El domingo, 6 de abril de 2025

 

V DOMINGO DE CUARESMA

(Isaías 43:16-21; Filipenses 3:7-14; Juan 8:1-11)

Estamos acercándonos al final de la Cuaresma.  Podemos ver la luz al final del túnel.  La luz brilla con la esperanza que seamos personas renovadas.  Nuestro gordo no es tan flojo como antes.  Nuestra habla se ha limpiado. Hacemos obras de misericordia con menos resistencia.  Pero todavía no es tiempo de dejar la lucha.  Tenemos que correr todo el curso entero como los maratonistas tienen que cumplir los cuarenta y dos kilómetros.

Para aprovechar las lecturas de hoy, que reflexionemos sobre un dicho ya famoso.  No es de la Biblia, ni Shakespeare, ni de los sabios de la antigüedad.  Es atribuido al dramaturgo inglés católico Oscar Wilde, aunque no se encuentra exactamente en sus escritos.  No obstante, está lleno de la sabiduría como si estuviera en los labios de Madre Teresa.  El dicho es: “Todo santo tiene un pasado; todo pecador tiene un futuro”.  Eso es, los santos no fueron nacido santos.  Se hicieron así por haber superado tentaciones como aquellos que nos enfrentan. También los pecadores, una vez que reconocen sus ofensas, pueden reformarse para hacerse santos.

San Pablo no siempre era apóstol de Jesucristo.  De hecho, se conoció como su enemigo número uno.  Andaba persiguiendo a Cristo mediante encarcelar a los cristianos.  Entonces, encontró al Señor inesperadamente.  Como dice la segunda lectura hoy, “Cristo me ha conquistado”.  No es que cambiara su vida en el sentido que perdió los celos.  Pero dirigió los celos en el rumbo contrario.  Cristo se hizo el único objetivo de su vida.  En lugar de castigar a los cristianos, los creó por su predicación.  En lugar de odiar a Cristo, quería “compartir sus sufrimientos”.

La mujer que enfrenta a Jesús en el evangelio cometió una falta grave. Aunque el adulterio no es el peor de los pecados, sus efectos pueden causar desastre.  Puede destruir el matrimonio, y perjudicará la buena crianza de los niños.  Además, lleva a otras parejas a la sospecha y la desconfianza.  Pero esta mujer no es el único pecador en el área del Templo ese día.  El desafío de Jesús a los fariseos revela que ellos también han pecado. 

Jesús ofrece a la mujer oportunidad para arrepentirse.  Como dirá en el próximo capítulo del Evangelio según San Juan, vino no para “juzgar” (eso es, para condenar), sino para salvar.  La mujer, ya perdonada por Jesús, tiene un futuro abierto.  Ahora puede escoger el sendero de la santidad.

La primera lectura del Segundo Isaías proclama el espíritu de la Pascua.  Dios realiza “algo nuevo”.  Es como “un camino en el mar” de la maldad que a menudo caracteriza el mundo.  En lugar de darnos a los deseos impuros, codiciosos, o agresivos, vivimos de manera diferente.  Nuestra esperanza no es tener “pensamientos alegres” como participar en fiestas y contar chistes.  Más bien, es realizar los anhelos más profundos de nuestro corazón.  Estamos esperando la vida que no conoce la desilusión ni, mucho menos, la muerte.  Estamos hablando de la reunión con nuestros seres queridos que han dejado la tierra.  Sobre todo, tenemos en mente el conocimiento de Cristo, nuestro maestro, redentor, y amigo más verdadero. 

Sí, la vida eterna parece imposible a algunos, tal vez a veces a nosotros también.  Pero los apóstoles han atestiguado con sus vidas que esta meta es realizable, aunque difícil obtener.  Solo con Cristo que nos ha justificado y nos provee al Espíritu Santo, es factible.  Solo con el poder de su resurrección, nos transformaremos en los verdaderos hijos e hijas de Dios.

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