El domingo, 27 de octubre de 2013


TRIGÉSIMO PRIMERO DOMINGO ORDINARIO

(Eclesiástico 33:1-7.17-18.19.23; II Timoteo 4:6-8.16-18; Lucas 18:9-14)


Dos manos juntas apuntando arriba: todos nosotros reconocemos su significado.  Parece que la oración es propia de los hombres tanto como la misericordia es asociada con Dios.  Sin embargo, Jesús – nuestro Dios - reza através  del  evangelio.  Particularmente el Evangelio según San Lucas, de lo cual hemos leído en la mayoría de domingos este año, retrata a Jesús constantemente orando.  No sólo reza en el Monte de los Olivos y en la cruz sino también cuando el Espíritu Santo desciende sobre él después de su bautismo, antes de escoger a los doce apóstoles, y cuando se transfigura en la montaña.  En los pasajes evangélicos de hoy y del domingo pasado, Jesús comenta en cómo nosotros hemos de orar.

Hace ocho días Jesús explicó que deberíamos rezar hasta que casi nos desmayemos de agotamiento.  Parece suficiente a los laicos que recen un rosario y a los religiosos que digan la liturgia de las horas.  Nos ponemos contentos con la oración por nuestros seres queridos difuntos al Día de los Muertos y por los pobres el Día de la Acción de Gracias.  Pero en comparación con la recomendación de Jesús todo esto es sólo oración-light.  Más de acuerdo con el propósito de Jesús es lo que dijo un anciano predicador negro: “Hasta que hayas estado tocando la puerta cerrada por años con los nudillos sangrando, no sabes lo que es la oración”.

En el evangelio hoy Jesús nos informa de la postura apropiada para la oración.  Indica que no deberíamos rezar como el fariseo en su parábola.  Aunque parece tan digno como el director de un colegio con espalda recta y suaves palabras en su boca, su oración tiene todo el mérito de una cucaracha.  Es completamente fijada en sí mismo.  Se comporta como un adolescente en Facebook buscando “likes” cuando cuenta a Dios como si Dios no viera todo: “…no soy como los demás hombres…Ayuno dos veces…” y “pago el diezmo…”  Más bien, Jesús quiere que imitemos al publicano – eso es, el cobrador de impuestos – que se acerca a Dios como alguien en necesidad de la misericordia.  A lo mejor haya hecho actos vergonzosos como, por ejemplo, estafar a viudas impuestos que no debían.  Ciertamente su arrepentimiento tiene que incluir la voluntad de detener estas injusticias.  Pero ¿no es que muestre esta intención para cambiarse por golpear el pecho?  Asimismo nuestra postura ante Dios debería ser una de humildad, al menos en el inicio.  Tenemos que reconocernos como pecadores y pedirle a Dios el perdón.

Pero en verdad Dios no quiere que seamos exclusivamente ni formales ni contritos en la oración.  Más bien según Jesús hemos de llamarlo “Padre” porque nos ama aún más que nuestros padres.  De nuevo siguiendo a Jesús, podemos pedirle a Dios Padre cosas tan ordinarias como el “pan de cada día” – entre miles de necesidades, la paciencia para cuidar a los niños con la atención, un aumento de salario para poder dejar el segundo trabajo, aun un día de sol para merendar en el parque.  Pero Jesús insiste aún más que no faltemos a solicitarle cuando sentimos que estaríamos cayendo “en tentación” de abandonar la fe si no recibimos Su apoyo.  Puede ser cuando nuestra hija se pone gravemente enferma o cuando hemos perdido el trabajo con pagos de casa debidos mensualmente.  Definitivamente en momentos como estos queremos ponernos de rodillas para orar.

La muchacha extiende el brazo con camera en la mano para tomar una foto de sí misma.  Si o no piensa en hacerlo, está mostrando la postura de la persona fijada en sí misma.  La muchacha puede ser cualquier de nosotros en el mundo contemporáneo.  Por eso, nuestro acto de penitencia al principio de la misa debería ser más que golpear el pecho.  Debería incluir una oración sincera de arrepentimiento.  Por pensar principalmente en nosotros mismos debemos a Dios el arrepentimiento. 

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