Homilía para el domingo, 26 de julio de 2009

El XVII Domingo Ordinario

(II Reyes 4:42-44; Efesios 4:1-6; Juan 6:1-15)

Hoy a través del mundo la gente está haciendo filas para ver la nueva película de Harry Potter. Desean ver señales milagrosas y fenómenos poderosos. ¿Han cambiado mucho los tiempos? En el evangelio se dice que mucha gente acude a Jesús por el mismo motivo.

Con tanta gente siguiéndolo, Jesús prueba a sus discípulos. “¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?” les pregunta. Tiene un interrogante semejante para nosotros hoy día. Con un mil millones de personas viviendo en la miseria, ¿qué vamos a hacer para que todos mantengan la dignidad humana? Pues, como dicen los papas, porque toda la humanidad comprende una familia, tenemos que ayudar a uno y otro.

En su carta encíclica reciente el santo padre Benedicto XVI nos ofrece la respuesta para el interrogante de Jesús. Hemos de practicar “la caridad en la verdad.” Tal caridad es más que la simpatía para los sufridos. Es poner nuestros recursos al servicio del desarrollo de las que quedan en grave necesidad. La verdad insiste que busquemos no sólo un crecimiento de bienes para los necesitados sino un desarrollo íntegro. Por eso, es imprescindible que aseguremos por los pobres los derechos de alabar a Dios según sus conciencias y de tener familias de manera responsable.

En el evangelio Jesús toma cinco panes y dos pescados, los bendice, y los reparte entre la gente. Entonces todos, enumerando mucho más que cinco mil de personas, comen hasta saciarse. Algunos interpretan esta acción de parte de Jesús simplemente como un hecho de persuasión que mueve a la multitud a compartir los alimentos que han traído en sus bolsas. Pero este tipo de pensar traiciona no sólo las palabras de la narrativa sino también lo que creemos acerca de Jesús. Como hijo de Dios él puede multiplicar los panes para satisfacer a todos.

Nosotros aproximamos la acción de Jesús cuando aplicamos la verdad a la caridad. Si la caridad insiste que ayudemos a los mil millones de miserables, la verdad dicta que nos aprovechemos de la tecnología para que haya la abundancia. Un simple compartir de recursos no puede proveer la dignidad humana. Más bien, dejará a los indigentes dependientes y sometidos a los pudientes. No, además de compartir recursos tenemos que educar a los pobres para involucrarse en el mercado libre. Sólo así tendrán el pan, el techo, y el medicamento para vivir dignamente.

Y ¿cómo podemos nosotros aquí desempeñar este cometido? Podemos aportar a organizaciones como Catholic Relief Services que proveen a los más pobres tanto ayuda de desarrollo como socorro de emergencia. Podemos hacer compras con conciencia por los pobres. Por ejemplo, podemos buscar el café y otros productos a precios de “comercio justo.” Esto es una certificación que los pequeños productores reciben un precio bueno en cambio por un producto de buena calidad. Y podemos abogar por los más necesitados con nuestros líderes nacionales. Aunque nuestras acciones individuales ayudan a los pobres, una política nacional que favorece el desarrollo íntegro multiplicará el bien un millón de veces. Esto es lo necesario hoy día -- que sea multiplicado el desarrollo un millón de veces.

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