El domingo, 8 de julio de 2012

XIV DOMINGO ORDINARIO

(Ezequiel 2:2-5; II Corintios 12:7-10; Marcos 6:1-6)

Nos cuesta regresar a casa. Eso es, no es fácil volver a nuestro pueblo después de alejarnos por mucho tiempo. Una novela trata de un hombre regresando a su pueblo donde minar carbón es la única industria. Ha estado en la ciudad por varios años, primero estudiando, entonces trabajando y criando su familia.  ¿Lo aceptarán sus paisanos como héroe que hizo bien en el mundo? O ¿lo rechazarán como traidor por abandonar su lugar de origen?  Se ve la misma tensión en el evangelio hoy con Jesús en Nazaret por la primera vez en un buen rato.

El pasaje no describe cómo Jesús predica ni lo que dice. Sin embargo, podemos imaginarlo hablando con toda la confianza de un catedrático y toda la sensibilidad de una nodriza. Expresa el amor de Dios hacia el mundo, y la necesidad de responder con la justicia. Básicamente es el mensaje que queremos relatar a nuestros hijos: que Dios nos ha creado y le debemos nuestro mejor. Como lo mínimo tenemos que asistir en la misa dominical y durante la semana tratar a todos como queremos ser tratados.

Aunque parece básico este mensaje, muchos padres se vuelven frustrados comunicándolo a sus hijos. Cuando les piden que vayan a misa, los muchachos a menudo reaccionan como si sus padres fueran de otros planetas. Les parecen irrelevante la religión y caduca la moral católica. "No" - responden - "Jesús tenía que ser Jesús y yo tengo que ser yo". No es muy diferente del rechazo que Jesús recibe en el evangelio. Otra vez se puede imaginar lo que está teniendo lugar: "Este es Jesús, el carpintero" - hablan sus paisanos entre sí - "¿por qué él quiere fingirse como un profeta?"

Jesús no puede hacer ningún milagro en Nazaret porque la gente no lo ve como actuando en el nombre de Dios. Al contrario, todo lo que hace en sus ojos es tan ordinario como el calor del sol. Para ellos sus curaciones son como la aspirina para la gripa - eso es, lo que el médico ordena. Así muchos consideran la Iglesia un negocio y no como el signo de la presencia de Jesús en el mundo actual. Vienen a la parroquia pidiendo el Bautismo como si fuera una vacuna y la quinceañera como el pretexto para una fiesta. Piensan que pueden escoger entre las enseñanzas como si fueran las verduras en el bar de ensalada.  “Si” – dijeran – “creo en la Inmaculada Concepción de María pero no creo que la Confesión sea necesaria”.

Es para nosotros - católicos comprometidos - cambiar esta visión equivocada. Nuestro propósito aquí no es tanto regañar a nuestros muchachos sino mostrarles la felicidad de acompañar a Jesús. Esto es en breve lo que significa la "Nueva Evangelización". En vez de reprochar a nuestros hijos con amenazas, queremos mostrarles lo que significa la presencia del Señor en nuestras vidas. En lugar de practicar la fe por hábito, tenemos que explicarles la razón de no ver la pornografía y siempre decir la verdad.  Un hombre vino a un retiro con su hijo. Porque el retiro tuvo lugar en un monasterio, los dos casi no hablaron por cinco días. Pero no hubo necesidad de palabras porque el muchacho podía mirar el amor que tiene su padre para Jesús.  Se puede ver la misma transmisión de la fe en las reuniones de oración donde los niños acompañan a sus padres. Los niños se sientan en la orilla del salón viendo el amor de sus padres para el Señor mientras hacen sus tareas de escuela.

Es el Día de Acción de Gracias. La madre de la familia no regaña a su familia; más bien les transmite la fe.  Les dice: “Antes de tener la comida en su casa, todos iremos a misa entonces al salón parroquial para servir pavo a los pobres”. No le importa si o no quieran hacerlo. Es simplemente lo que deberían hacer para poner en práctica la fe que profesan.  Es simplemente poner en práctica la fe.

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