El domingo, 22 de marzo de 2015

EL QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

(Jeremías 31:31-34; Hebreos 5:7-9; Juan 12:20-33)

Se dice que la Guerra Revolucionaria Americana comenzó con una señal.  Según la historia, dos faroles en la torre de una iglesia avisaron a los colonos de la venida de las tropas británicas.  Entonces los americanos se prepararon a batallar con el ejército del rey por la primera vez.  En el evangelio hoy san Juan habla de una señal que comenzó el evento de nuestra salvación.

Jesús está con sus discípulos en Jerusalén.  Vienen dos griegos para verlo.  Una vez Jesús dijo que cuando está levantado en la cruz, traerá a todos a sí mismo.  Ahora con estos foráneos Jesús sabe que la hora de la entrega de sí mismo ha llegado.  Es tiempo de darse para mostrar el amor de Dios Padre por el mundo.  Es la situación del hombre y de la mujer cuando los huéspedes llegan para su matrimonio.  Están para lanchar no sólo une nueva época de sus vidas sino una nueva vida distinta.

¿Cómo podríamos describir la vida matrimonial?   El Libro de Génesis dice que el matrimonio es la unión de un hombre con una mujer de modo que sean una sola carne. Pero la relación no es simplemente física de modo que los dos puedan atarse a uno y otro y desatarse como tractor y remolque.  No, los dos deberían unirse emocional y espiritualmente en una muerte al yo para el bien de la realidad nueva.  De este modo el hombre y la mujer se forman la base de una familia estable.  En el evangelio Jesús compara la muerte que él va a aguantar también como el comienzo de algo más grande.  Dice que el grano de trigo tiene que morir para producir mucho fruto. Su crucifixión va a llamar a todos para formar la comunidad de los salvados viviendo en su amor.

Entonces Jesús dice que tiene miedo.  Sabe lo que le pasará: no sólo la muerte sino la traición, el deprecio, y la tortura.  Va a soportar uno de los modos más horribles de ejecutar a una persona que jamás se ha inventado.  En los tiempos contemporáneos los matrimonios también enfrentan grandes retos.  Las parejas cohabitantes se burlan de los matrimonios.  Dicen por acciones si no por palabras que uno es tonto si quiere enredarse en un matrimonio cuando se puede disfrutar del sexo con ningún compromiso.  Ahora con el “matrimonio homosexual” el estado está apoyando la ficción que el matrimonio es creación de los hombres de modo que pueda ser manipulado en cualquiera manera.  Si quieren tener matrimonios entre un hombre y dos mujeres o una mujer y tres hombres, está bien.  Si quieren tener un matrimonio entre un hombre y una perra, también es posible, con la aprobación de las cortes.

Puede ser que los matrimonios cristianos no puedan detener este tsunami contra la naturaleza del matrimonio.  Pero por Dios tienen que proclamar la verdad.  Son los pobres que sufren con el deterioro del matrimonio.  Es mucho más probable que ellos tienen hijos fuera del matrimonio y que divorcian dejando a niños sin los dos padres para guiarlos a la madurez.  En el evangelio, Jesús tampoco puede escatimarse de la prueba que viene.  Él va a cumplir la voluntad de su Padre Dios que muestre Su amor al mundo, cueste lo que cueste.  Sólo quiere que los hombres y mujeres reconozcan esto amor y le den la gloria a Dios.

Como una confirmación de todo lo que dice Jesús se oye una voz del cielo.  Dios siempre ha sido glorificado por la obra de Su Hijo y va a ser glorificado de nuevo cuando lo crucifiquen y Él lo resucite de la muerte.  Así se oye la voz de la Iglesia en favor de los matrimonios luchando para mantener la dignidad de su estado.  Hace cinco años el cardinal Jorge Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires, llamó el matrimonio homosexual como una amenaza a la identidad y la sobrevivencia de la familia.  Ahora como el papa Francisco él no va a cambiar su planteamiento. 

El verano pasado un matrimonio fue a visitar Roma.  Habían tenido problemas pero se decidieron a quedar unidos.  Entonces dieron a luz a un bebé que les acompaño a Roma.  Cuando el papa Francisco divisó a la familia en la plaza de San Pedro, paró su carreta para besar al bebé.  Demostró el amor de Dios no sólo para la criatura sino para el matrimonio.  Demostró el amor de Dios para el matrimonio.

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