El domingo, el 29 de junio de 2014

LA SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES

(Hechos 12:1-11; II Timoteo 4:6-8.17-18; Mateo 16:13-19)

Lionel Messi de Argentina y Neymar de Brasil son dos de los mejores jugadores en la competición de Copa Mundial.  Si la selección de sus países va a ganar el trofeo, será por la brillantez de su actuación.  Los dos se juntan fuerzas para el equipo de FC Barcelona cuando no toman parte en partidos internacionales.  No cabe duda que hacen Barcelona como un equipo bien formidable.  Hoy celebramos a dos santos del mismo equipo cuya fama se extiende mucho más que la de Messi y Neymar.

San Pedro y San Pablo fueron personajes de distintos orígenes pero con una cualidad común – el llamado por Jesucristo a ser su apóstol.  Pedro vino de la clase trabajadora.  No hay razón de pensar que estudiara mucho.  Sin embargo, evidentemente tuvo una lengua de oro. Animado por el Espíritu Santo, su sermón en el día de Pentecostés según los Hechos de los Apóstoles convirtió a tres mil hombres.  Pablo, en contraste, fue un hombre bien culto pero evidentemente tuvo dificultad en predicar.  “¿Que mi oratorio deja mucho que desear?”-- pregunta Pablo en la segunda carta a los Corintios – “Tal vez; pero no mi conocimiento…” (II Cor 11,6).

Pablo, nativo de Tarso, una colonia romana, fue ciudadano del imperio.  Puede ser que por esta razón amonestó a los cristianos a obedecer al emperador.  En su Carta a los Romanos, por ejemplo, cargó a los romanos que se sometieran a las autoridades públicas.  Al otro lado Pedro hizo la reserva necesaria a ese dictamen cuando proclamó al Sanedrín, el consejo supremo de los judíos: “Hay que obedecer a Dios antes de que a los hombres” (Hechos 5,29).  Ciertamente Pablo se probó a sí mismo de acuerdo con Pedro por preferir el martirio a dar culto a los dioses paganos como el imperio romano mandaba. 

Ahora la Iglesia en muchas partes se encuentra en una lucha con la sociedad sobre la cuestión de quien merece la lealtad – las autoridades o Dios.  En los Estados Unidos el gobierno desea que las diócesis junto con algunas entidades privadas provean servicios para sus empleados que creen malos.  Precisamente el gobierno ha mandato que los empleadores compren seguros que proveen a las mujeres anticonceptivos incluso los tipos que causen abortos.  En un nivel más común la sociedad está presionando a todos nosotros para que conformemos con sus normas cada vez más hedonista.  Hace poco el director de una empresa cibernética tuvo que renunciar a su puesto por haber expresado su opinión en contra del “matrimonio gay”.  Igualmente preocupante, los medios de comunicación, a veces en conjunto con las instituciones académicas, entregan a los jóvenes un mensaje inmoral. Indican en diferentes maneras que está bien tener la intimidad sexual fuera del matrimonio con tal que se use un preservativo para evitar, en su modo de pensar, “problemas”. 

Para despertar a los católicos de la amenaza del gobierno en los asuntos religiosos los obispos americanos han lanzado hace dos años los “quince días por la libertad”.  Quieren que en las dos semanas conduciendo a la celebración de la independencia del país todos los católicos se den cuenta de que el gobierno está minando un principio constitucional por forzar una institución o un individuo a hacer algo en contra de su conciencia.  Los jerarcas saben que adherir a los principios morales y católicos no disminuye la lealtad cívica sino la apoya.  En esto los obispos tienen a figura no menos significante que George Washington como testigo en su defensa.  Al despedirse de la presidencia, George Washington escribió a la nación: “Entre todas las disposiciones y hábitos que conducen a la prosperidad política, la religión y la moralidad son apoyos indispensables”.

Se dice que el yin y el yang son fuerzas aparentemente contrarias pero en realidad complementan uno y otro.  Al tener el yin sin el yang será incompleto, deficiente. Sería como tener a Pedro sin Pablo o a Pablo sin Pedro en la Iglesia primitiva.  Se necesitan los dos para cumplir la historia.  La Iglesia es tanto de los trabajadores como de los cultos, tanto leal a las autoridades públicas como, y sobre todo, leal a Dios.  Que siempre seamos así: leales a las autoridades pero sobre todo a Dios.

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