que nunca en el Jueves Santo, repetimos este memorial del amor divino.

Una frase de la segunda lectura nos asombra como el relámpago en la noche.  “Dios lo hizo pecado” (con "lo" refiriendo a Cristo). Suena casi blasfemia.  Pero tiene que ver con el sacrificio de Cristo en la cruz al Viernes Santo.  Se "hizo pecado” por redimir los pecados del mundo con su muerte sacrificial.  En este acto de supremo amor se revela el propósito de su encarnación.  Ciertamente merece nuestro agradecimiento.

El evangelio tiene tal vez la más conocida de todas las parábolas de Jesús.  Sin embargo, parece no completamente apreciada.  Muchos concentran casi exclusivamente en el arrepentimiento del hermano menor.  A ellos su historia eclipse la del hermano mayor.  Pero Jesús relata la parábola a los fariseos para ilustrarles la dureza de sus corazones.  Está comparándolos al hermano mayor.  Como el hombre riña con su padre por nunca haberle dado una fiesta, los fariseos critican a Jesús por comer con pecadores. 

Probablemente algunos de nosotros asistiendo en misa cada domingo se sienten a veces como el hermano mayor.  Yo sí. Nos resentimos cuando otros son reconocidos por nombre y nosotros somos pasados por alto.  Pensamos “no es justo”, y queremos registrar una queja.  Sin embargo, puede ser que nuestro concepto de la justicia, como lo del hermano mayor, falte.  Pensamos en justicia como cosa estática.  Si una persona recibe una partida de pastel de tres pulgadas, todos necesitan recibir las mismas tres pulgadas.  No queremos admitir necesidades particulares.  Como dice el padre, “’…era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida…’”

Ya vemos el verdadero protagonista de la historia.  El padre muestra gran amor para ambos hijos.  Por el menor el padre buscaba su figura en el horizonte todos los días.  Por el mayor, interrumpe el dar acogida a sus huéspedes en la fiesta para persuadirlo entrar.  Su amor reconoce el tiempo de preocuparse y tiempo de regocijarse.  Él representa a Dios dando a todos lo necesario para que sean unidos con él.  Escucharemos más de sus maravillas por los hombres y mujeres en la Vigilia Pascual.

Seamos nosotros como el hermano mayor amparando resentimiento o el hermano derrochando su vida, el Padre celestial nos invita a su banquete.  Aquí nos arrepentimos con otros pecadores.  Aquí nos le agradecemos por nuestro redentor.  Aquí nos alimentamos del mismo Jesucristo para que tengamos la vida eterna.  Sí, va a requerir esfuerzo de nuestra parte.  Pero capacitados por Jesús y apoyados por uno y otro, vamos a alcanzar nuestra meta.

El domingo, 23 de marzo de 2025

 

TERCER DOMINGO DE CUARESMA

(Éxodo 3:1-8.13-15; I Corintios 10:1-6.10-12; Lucas 13:1-9)    

Como siempre durante la Cuaresma las lecturas hoy despiertan el interés.  La primera es la famosa historia del encuentro inicial de Moisés con el Señor Dios.  Dios habla con su liberador escogido desde una zarza.  Curiosamente la planta arde sin consumirse.  El evangelio suena como las noticias diarias.  Reporta dos catástrofes como si ocurrieran ayer.  Lo que no está claro es cómo estas lecturas interrelacionar como siempre es el caso en la misa dominical.

Para resolver la cuestión hay que extender la perspectiva al evangelio del domingo próximo.  Esto contiene la parábola tocadora del “hijo pródigo”.  Como todos saben, la historia destaca al padre tan compasivo que recibe atrás con gracia al hijo que le dio la espalda.  El padre ciertamente representa a Dios.  Tal vez parezca a algunos que esta compasión es tan improbable que el Dios que supuestamente describe sea solo fingimiento de la imaginación.  Eso es lo que pensaba Freud.  Sin embargo, sabemos que Dios realmente existe cuando se identifica en la primera lectura hoy como “Yo soy”.  No es un mito como los dioses de los egipcios o los griegos.  Porque menciona su intención de rescatar Su pueblo, sabemos que tampoco es ficción su misericordia. 

Es interesante, pero ¿qué tiene que ver con el evangelio de hoy?  En ello Jesús se aprovecha de las catástrofes para llamar al mundo al arrepentimiento.  Él habla de los galileos del norte en el reporte del Pilato mezclando la sangre de sus víctimas con la de animales.  Entonces menciona los habitantes de Jerusalén en el sur de Israel aplastados por la caída de la torre.  Norte y sur: en otras palabras, el mundo entero.  Jesús está insistiendo que todos cambien sus modos para conformar a los de Dios.  Si no lo hacen, advierte que van a perderse.

Jesús instaría que el motivo del arrepentimiento no es aplacar a un Dios irritable.  Más bien, la verdad queda en el contrario.  Como lo hace claro en la parábola del Hijo Pródigo, deberíamos volver a Dios porque Él es bondadoso y misericordioso.  Quiere ayudarnos alcanzar la felicidad verdadera.  Es como la madre de una muchacha que le prohibió seguir saliendo con una banda de amigas malvadas.  A la madre no le importa que su hija se resienta su juicio.  Solo quiere que tenga una vida feliz.  Así Dios quiere que nos arrepintamos por nuestro bien.  Es el propósito de todas sus mandamientos, leyes y juicios. 

A veces tenemos dificultad reconocer nuestros pecados.  Como si tuviéramos miopía, no podemos ver los pecados más que los más obvios.  Como resultado muchos no confiesan más que faltar la misa o ver la pornografía.  De alguna manera tenemos que ir más allá que obligaciones y prohibiciones en nuestro examen de consciencia.  Podríamos preguntarnos si estamos generosos tanto en los juicios de compañeros como en donativos por los necesitados.  Podemos cuestionan si nuestras oraciones son solo la repetición de palabras o estamos comunicando con Dios nuestras temores y esperanzas. 

La Cuaresma es para prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor con mentes y corazones renovados.  Esta renovación parece incompleta sin una buena confesión de pecados.  En ella procuramos lograr lo que el Papa San Juan Pablo II llamó “purificación de memoria”.  Esta experiencia de la verdad y del arrepentimiento junto con la reparación de cualquiera deuda encumbrado y la absolución del confesor aplaca nuestra ansiedad.  Podemos ir adelante en paz con Dios y con nuestro prójimo. En un mundo cargado de pecado, podemos comenzar de nuevo vivir como hermanos de Cristo llevando a cabo la voluntad del Padre.

El domingo, 16 de marzo de 2025

EL SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

(Génesis 15:5-12.17-18; Filipenses 3:17-4:1; Lucas 9:28b-36)

Como en todo segundo domingo de la Cuaresma, el evangelio hoy se enfoca en Jesús misteriosamente transfigurado.  La historia asombra al lector.  La narrativa desde el principio relata la formación de Jesús como un profeta con algunas experiencias raras, pero nada inimaginable. Entonces, llegamos a este pasaje.   Jesús está en la montaña con tres discípulos.  Ellos tienen una vista de él glorificado.  ¿Qué significa todo esto?

En lugar de tratar de explicar el desarrollo de la historia y aplicar su significado a nuestras vidas, vamos a emplear otra estrategia hoy.  Examinaremos tres componentes del texto que parecen particularmente reveladores.  Entonces preguntaremos a nosotros mismos qué nos implican para el viaje cuaresmal.

En primer lugar, Jesús se transforma mientras está orando.  En su diálogo con el Padre se le ve como unido con Él, de tal manera que asume Su gloria.  Como dice el Credo, Jesucristo es “luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero”.  El acontecimiento muestra el propósito de la oración como unirnos con Dios Padre.  Es un momento de la verdad porque Dios conoce nuestro interior.  Esto es una gracia. Pues no tenemos que ponernos de máscara cuando Le pedimos por lo necesario para vivir contentos. 

Solo esta narrative según San Lucas revela el tema de la conversación entre Jesús, Moisés y Elías.  Hablan del “éxodo” que Jesús va a sufrir en Jerusalén.  Dice el griego “éxodo”, pero otras traducciones tienen “salida” o “muerte”.  El propósito del evangelista es decir que la muerte violenta, que aguarda a Jesús en la ciudad santa, ocasionará la liberación del pueblo como el éxodo produjo la liberación de los hebreos de la esclavitud.  Tan horrible que será la crucifixión, también será transformadora.  Por la muerte en la cruz Jesús redimirá al mundo de sus pecados.  Como el Hijo de Dios sin pecado, solo él puede ofrecer un sacrificio que justificará a todos.  La primera lectura dice que por la fe el Señor tuvo a Abram por justo.  San Pablo desarrolla el concepto por declarar que, por la fe en Jesucristo, crucificado y resucitado, nosotros hemos sido justificados.

Finalmente, vale reflexionar en la nube que envuelve a los discípulos y la voz que se emite de ella.  Como cosa que oscurece la vista, la nube invoca miedo.  Pero como cosa refrescante y peculiar, la nube atrae.  Por eso, la nube forma un símbolo del Divino, a la vez temeroso y fascinante.  Hombres hoy en día sacan sus teléfonos para tomar fotos de cualquiera cosa inusitada.  Similarmente Pedro quiere hacer tres chozas para congelar en tiempo la aparición de Jesús en la gloria.  Pero la voz de la nube les insta a él y sus compañeros que se aprovechen del momento, no tratar de replicarlo.  Ellos (y nosotros también) han de escuchar a Jesús.  Él no solo es el “Hijo” de Dios sino también su “escogido”.  Este término viene del Segundo Isaías donde se utiliza para describir el Sirviente Doliente, lo cual cargó los pecados de muchos.  Porque no tiene referentes en la narrativa de Isaías los evangelistas asumieron que únicamente anticipa a Jesucristo.

La Transfiguración del Señor no nos debería mover rápidamente a la acción.  Más bien, delante de ella se nos indica a pausar y contemplar.  Nos preguntamos: ¿Qué es nuestro destino como seguidores de Jesús si lo suyo era la cruz y la resurrección de entre los muertos?  ¿Podría ser otro que sufrir y tener la gloria como él?  En la segunda lectura San Pablo promete a los filipenses que Jesús transformará sus cuerpos gloriosos “semejante al suyo”.  Es nuestro propósito de la Cuaresma, ser transfigurados como Cristo por nuestros actos de sacrificio.

El domingo, 9 de marzo de 2025

I DOMINGO DE CUARESMA, 9 de marzo de 2025

(Deuteronomio 26:4-10; Romanos 10:8-13; Lucas 4:1-13)

Empezamos la Cuaresma el miércoles pasado con la recepción de las cenizas, el ayuno y la abstención de carne.  Pero parece a mí que esta semana lo comenzamos en serio.  La Cuaresma es más que el espectacular de un día para ponernos en el espíritu de humildad sino un tiempo extenso para alcanzarla.  La temporada propone que nos hagamos más dispuestos a amar a Dios con todo corazón.

Las lecturas de cada misa durante la Cuaresma se enfoquen usualmente en un aspecto del misterio pascual.  Hoy nos enfatizan la confianza en Dios.  Vamos a tratar la primera lectura rápidamente y dar más atención al evangelio.  Allá observaremos no solo el éxito de Jesús sobre los deseos distorsionados del corazón humano sino también su solidaridad con la humanidad.  Finalmente veremos cómo la lectura de la Carta a los Romanos señala la accesibilidad de la salvación al mundo entero.

La primera lectura del Libro de Deuteronomio brinda la frase llamativa: “’Mi padre fue un arameo itinerante…’” Refiere a Jacob, hijo de Isaac y nieto de Abrahán, que abandonó su tierra para ampararse en Egipto.  Sin tierra para protegerse de ambos hambre y enemigos los descendientes de Jacob vivían en precaria por siglos.  Sin embargo, Dios les bendijo de modo que creciera en una gran nación.  En tiempo Dios los liberó de la tiranía del Faraón y los estableció en la tierra de Canaán.

Tan grande que sean la libertad y la tierra, Dios eventualmente regaló a la nación Israelita un don mucho mayor.  Envió a su hijo unigénito para cumplir el destino de la nación de ser “luz a las naciones”, la fuente de la salvación del mundo.  En el evangelio Jesús llega al desierto “lleno del Espíritu Santo”, que recibió por su bautismo en el río Jordán.  Era acto gratuito de solidaridad con los humanos porque Jesús no necesitaba el bautismo desde que nunca había pecado.

Nuevamente como otros seres humanos Jesús sufre tentaciones maquinizadas por el diablo.  En preparación de su ministerio, Jesús enfrenta los grandes deseos del corazón humano.  Primero, debe vencer los anhelos sensuales representados por la tentación de quebrar su ayuno de cuarenta días.  Segundo, debe someter la ambición para el poder y la gloria en la oferta diabólica del señorío sobre los reinos del mundo.  Finalmente, Jesús tiene que dominar la voluntad humana de manipular a Dios por su propio beneficio.  En cada instante Jesús descarta la tentación con una frase de la Escritura.  Jesús se pruebe coherente de su enseñanza a través del evangelio que los humanos están en la tierra para servir al Señor Dios, no para ser servido.

La solidaridad de Jesús con los humanos aquí en el principio del evangelio seguirá hasta su fin.  En la cruz él mostrará su profundidad cuando padece la muerte como sacrificio del sin pecado por los pecadores.  Solo tal entrega del yo puede redimir a los humanos de hacer su propia voluntad más que la de Dios.  Por eso, Jesús puede decir con toda razón: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

En la segunda lectura de la Carta a los Romanos San Pablo nos asegura que ser incluidos de entre los redimidos por Jesucristo no sea reservado para pocos.  Solo tenemos que someternos a Cristo con un acto de la fe.  Preguntemos: “¿qué pasa con aquellos que nunca ha tenido la oportunidad de conocer a Cristo?”  El Vaticano II nos ha enseñado que todos que buscan la voluntad de Dios con un corazón sincero no serán abandonados.  No va a permitir que los no cristianos que hacen su voluntad perderse.  Pero, como todos, deben humillarse ante Dios.

 

El domingo, 2 de marzo de 2025

VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 2 de marzo de 2025

(Eclesiástico 27:5-8; I Corintios 15:54-58; Lucas 6: 39-45)

VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 2 de marzo de 2025

(Eclesiástico 27:5-8; I Corintios 15:54-58; Lucas 6: 39-45)

El evangelio hoy nos ayuda preparar para el gran retiro anual que la Iglesia ofrece.  Durante la Cuaresma nos ponemos en marcha a una vida espiritual más profunda.  Nuestra meta es ser más libre, más feliz, más inclinados a actuar como Jesús, nuestro compañero en el camino.  Como casi siempre es con los viajes, el peregrinaje cuaresmal procede mejor cuando está bien planificado.

El pasaje de evangelio sugiere el propósito del viaje cuaresmal cuando dice: “El discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro”.  Jesús está invitándonos a aprender de él.  Dijimos “retiro”, pero no es separarnos de nuestras actividades diarias.  Más bien, somos para vivir más conscientes de la presencia de Jesús en nuestras vidas.

Nos indica el evangelio dos áreas de la vida que casi siempre requieren mejoramiento.  Primero, nos urge que examinemos los defectos que nos impiden cumplir nuestras responsabilidades.  Son las “vigas” en la parábola de Jesús que distorsionan la vista de modo que no tratemos a nuestros prójimos con la justicia, a nuestros hijos con la sabiduría, y a todos con el amor apropiado. 

Algunos de estos defectos son individuales.  La codicia, por ejemplo, que es el deseo de acumular cosas, no afectan a todos. Otro defecto con alcance a muchos pero no a todos es la lujuria, el deseo de los placeres ilícitos de la carne.  Hay otras vigas individuales, pero se puede encontrar dos vigas en los ojos de casi todos: el orgullo y la pereza. 

Es difícil hablar del orgullo porque tiene sentido positivo.  No obstante, cuando consideramos el orgullo como la estima exagerada del yo o la fijación primera y ante todo en el yo, el orgullo se vuelve en vicio.  Este tipo de orgullo vale nuestra atención durante los cuarenta días.

La segunda viga que afecta a casi todos es la pereza en la vida espiritual. Muy pocos estos días procuran ser santos.  No es “cool”.   Sin embargo, si creemos en una vida después de la muerte y esperar disfrutarla, debemos hacer un esfuerzo continuo para complacer a Dios.

Las virtudes actúan como lavados para expulsar las vigas de nuestros ojos.  Por eso, promover la virtud es nuestro segundo enfoque durante la Cuaresma.  En el evangelio Jesús refiere a frutos buenos de árboles buenos.  Las virtudes nos hacen en árboles productivos.  Más que acciones repetidas, la virtud es la maestría sobre nuestras acciones de modo que produzcan resultados creativos y provechosos. Las virtudes son muchas, pero vamos a mencionar solo algunas particularmente útiles para quitar las vigas en nuestros ojos.

La fortaleza nos capacita de superar la pereza en faz de un reto.  Estudiantes necesitan la fortaleza durante la semana de examen, y también los santos en la lucha continua para rezar y hacer lo correcto.  La templanza modera los deseos para cosas materiales, sean sexo, alcohol, o mobiliarios para la casa.  Limita los apetitos de modo que no consintamos nuestros antojos. Finalmente, la virtud de la justicia nos dirige a dar a cada uno su deber. La justicia frustra el orgullo por reconocer a nuestras familias, amigos y maestros, la sociedad y Dios mismo como participantes en cualquier éxito que hemos logrado. 

La Cuaresma comienza este miércoles con la distribución de las cenizas.  Ahora es tiempo para nosotros, discípulos de Jesús, de identificar las vigas impidiendo nuestra vista de él y planear cómo eliminarlas.  Que Dios nos bendiga en el esfuerzo.


El domingo, 23 de febrero de 2025

VII Domingo del Tiempo Ordinario

(I Samuel 26:2.7-9.12-13.22-23; I Corintios 15:45-49; Lucas 6:27-38)

El evangelio hoy toca un tema político muy apremiante en los últimos años.  Leído con cuidado, ello puede dirigirnos a un mayor entendimiento de la situación de los inmigrantes y una política para disminuir la crisis.

Jesús está en medio de su “Sermón del Llano” en el Evangelio según San Lucas.  Es la contraparte del más famoso “Sermón del Monte” en el Evangelio de San Mateo.  De verdad, ninguno comprende un sermón completo.  Más bien, los dos son compilaciones de varios dichos de Jesús organizados alrededor de diferentes temas.  En San Mateo Jesús escoge el monte para entregar sus enseñanzas altas sobre la moralidad.  San Lucas reserva los montes para la oración y tiene a Jesús instruyendo las morales en un llano.

Oímos la primera parte del “Sermón del Llano” el domingo pasado.  Jesús anunció cuatro bienaventuranzas consolando a los oprimidos y cuatro “ay” advirtiendo a los opresores.  Ahora Jesús enfoque en el amor divino; eso es, el amor que no busca nada a cambio.  Se da de sí mismo simplemente para ayudar al otro.  Lo sorprendente es que Jesús requiere que sus discípulos practiquen este tipo de amor hacia sus enemigos tanto como sus amigos.

Los enemigos son no solo aquellos que nos dañarían sino también aquellos que amenazan nuestros intereses.  La gente en países ricos a menudo ve a los inmigrantes como enemigos que quieren aprovecharse de los recursos de su tierra adoptada sin contribuir proporcionalmente.  En Italia por muchos años los Roma, a menudo llamados “zincari” (la palabra italiano para “gitanos”), han atraído el oprobio del pueblo.  Se puede ver las mujeres Roma mendigando en lugares públicos con sus niños.  Entretanto, sus hombres tienen la reputación de ser carteristas y ladrones. Generalmente los italianos resienten a los Roma y quieren que sean deportados.  La ética que propone Jesús en el evangelio insta otra postura.  Llama a los discípulos que apoyen a los Roma.  Puede ser en ayuda directa o en contribuciones a las caridades que cuidan a los pobres.

Ahora mismo el mundo entero está enfocado en lo que el presidente de los Estados Unidos hará con los millones de inmigrantes indocumentados en América.  ¿Comenzará deportaciones masivas o limitará extradiciones a aquellos indocumentados que han cometidos crimines?  En este evangelio Jesús se dirige a individuos, no a gobiernos.  Sin embargo, se puede decir que deportar a millones de personas reflejaría una postura de desdén y odio, no de amor.

La segunda parte de la lectura tiene que ver con el tratamiento del prójimo eso es, un conocido que nos pudiera pedir un préstamo.  Según Jesús, deberíamos responder en favor de este tipo de persona, no reaccionar en su contra.  Realmente es la misma respuesta que debemos a los enemigos.  En lugar de preocuparnos por nuestros propios intereses, deberíamos actuar con los verdaderos intereses de las otras personas en cuenta.  En breve, como hijos de Dios, tenemos que tratar a todos como El que bendice a todos.

Sin duda el Evangelio de San Lucas tiene historias y retratos de Jesús exquisitos.  Escuchamos del Hijo Prodigo y del Jesús perdonando al “Buen Ladrón” solamente en este evangelio.  Pero la belleza de las imágenes que el evangelio nos deja no disminuye la vehemencia de las exigencias de Jesús en este evangelio.  De hecho, les aumenta su fuerza porque solo con el amor divino, un amor vehemente que no busca nada a cambio, vamos a hacernos algo realmente bello.  Solo con amor divino, nos vamos a hacer hijos e hijas de Dios.


TEMA PRINCIPAL: Hemos de tratar a todos, incluso a los inmigrantes indocumentados, con el amor divino.

El domingo, 16 de febrero de 2025

VI Domingo Ordinario

(Jeremías 17:5-8; I Corintios 15:12.16-20; Lucas 6:17.20-26

En lugar de reflexionar sobre el evangelio hoy, que examinemos la segunda lectura de la Primera Carta a los Corintios.  No solo vale la atención la carta, sino hoy trata de la cuestión más céntrica del cristianismo: la resurrección de entre los muertos. 

En el principio de la carta San Pablo escribe que había recibido en Éfeso a emisarios de la comunidad cristiana en Corinto.  Dice que ellos reportaron que la comunidad estaba dividida por varias cuestiones tanto de la fe como de las morales.  Porque fundó está comunidad, Pablo se considera a sí mismo como su padre y hará todo necesario paraque no se disuelva en pedazos.  Redacta la carta para corregir los errores de la comunidad y alentar su unidad.

La lectura hoy viene del término de la carta.  Pablo ha tratado varios temas como la unidad, la sexualidad, los dones espirituales, y la Eucaristía.  Ya queda la cuestión de la resurrección.  Algunos miembros de la comunidad han dicho que no hay la resurrección de entre los muertos.  Esta noticia ha disturbado profundamente a Pablo.  No significa solo un malentendido de la fe, sino su trivialización.  Como dice, “Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, es vana la fe de ustedes …”

Si la fe desaparece, desaparecen todas las ventajas que la fe conlleva.  No habría el Espíritu Santo ni la esperanza de la vida eterna.  Los cristianos no tendrían la ayuda para vivir rectamente.  Se harían como las demás gentes, esclavos a sus pasiones, descuidados de los otros, destinados a la corrupción.  Como dice Pablo, “Si los muertos no resucitan, 'comamos y bebamos, porque mañana moriremos'”.

Pero Pablo sabe que la realidad es cosa diferente.  Como ha delineado anteriormente en la carta, la resurrección de entre los muertos queda al núcleo de la enseñanza transmitida por los apóstoles.  No solo esto, sino también Cristo resucitado ha aparecido a él, así como a cientos de otros hombres y mujeres.  Estas apariciones implican su argumento principal para la resurrección de entre los muertos.  Es decir, la resurrección de Cristo, la primicia resucitada de entre los muertos, asegura que el resto de los cristianos, que componen su cuerpo, también resucitarán.  Como escribe: “… así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo”.

Pablo no escribe en la carta que los negadores de la resurrección de los cristianos no crean en la resurrección de Cristo.  Evidentemente ellos dicen que la resurrección de Cristo les ha proporcionado un espíritu de libertad de modo que puedan hacer cualquier cosa que les dé la gana.  Es como si alguien hoy en día, jactándose de ser “salvado”, se sintiera libre para explotar a los demás.   Sin embargo, Pablo en su carta tiene cuidado a decir que la gente solo está en el proceso de ser salvada.  Si no viven la fe, incluyendo las morales, no alcanzarán la salvación.

Hoy en día no falta gente que ha abandonado la fe en la resurrección.  Dan explicaciones científicas para justificar su posición.  Pero hacen el mismo error como fue cometido en el tiempo de San Pablo.  Sin la moderación de las pasiones, que la esperanza de la vida eterna exige, están inclinados a buscar un pretexto para justificar sus excesos.  Que no seamos descarriados por esta sofistería.  Sabemos que el orden natural no permite la resurrección.  Sin embargo, no estamos recurriendo al orden natural cuando hablamos de la resurrección de entre los muertos sino el sobrenatural.  Como Dios se hizo hombre, como Cristo crucificado redimió al mundo, como el Espíritu Santo ha guiado la Iglesia por dos mil años, así pasará la resurrección al final de los tiempos a aquellos que amen a Dios.  Nuestros cuerpos serán resucitados para vivir eternamente con nuestro todopoderoso Señor.