EL PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
(Génesis
9:8-15; I Pedro 3:18-22; Marcos 1:12-15)
La mujer
era prostituta. Cometió muchos pecados
incluyendo algunos abortos. Pero ya quería
cambiarse. Deseaba reformar su vida para
vivir con sus hijos como familia. En un aspecto esta mujer representa a Noé en
la primera lectura.
Después
del pecado de Adán y Eva, las cosas de los hombres deterioraron. No pudieron realizarse como hijos e hijas de
Dios. Más bien Caín asesinó a su hermano
Abel, y la gente siguió haciendo mal. En
su deseo para vivir como Dios aun trataron asaltar el cielo con la torre de
Babel. Entonces Dios decidió que tenía
que corregirla. Mandó el diluvio para
matar a todos los hombres y mujeres salvo a Noé y su familia. Ya está para aprobar una nueva alianza con
Noé. Con su bendición la humanidad
tendrá un nuevo arranque.
Como la
prostituta, nos encontramos a nosotros también en la situación de Noé. Tenemos una segunda oportunidad para
realizarnos como hijos e hijas de Dios. Se
pueden ver nuestros deseos para ser más ricos, más bellos, y más fuertes como nuestros
intentos vanos – como aquel de los primeros humanos – para ser como Dios. La única manera para hacernos como Dios es
cumplir Su ley. Ya tenemos a un guía con
la capacidad de ayudarnos lograr la meta.
Es quien la segunda lectura llama “el justo, (que murió) por nosotros,
los no justos para llevarnos a Dios”. Es
Jesucristo.
Hemos
seguido a Jesús por las aguas del Bautismo. Allí nuestros cuerpos fueron
sumergidos como signo de nuestra intención para morir al yo y resucitar con la
conciencia de Cristo. Como Cristo en el
desierto, nosotros hemos entrado el campo de probar. Por estos cuarenta días de la Cuaresma estamos reduplicando los
esfuerzos para pensar menos en nosotros y más en el otro con nuestros ojos
fijos en Cristo. Es como la ilustración
que cuelga en la sala intensiva de un hospital local. El cuadro muestra a muchos servidores –
hombres y mujeres de diferentes razas, clases, y edades -- con Jesús en el
centro llevando a una niña en sus brazos.
Es como si todo el mundo estuviera mirando al Señor para que lo
imiten.
En el
evangelio Jesús tiene un mensaje de dos partes.
Primero dice: “Arrepiéntanse” – que nos cambiemos nuestros modos de siempre
buscar el bien del yo. De igual
importancia nos urge: “Crean en el evangelio”.
Eso es que creamos no sólo que Dios nos ama sino también que Él nos tenga
un destino glorioso. Aunque Jesús
ilumina el camino de la vida terrenal, esto no agota su logro por
nosotros. Nos ha ganado la resurrección
de la muerte y un lugar a la par de él en la vida eterna. Sin aferrar esta esperanza como nuestro
motivo, a lo mejor desfalleceremos en el camino.
A través
de la Cuaresma queremos mantener nuestras biblias abiertas. Ambos testamentos – el antiguo tanto como y
el nuevo – dan testimonio al nuestro guía Jesucristo. En la misa diaria vamos a escuchar una
exhortación profética dela historia de Israel.
Ésta servirá como anticipación de la misión de Jesús que vemos cumplida en
el evangelio. Por leer estas lecturas y
más por imitar lo que nos instruyen, llegaremos a nuestro destino glorioso. Por imitar lo que nos instruyen, llegaremos a
la par de Jesús en la vida eterna.
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