El domingo, 15 de enero de 2012

II DOMINGO ORDINARIO

(I Samuel 3:3-10.19; I Corintios 6:13-15.17-20; Juan 1:35-42)

"¿Qué hay en un nombre?" pregunta Shakespeare. "Mucho", podríamos contestar. Los nombres y títulos no sólo identifican a personas sino las describen también. Ciertamente es el caso del doctor Martin Luther King. Por el nombre que le pusieron, se sabe que sus padres deseaban que su hijo se hiciera predicador. Además, el título "doctor" indica que era persona culta. Y al mencionar que era "laureado Nobel", se le distingue como hombre reconocido a través del mundo. Se aprovechará examinar los nombres y títulos usados para el guía de Martin Luther King lo cual encontramos en evangelio hoy.

Estamos tan acostumbrados a oír el nombre "Jesús" que olvidemos su significado. En hebreo "Jesús" quiere decir "Dios salva". "¿Nos salva de qué?" querremos preguntar. "Del pecado y sus consecuencias" es la respuesta exacta. Pecamos por dejar nuestras pasiones sofocar el juicio mayor. Al 31 de diciembre estaba en la calle un joven caminando borracho. A las nueve de la noche la embriaguez no estuvo causada por celebrar la entrada del año nuevo sino, con toda probabilidad, por la incapacidad de detenerse después de dos tragos. Todos nosotros susceptibles a un deseo excesivo – más bien, un pecado - semejante. Algunos se explotarían de otras personas sexualmente como si fueran muecas hechas para su entretenimiento. Otros mentirían en lugar de sufrir la pérdida de prestigio. A otros no les importaría abusar a un ser querido con palabrotas. Jesús nos salva de estos y otros géneros de pecado.

Sólo es justo a preguntar: "¿Cómo nos salva Jesús?" El evangelio nos indica la dinámica por los varios títulos dados a él. En primer lugar, es "rabí", eso es el que enseña. En este Evangelio según san Juan, Jesús nos instruye a amar a los demás como él nos ha amado. Un sabio distingue este modo de amar del amor para el prójimo como amamos a nosotros mismos. Muchas veces amamos a nosotros mismos en modos atroces. A lo mejor el joven borracho trataba de amar a sí mismo por saturarse con alcohol. Asimismo la mujer que aborta a su hijo porque habría sido inconveniente criar un niño también no ama a sí misma adecuadamente. Amamos al otro como Jesús nos ha amado cuando vamos más allá que la justicia exija para asegurar lo mejor para el otro. La mujer que telefonea a dos amigas para reconciliarlas a una y otra después de que se discutieron está imitando el amor de Jesús.

Estamos capaces de amar como Jesús no sólo porque él nos enseña sino también porque nos libera del egoísmo. Juan el Bautista lo llama "Cordero de Dios" porque se dará a sí mismo como rehén en cambio de nuestra libertad. Para apreciar este título tenemos que recordar la historia de los hebreos en Egipto. Cuando Faraón no les permitió irse al desierto, Dios mandó la décima plaga, la muerte de todos los primogénitos. Pero los hijos hebreos fueron escatimados de esta pena por la sangre del cordero rociada en las puertas de sus casas. La sangre de Jesús derramada en la cruz tiene aún más poder para aquellos que se arrepienten de sus pecados por las dos naturalezas que él tiene. Como hombre, Jesús representa a nosotros delante de Dios Padre. Como Dios, su sacrificio no tenga ninguna huella de egoísmo de modo que valga para derrotar las fuerzas pecaminosas que nos han tenido cautivos.

Por llamarle "Mesías", Andrés sugiere que Jesús cumple el plan antiguo de Dios para salvar al mundo. Se le prometió al gran rey David que un descendiente reinara para siempre ganando todas las naciones bajo su soberanía. Ahora el momento ha llegado. Pero no por las hazañas de un cacique militar sino por la entrega de un Servidor Doliente Jesús logra esta finalidad. Viene curando a los enfermos, abriendo los ojos de los ciegos, y anunciando buenas noticias a los pobres. Interpretado para nosotros hoy día, el Mesías asegura que no es necesario buscar la salvación en otra persona u otra cosa. Barak Obama no va a salvarnos. Ni la plata, ni el placer, ni el poder van a ganarnos la felicidad. Sólo por mantenernos fieles al Mesías de Dios vamos a alcanzar nuestro destino. Olvidándolo, vamos a caminar borrachos en una forma u otra.

En el evangelio Jesús no sólo es llamado por diferentes nombres sino le llama a Simón por otro nombre. De ahora en adelante será "Kefás” o “Pedro" porque como una piedra dará apoyo a los demás discípulos. De igual manera nosotros somos llamados por otro nombre. No somos distinguidos sólo por el nombre de la familia o del país de origen sino por lo que se ha hecho el segundo nombre para Jesús: eso es, “cristianos”. Este nombre nos identifica como ungidos para cumplir la misión de nuestro Salvador. Hemos de detener los deseos excesivos para el placer y el poder. Hemos de alcanzar más allá que la justicia. Hemos de amar como Jesús nos ha amado.

2 comentarios:

nicolas acosta dijo...

Dios le bendiga y es muy cierto lo que dice la lectura. GRACIAS!!!!!!!

Armando dijo...

Muy acertado el comentario.