El domingo, 7 de octubre de 2018


EL VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO

(Génesis 2:18-24; Hebreos 2:8-11; Marcos 10:2-12)

Los medios de comunicación han estado reportando mucho sobre las relaciones sexuales.  Por la mayor parte han expuesto a la luz las violaciones y acosos.  Sí la violación es un crimen que vale la condenación rotunda.  Los violadores deberían ser aprisionados.  El acoso también tiene que ser desarraigado.  Pero la cuestión va más allá que el acuerdo entre la mujer y el hombre para tener relaciones íntimas.  Tiene que ver con el propósito del sexo.  Las tres lecturas de la misa hoy tocan este tema que con toda razón nos interesa mucho.

La primera lectura nos informa dela creación de la mujer en forma descriptiva.  Dice que la mujer es creada para ser la compañera del hombre.  Indica que ella es diferente del hombre pero es de la misma dignidad porque es formada de su costilla.  El cuerpo de ella es estructurado para recibir al hombre.  Ello toma la semilla del hombre para concebir y nutrir a otra persona humana.  Para proteger a ella misma y sus criaturas ella tiene que decir “no” a las insinuaciones de hombres no lícitas.  Si el hombre no tiene el propósito de mantenerse con la mujer para cuidar ambas a ella y a sus hijos, él no tiene un lugar junto con ella.

La segunda lectura no trata directamente al tema del sexo.  Sin embargo, nos afirma que Dios envió a Jesucristo como ser humano para santificar a todos los hombres y mujeres.  Ha estado aquí con nosotros por dos propósitos.  En primer lugar quería enseñarnos la voluntad de Dios y su plan para nuestra felicidad eterna.  Segundo, se presentó para ofrecerse como el sacrificio perfecto que quita nuestros pecados.

En el evangelio Jesús corrige la posición distorsionada de la Ley que permite el divorcio.  No está criticando la ley sino diciendo que el permiso del divorcio era una concesión de parte de Dios para facilitar la vida de los hombres.  Sin embargo, ya ha llegado el Reino de Dios de modo que Su voluntad en el principio tenga que ser respetado.  Dice Jesús que no más se puede tolerar el divorcio.  Los dos – el hombre y la mujer – forman “una sola cosa” no por instante sino hasta la muerte.

Desde siempre ha habido transgresiones de la voluntad de Dios.  Hombres han estado capaces de forzar a sí mismos en las mujeres.  A veces las mujeres habían consentido en estas insinuaciones con la esperanza que los hombres formaran relaciones permanentes.  Pero desde la introducción de las píldoras anticonceptivas relaciones íntimas entre los no casados han multiplicado considerablemente.  El resultado no ha sido beneficioso para la sociedad.  Con el uso extendido de la píldora ha habido millones y millones de niños abortados.  El divorcio con toda la miseria de traición y separación ha aumentado.  También ha aumentado el porcentaje de enfermedades transmitidas sexualmente.  Lo que ha disminuido es la tasa de nacimientos bajo el punto de reemplazamiento.  Por esta razón las grandes culturas de varias naciones occidentales están siendo amenazadas con la disminución.

¿A quién le importan todos estos índices morbosos?  Muchos parecen contentos mientras pueden tener el placer del sexo siempre en su alcance.  Pero a la Iglesia le importan.  Le importan porque la Iglesia quiere ayudar a los hombres y mujeres desarrollarse como personas por relaciones permanentes, amorosas e integrales.  Le importan porque quiere apoyar a los padres criar a los niños en hogares del amor verdadero.  Le importan porque quiere guiar a toda la humanidad en el camino de la felicidad eterna con Dios. 

Porque le importan la Iglesia instruye que las relaciones íntimas son buenas sólo en el contexto de una unión permanente y abierta a la procreación en cada acto conyugal.  Porque le importan la Iglesia insiste en la prohibición del divorcio en conforme con Jesús en el evangelio hoy.  Porque le importan sigue enseñando estas cosas a pesar de las críticas tiradas a los sacerdotes que han actuado deplorablemente.  Porque le importan la Iglesia reza que todos los hombres – tanto los no fieles como los fieles – la escuchen.

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