EL DECIMONOVENO DOMINGO
ORDINARIO
(I Reyes 19:4-8, Efesios 4:30-5:2; Juan 6:41-51)
La vida se le ha hecho un viaje tanto duro como largo. La vieja ha tenido carrera; ha criado a familia;
y ha metido en asuntos comunitarios. Ya
se postra en cama de enfermo todo el día.
Sufre varios problemas médicos; entre de ellos, sufre del cáncer. Quiere morir. Es como Elías en la primera
lectura hoy. Más que cansada, es
agotado. El profeta gime: “’Basta ya,
Señor. Quítame la vida’”.
“¿Esta actitud conforma a la vida en Cristo?” nos preguntamos. En la segunda lectura leímos al autor de la
Carta a los Efesios exhortando: “No le causen tristeza al Espíritu Santo. ¿Ofende
al Espíritu el deseo de la muerte después de que se ha atravesado un caminar extenso? O ¿puede ser este anhelo sólo la esperanza de
estar con el Señor después de servirlo bien?
Una cosa es cierto: no es bueno quitar su propia vida o por un acto directo
o por una omisión de materia necesaria. Tal
acción comprendería el suicidio, una maldad de la clase más grave.
Cuando nos sentimos al término de nuestra capacidad de continuar, que nos
volvamos a Cristo. Él tiene no sólo las
palabras que nos sostendrán en el viaje sino la sabiduría que nos dirigirá a
nuestro destino. Por eso, Jesús dice en
el evangelio: "'Yo soy el pan de la vida’”. En comunión con este pan, haremos lo mejor
para todos. Jesús nos indicará si sería
mejor buscar la recuperación de las fuerzas o esperar la vida eterna.
Aquellos que no creen en Jesús, lo ven como los judíos en el evangelio:
hijo de un tal José. Lo tratan como si
fuera personaje humano. Puede ser que sus
palabras parezcan inspiradoras ahora pero van a considerarse anticuadas en tiempo. Estas gentes actúan siempre según sus propios
designios. Muchos quieren lo más cómodo
por sí mismos. Pero aun si buscan el
mayor bien para el mayor número, a lo mejor no les importa si hacen lo malo
para obtener lo bueno. Esto es el modo
del mundo hoy en día. Se ve esta
tendencia en la medicina. Mucha gente no tiene remordimiento en permitir a
los médicos recetar drogas para que el enfermo quite su propia vida. Lo que una vez fue aborrecido en todas partes
es ahora permitido cada vez más.
Jesús es “el pan de la vida”.
Como Dios, nos ha dado la vida física que trae tantas alegrías como angustias. Como humano, ha venido para enseñarnos el
camino a la vida eterna. Requiere que siempre
evitemos hacer lo malo y que busquemos hacer lo bueno en cuanto se pueda. Como Señor eterno resucitado de la muerte nos
ha proporcionados los sacramentos para cumplir este proyecto. Con el Bautismo, la Reconciliación, y sobre
todo la Eucaristía podemos llegar a nuestro destino.
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