El domingo, 13 de noviembre de 2011

EL XXXIII DOMINGO ORDINARIO

(Proverbios 31:10-13.19-20.30-31; Tesalonicenses 5:1-6; Mateo 25:14-30)

Cuando se dice “el Día del Señor”, ¿en qué pensamos? A lo mejor, las palabras nos recuerdan del día domingo. Pensamos en levantarse tarde, en comer carnitas, y en ver el fútbol. Pero no es que todas tengan un concepto tan tranquilo para “el Día del Señor”. En la Biblia paradójicamente “el Día del Señor” provoca miedo. Pues es el día en que Dios va a mostrar su poder.

Particularmente los profetas hablan del “Día del Señor” como la vindicación de Dios por todos los caprichos que los hombres han tramado. Es el tiempo del castigo al pueblo Israel por su infidelidad a la Alianza. Así el profeta Amós dice que en el día del Señor los ricos huirán del león sólo para encontrar el oso por haber defraudado a los pobres. También otras naciones van a ser juzgado en el Día del Señor. El profeta Joel dice que Egipto va a quedar en ruinas por su mal tratamiento del pueblo Judá.

En el Nuevo Testamento Jesús advierte del día de la venida del Hijo del Hombre con las mismas imágenes espantosas que usan los profetas. Dice que será precedido por guerras y terremotos. Cuando venga, será tan repentino como el diluvio que lleva al condenado a la ruina antes de que asegure sus pertenencias. Pero no todos van a ser perdidos. Según el Señor, quedarán los justos para ser rescatados. Pablo retoma el tema en la Carta de que hemos leído ahora. Amonesta a los tesalonicenses que no sean sorprendidos por la venida del Señor. Más bien, tienen que ponerse en espera a recibirlo por vivir rectos como columnas.

Pablo tiene en cuenta que la venida del Señor tendrá lugar pronto. Sin embargo, ha sido casi miles de años desde que vivió, y todavía el Señor no ha llegado definitivamente. Nos deja con el interrogante: ¿va a venir Jesús en verdad o es la predicción de su retorno sólo una manera de motivarnos a ayudar al prójimo y no robarlo?

Cada Adviento renovamos nuestra creencia en el retorno del Señor. Nos damos cuenta de que es mejor que no venga en nuestra época porque muchos se han emprendido en caminos de orgullo, codicia, y rencor. Sin embargo, en un sentido Jesús nos regresa diariamente en los sacramentos. Está aquí en esta misa para fortalecer nuestra flaqueza. Nos convence que cuando venga en gloria al final de los tiempos, va a atraer a todos a sí mismo para que se arrepientan muchos.

Ahora tenemos que resistir a los profetas antipáticos que predicen el fin del mundo pronto. Un comentarista de radio dijo que el Señor vendría en mayo del año actual. Otros declaran que el mundo tendrá fin en diciembre del año 2012 cuando el calendario maya supuestamente termina. Aunque es posible que algunos se recapaciten sus modos erróneos por estas tonteras, en fin no sirven bien. Cuando se percibe que no se presenta el Señor en el día indicado, la misma genta va a sentir desengañada. Entretanto aquellos que tienen desdeño para la religión van a reírse de ella aún más. Siempre tenemos que recordar lo que dice Jesús en el evangelio: “Por lo que se refiere a ese Día y cuando vendrá, nadie lo sabe…solamente el Padre.”

En la costa de California existe una de las maravillas de la creación. Las sequoias se levantan al cielo como columnas. No es que se vengan y se vayan pronto. No, se quedan allí por cientos de años como si se pusieran en espera de la venida de alguna persona. Así nosotros vivimos rectos preparándonos para la venida del Señor. La gente no nos mira con codicia ni rencor. Más bien por vernos se da cuenta que ahora es tiempo para arrepentirse de sus caprichos. Ahora es tiempo para retornar al Señor.

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