El domingo, 9 de marzo de 2014


EL PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

(Génesis 2:7-9.3:1-17; Romanos 5:12-19; Mateo 4:1-11)


“Lo que pasa aquí, se queda aquí” es un lema para la ciudad de Las Vegas.  Por supuesto, no se refiere a visitas a los museos.  No, se conoce Las Vegas por el vicio.  Aunque muchos pasan vacaciones inocentes allá, Las Vegas ha ganado la fama como lugar del uso abusado de juegos, sexo, y alcohol.  Las lecturas de la misa hoy nos enseñan sobre todas formas del pecado y cómo vencerlo.

Nosotros reconocemos la lectura de Génesis como la descripción del pecado original.  Pero también tiene el plano de nuestros pecados.  Fíjense como ambos la serpiente y la mujer tergiversan la Palabra de Dios haciéndolo como un ogro.  La serpiente dice a la mujer que Dios prohibió que comieran de todos los árboles cuando en verdad sólo prohibió el comer del árbol del conocimiento del bien y del mal.  De su parte, la mujer exagera el mandamiento de Dios también.  Según ella, Dios prohibió que tocaran el fruto del árbol cuando sólo no permitió el comer de ello.  Cuando pecamos nosotros, también pensamos en Dios como prohibiendo cosas caprichosamente.  Dicen algunos que Dios prohíbe el control de la natalidad, punto.  No es cierto.  Sí, Dios prohíbe el uso de medios artificiales para controlar la natalidad.  Pero por una razón justa, el matrimonio puede ocupar la planificación natural para evitar el embarazo.

La desgracia es que los hombres quieren determinar por sí mismos el bien y el mal.  Porque esto es la prerrogativa de Dios que sabe todo, se puede decir que a la raíz del pecado es el deseo del hombre a ser igual a Dios.  ¿No es que algunos digan que está bien hacer trampas en la declaración de la renta cuando saben que la acción viola el octavo y el cuarto mandamientos?  En la lectura la serpiente tienta a la mujer con la propuesta a ser como Dios:”...el día que coman de los frutos de ese árbol, se les abrirán a ustedes los ojos y serán como Dios”.

Otra característica del pecado mostrada en la lectura es la tendencia humana de minimizar sus efectos.  La serpiente, que actúa como el otro yo de la mujer, le reprime la inquietud del castigo: “De ningún modo. No morirán”.  Asemeja a lo que dice el alcohólico: “¿qué daño puede hacerme un traguito?”  No quiere reconocer que el trago puede desembocar en un desorden que le arruina la salud, le pone en arriesgo el empleo, y le causa un sistema de mentira en la familia. 

La segunda lectura de la Carta a los Romanos nos asegura que no somos atrapados por este remolino del pecado.  Podemos evitar la trampa por recurrir a Jesucristo lo cual, según San Pablo, suple la gracia para justificarnos.  En el evangelio se ve a Jesús conquistando tres tentaciones donde la mayoría de los hombres cae como hojas en el otoño.

Primero, Jesús se muestra como maestro de sus apetitos.  Sí, tiene hambre (realmente, está famélico), pero sabe que existen valores mayores que la satisfacción de la hambre.  Entonces, Jesús está consciente que se puede engañar por cubrir cosas malas con una chapa de respeto.  En este caso el diablo ocupa la Biblia para justificar al poner a Dios a prueba.  Por conocer la Escritura en su profundidad Jesús fácilmente vence la tentación.  Finalmente, Jesús ilumina un desafío particularmente moderno: hacer una pequeña maldad para realizar un resultado óptimo.  El diablo le pide que se le postre a adorarlo por un momento y él le entregará todos los reinos del mundo.  No es solamente que Jesús conozca al diablo como príncipe del engaño sino que sabe que no deberíamos hacer nada malo para lograr un bien, aun por la ganancia del mundo.

Si Las Vegas es una ciudad famosa por el vicio, Río de Janeiro es otra.  Pero en el caso de Río la gente tiene una ayuda visible para vencer el pecado.  En la montaña vigilando la ciudad queda una gigante imagen de Cristo.  Cuando la ven, los ciudadanos deben pensar en Jesús pidiéndoles que lo sigan.  Eso es, que no se lleven al desorden por los apetitos, que no se engañen por una tergiversación de la Biblia, y que nunca pequen aun para un resultado buenísimo.  Esto es lo que Jesús nos enseña: cómo evitar el pecado en todo caso.

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