TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO
(Sabiduría
6:12-16; I Tesalonicenses 4:13-18; Mateo 25:1-13)
“Hacer
una buena acción diaria” es un pedazo de la sabiduría enseñado a los
Scouts. ¿Quién duda que nuestra sociedad
fuera lugar más agradable si todo el mundo lo practicaría? Como dice la primera lectura de toda
sabiduría, la frase brilla como una joya “radiante e incorruptible”. También el dicho tiene que ver con el
evangelio hoy que habla de lámparas de aceite.
En el
Evangelio según San Mateo una luz brillante significa buenas acciones. Recordamos cómo en el Sermón del Monte Jesús
instruye a sus discípulos: “Hagan brillar su luz delante de todos para que
ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el
cielo”. Ciertamente los hechos hablan
más fuertemente que las palabras. El
papa Francisco ganó los corazones de las multitudes no con palabras elocuentes sino
con sus acciones abnegadas. ¿Quién no
podría quedar impresionado al ver la foto de Francisco un poco después de su
instalación besando la cabeza completamente desfigurada del hombre?
Ya en el
evangelio hoy Jesús cuenta de las diez vírgenes. Cinco de ellas se consideran sabias supuestamente
porque llevan bastante aceite para mantener sus lámparas encendidas. Pero las lámparas encendidas son símbolos que
ellas han cumplido muchas obras buenas. Tal vez ellas hayan visitado a los
huérfanos o alimentado a los desamparados.
Entretanto a cinco chicas les falta el aceite. Éstas no han hecho nada para brillar
“radiantes e incorruptibles”. Si fueran vivas hoy, ellas serían las muchachas
que desgastan el tiempo en los medios sociales, preocupadas si les quieren los
demás.
Deberíamos
pensar en las bodas a las cuales se admiten las cinco vírgenes previsoras no
sólo como las bodas de un tal Juan y una tal Dora. Más bien, en el evangelio las bodas tienen un
matiz más grande. Significan el banquete
celestial a la cual Jesús invita a sus elegidos. Como dice la segunda lectura, es el
“encuentro del Señor” donde “estaremos siempre con él” como sus esposas.
Un cine
da pista de la verdad de este evangelio.
Una hermana y un hermano enfrentan una situación retadora. Su padre, que les trataba mal en su niñez, ya
queda desamparado. Porque los abandonó
años anteriormente, los dos hermanos andan lastimados en sus vidas
personales. La mujer está involucrada en
una relación adúltera y su hermano no puede comprometerse a su novia. No obstante, los dos cooperan para darle el
apoyo necesario a su padre hasta que muera.
Al final de la película las vidas de los dos han mejorado
significativamente por su obra buena. La
mujer ha renunciado la relación pecaminosa, y su hermano parece listo para
casarse con su novia. La buena obra que
han hecho por su papá ha resultado en un estado dichosa para los dos.
Sí es
cierto estamos o bien ocupados o bien cansados para hacer buenas obras. Tememos que intentar hacerlas vaya a agobiarnos
despiadadamente. Pero la verdad es a
menudo el contrario. Por esforzarnos a
hacer buenas acciones, los resultados nos facilitan la vida. Nos salva de la tentación de quedar
preocupados si los demás nos quieren. Más
al caso, no quedamos sólo preocupados y no solícitos por los demás. Aún más importante, nos hace posible
encontrar al Señor. Pues Jesús no
abandona nunca a aquellos que hacen su voluntad.
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