Homilía para el domingo, 22 de julio de 2007

XVI DOMINGO de Tiempo Ordinario

(Génesis 18)

El patriarca Abraham ha gozado de una nueva onda de interés en los años recientes. Con la urgencia de mejorar las relaciones entre religiones, el mundo acredita a Abraham como padre de tres de las más grandes. Los judíos, los cristianos y los musulmanes lo consideran el primero para creer en el único Dios. Sin embargo, no debemos pensar que su fe era perfecta. Al menos una vez le faltó la confianza en el Señor.

Recordamos la historia de Agar e Ismael. Cuando Abraham y su esposa Sara eran viejos sin hijos, urdieron la trama de tener a un hijo por Agar, la criada de Sara. Fue un gran pecado y resultó en mutuos rechazos entre las dos mujeres. Eventualmente, Agar tuvo que irse de la casa de Abraham. En tiempo Dios les concede a Abraham y Sara a un hijo como nos dice la primera lectura de la misa hoy. No obstante, hasta el día actual ha habido la enemistad entre los descendientes de Abraham por Agar (los musulmanes) y sus descendientes por Sara (los judíos).

Hoy día los humanos manifiestan la misma falta de confianza en Dios cuando buscan métodos no naturales para procrear o para no procrear a hijos. Las parejas con problemas de concebir a veces acuden a los médicos para conseguir la fertilización in vitro. Eso es, dejan a los médicos tomar la esperma del hombre y el huevo de la mujer para ser unidas en una probeta y el embrión resultante depositado en el vientre de la mujer. Muchas veces este método falla. Otras veces, produce varios embriones de modo que en el fin se destruya la vida humana. De todos modos lo malo es tratar de concebir a un bebé de manera no natural. De igual maldad es tratar de evitar el embarazo por modos no naturales.

En la lectura percibimos una alternativa para las parejas que no tienen a hijos. Vemos a Abraham y Sara acogiéndose a los visitantes con benigna hospitalidad. Les traen agua para refrescar los pies y les preparan una barbacoa para llenar sus barrigas. Asimismo, los matrimonios que no tienen a hijos, pueden dedicarse a otras personas. Conozco a un matrimonio sin sus propios hijos involucrado en varios proyectos sociales – él es líder de un grupo de oración de hombres de negocio y ella, una nutricionista, dona su tiempo a un banco de alimentos. Por supuesto, matrimonios sin hijos pueden también adoptar a un niño. Sí, existe en el interior de cada persona humana el deseo de dar luz a sus propios hijos, para cuidarlos, y para ver a ellos crecer en hombres y mujeres valientes. Sin embargo, este propósito puede ser cumplido espiritualmente con la atención para los otros.

En el fin de la lectura se predice que dentro de un año Sara y Abraham tendrán a un hijo. De este linaje brotará el redentor de la raza humana -- Jesucristo. Él no sólo nos ganará el perdón por nuestros pecados sino también nos soltará al Espíritu Santo para que nos dediquemos al bien de los otros. Él no tendrá a ningún hijo físicamente pero nosotros lo vemos como un hermano que nos ha hecho espiritualmente hijos de Dios.

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