El domingo, 3 de diciembre de 2017

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO, 3 de diciembre de 2017

(Isaías 63:16-17.19.64:2-7; I Corintios 1:3-9; Marcos 13:33-37)

Hay algo malicioso acerca del tiempo nocturno.  Los ladrones rondan las calles en la noche.  También las prostitutas salen entonces para vender el uso de sus cuerpos.  Las borracheras suelen comenzar en la noche y también los pleitos.  En el evangelio según san Marcos Jesús muere cuando el día se hace como la noche. Porque la noche es tan asociada con la maldad, sirve como símbolo del mundo hoy en día.

No hay necesidad de listar todas las malicias que afectan nuestra sociedad.  No obstante, se puede decir que el Internet ha agravado la situación.  No es sólo la pornografía.  Las mentiras y engaños se despegan  desmesuradamente en Facebook y otros medios sociales. Quedamos como los judíos en la primera lectura preguntándose: “¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus mandamientos…?”  También como ellos, pedimos a Dios que rasgue los cielos y baje a nosotros.  Lo necesitamos para salvarnos de la codicia, lujuria, y odia que nos rodean.

Levantamos esta súplica particularmente durante este tiempo de Adviento.  Un motivo es los excesos que siempre acompañan las festividades navideñas.  Pero más al fondo es el sentido que el fin – sea individual o sea global - nos acerca con las sombras largas de diciembre.  Con toda razón sabemos que nos hace falta la ayuda de arriba para reparar las injusticias.

En el evangelio Jesús nos imparte su repuesta. Él va a llegar para resolver la situación.  En este evangelio de Marcos Jesús hace hincapié en la parte del día se su venida.  Será precisamente durante la noche cuando los males están en vigor.  Viene para premiar a aquellos que hacen su voluntad mientras los demás pierden en el caos que han creado. Nos deja instrucciones: “’Velen y estén preparados’”.  Eso es, tenemos que esperarlo siempre por poner en orden nuestros asuntos, sean de la casa o sean de la comunidad de fe.   

Nuestros hogares deben ser escuelas de respeto, amor, y devoción.  El papa Francisco nos da la clave para que sean así.  Dice: “…nunca hay que terminar el día sin hacer las paces en la familia”. Y ¿cómo hacemos esto?  El papa mismo responde: “Basta una caricia, sin palabras”.  Nuestras parroquias, por su parte, tienen que ser no sólo centros de culto, apoyo, y catequesis sino también fuentes de servicio a los pobres.  El párroco de una comunidad latina del distrito federal está pidiendo a su gente que recojan regalos navideños por una comunidad en Guatemala.   Les dice que en los EEUU aun los “pobres” no saben lo que es la pobreza. 

En la segunda lectura san Pablo recuerda a los corintios que tienen los recursos para cumplir esta misión.  Por los dones que el Espíritu Santo les concede, pueden mostrar fácilmente el cariño y la generosidad.  Para aprovecharse aún más de estos dones, queremos rezar al Espíritu que nos enseñe los modos de Jesús.  Todos nosotros conocemos las palabras de la “Oración de San Francisco”: “Hazme un instrumento de tu paz…”


El Adviento comienza hoy con la esperanza del regreso del Señor.  Sin embargo, a lo mejor Jesús no vendrá este año.  Más bien la temporada terminará como en el pasado con la celebración de su nacimiento hace dos milenios.  Pero esto no debería desilusionarnos.  Por cumplir actos de cariño y servicio la noche de maldad habrá disipado un poco. Quedaremos sintiendo la presencia de Jesús aun si no lo vemos. La estrella navideña brillará sobre nosotros como nunca antes.  La estrella navideña brillará sobre nosotros. 

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