XXIII
DOMINGO ORDINARIO
(Sabiduría 9:13-19; Filemón 9-10.12-17; Lucas 14:25-33)
La segunda
lectura y el Evangelio de hoy nos desafían a ser mejores cristianos al
cuestionar nuestro compromiso con el Señor Jesús. De esta manera, se hacen eco
de una de las obras más proféticas del siglo XX, El Precio de la gracia,
escrita por el pastor alemán Dietrich Bonhoeffer. Justo antes de la Segunda
Guerra Mundial, Bonhoeffer advirtió al pueblo alemán que ser cristiano
significa oponerse a la injusticia, como la que ocurría en el régimen de
Hitler. Dijo que uno no puede simplemente declararse creyente, rezar unas
cuantas oraciones y esperar la vida eterna. Llamó a esta forma de abordar la fe
"gracia barata". Hoy podríamos decir "cristianismo light",
que no puede salvar. Con esta perspectiva, interpretemos el Evangelio y apliquémoslo
a la Carta de Pablo a Filemón.
Mucha gente
seguía a Jesús por las curaciones que realizaba. Al notar que la multitud
crecía con cada kilómetro que caminaba, Jesús se volvió para confrontarlos con
el desafío del discipulado. Les dijo que para ser sus discípulos, debían amarlo
y odiar a todos los demás. Esta es la traducción literal del arameo que Jesús
pronunció. En realidad, no quiere que odiemos a nadie. Más bien, quiere que
siempre le demos prioridad: hacer su voluntad, no la nuestra ni la de nadie.
Incluso cuando nos cueste caro, debemos conformar nuestros caminos a los suyos,
que son la imagen perfecta de Dios Padre.
Para
mostrar que todos deben someterse a él si quieren acompañarlo a la salvación,
Jesús da dos ejemplos. El primero es para los pobres. Un campesino debe
determinar si tiene los recursos para construir una torre antes de comenzar el
proyecto. De la misma manera, cualquier hombre o mujer debe discernir si tiene
el coraje de entregarse plenamente a Jesús. Si no lo hace, sería mejor que se
alejara. Los ricos tampoco pueden evitar la costosa decisión de seguir a Jesús.
Un rey debe determinar si tiene suficientes tropas para derrotar al ejército
enemigo antes de enfrentarse a él en batalla. De la misma manera, la persona
adinerada debe preguntarse si está dispuesta a sacrificar sus riquezas para
seguir a Jesús. Si no, sería mejor que se alejara.
Podríamos
preguntarnos: ¿cuáles son los desafíos más grandes hoy en día? Uno es el dilema
de una pareja que desea un hijo propio pero no ha podido concebir. Deben
resistir la tentación de recurrir a la fecundación in vitro, que deshumaniza el
amor conyugal. Otro desafío hoy, especialmente en las universidades, es la
tentación de los estudiantes de usar inteligencia artificial para realizar sus
tareas. Algunos dicen que es simplemente aprovecharse de los recursos
disponibles, pero en realidad es solo otra forma de engaño. En el Evangelio,
Jesús indica que cada persona tiene un desafío personal que afrontar en cuanto
a hacer su voluntad cuando dice: «El que no carga con su cruz y me sigue no
puede ser mi discípulo».
En la
segunda lectura, Pablo confronta a Filemón con un desafío exigente. Le pide que
libere a su esclavo Onésimo por su fe en Jesucristo. Onésimo había huido de la
casa de Filemón y encontró a Pablo, quien lo instruyó y lo bautizó. Ahora Pablo
quiere que Filemón no solo acepte de nuevo a Onésimo, sino que lo reciba con
todos los derechos de un hermano. En el dilema que enfrenta Filemón está en
juego su aceptación de la gracia transformadora del Evangelio. ¿Ha aceptado
realmente Filemón la gracia que transforma los corazones del rencor a la paz,
de la superioridad a la igualdad? Pablo insinúa que si Filemón se niega a
permitir que su corazón cambie, entonces no es un verdadero discípulo de Jesús.
Tarde o
temprano, el dilema de Filemón se convertirá en el nuestro. Cada uno de
nosotros se verá desafiado de forma muy personal a actuar según la voluntad de
Cristo o según la nuestra. Por toda la promesa que conlleva, actuemos como
Cristo lo desea.
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