Homilía para el domingo, 5 de julio de 2009

El XIV Domingo Ordinario

(Ezequiel 2:2-5; II Corintios 12:7-10; Marcos 6:1-6)

Un predicador laico contaba cómo todos tienen una cruz a cargar. Ninguna persona tiene vida tan buena que no lleve ninguna cruz. Sin embargo, solemos a quejarnos de nuestra propia cruz pensando que la cruz de otra persona sería más soportable. Una vez un hombre rezó al Señor que se le quitara de su cruz. “Bien,” le respondió Dios, “pero tienes que cambiar tu cruz por aquella de otra persona porque cada persona tiene que llevar una cruz en este mundo.” Entonces el hombre intercambió su cruz por aquella del otro, y dentro de poco se quejaba a Dios de su nueva cruz. El Señor le permitió que cambiara su cruz otra vez con el mismo resultado. El cambio de cruces ocurrió varias veces antes de que el hombre hallara una cruz que le satisfizo. “¿Sabes qué?” dijo Dios, “esta última es la cruz que tenía en el principio.”

Podemos entender la cruz que cada uno carga como la espina de que Pablo habla en la segunda lectura. Por supuesto su espina no es literalmente la púa de una planta sino una metáfora de algo que le causa dolor. Nunca dice exactamente de lo que consiste la espina. Sólo nos cuenta que ha pedido al Señor que se le quite. Pero Jesús no le concede su petición. Más bien le ofrece su gracia para soportarla. De este modo su vida, tanto como sus palabras, será testigo al poder de Cristo. ¿No es así en nuestras vidas también?

En los comentarios sobre este pasaje bíblico se dan al menos tres tipos de explicaciones para la espina. Con cada una podemos entender fácilmente por qué Pablo quiere quitársela. La primera explicación es que la espina representa una persona o unas personas difíciles que le molestan como los predicadores judaizantes contradiciendo su doctrina que la circuncisión no es necesaria para salvarse. Tal vez encontremos este tipo de persona en un asociado de trabajo que lleva una boca llena de groserías. Se cuenta de un vendedor de periódicos que era así. Un hombre que le compraba el periódico se ponía enojado cada mañana antes de que hiciera la decisión que no más el vendedor determinaría su disposición en el nuevo día. Entonces miró al vendedor en los ojos, dijo, “Buenos días,” tan sinceramente como podía, y prosiguió adelante. Una vez más la gracia de Cristo bastó.

Otros expertos dicen que la espina de Pablo es un defecto moral como la lujuria o la ira intensa. No cabe duda que Pablo es inclinado a sentimientos fuertes. Hay historia de una muchacha que jugaba tenis. Quería ganar tanto que solía hacer trampas a sus oponentes por llamarles pelotas fuera de la línea cuando en verdad estaban adentro. Una vez un hombre le vio haciendo trampas así y después del partido le dijo que él hacía lo que ella hace. En lugar de llamarla estafadora, el hombre le invitó a cambiar su modo como él y muchas otras personas hicieron. Al principio la chica tuvo problemas sobre-compensando por sus errores anteriores por llamar pelotas que estaban realmente fuera de la línea como adentro. Pero en tiempo las llamó todas correctamente. Entonces, no le importaba si o no ganó el partido, ganó la vida nueva.

Un final entendimiento de la espina de Pablo es que indica una debilidad física como la epilepsia. Todos nosotros hemos rezado a Dios, por otra persona si no por nosotros mismos, que nos alivie de la enfermedad. Hace poco una mujer, llamada Ana, sufriendo el cáncer dijo al papa Benedicto de otra petición en su oración. Cuando recibió la diagnosis de cáncer, Ana no pensó “¿Por qué yo?” sino “¿Por qué no yo?” Entonces rezó que Dios le revelara Su plan por ella. Todos nosotros bautizados somos llamados a pregonar a Jesucristo en el mundo. Esta mujer responde a la llamada por dedicar aún su muerte a la gloria de Jesús. ¡Es todavía otro ejemplo de la gracia de Cristo brillando en nosotros humanos!

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