El domingo, 17 de agosto de 2025

 

XX Domingo del Tiempo Ordinario

(Jeremías 38:4-6.8-10; Hebreos 12:1-4; Lucas 12:49-53)

Los términos y conceptos del evangelio de hoy pueden llamar la atención, pero también levantan algunas preocupaciones. Nos preguntamos: ¿qué quiere decir el Señor cuando dice que ha “venido a traer fuego y división a la tierra”?  Y ¿no es que Jesús fue bautizado por Juan en el Jordán?  ¿Qué es este bautismo que va a recibir que le causará angustia?

Para entender a Jesús aquí no debemos tomarlo literal sino figurativamente.  Emplea lenguaje expresivo para urgirnos a responder a sus exigencias.  El “fuego” no es la combustión de materiales físicos sino la destrucción de vicios espirituales.  El “bautismo” no es la inmersión en el agua sino el trauma de una muerte sangrienta.  En el evangelio según San Lucas, más que en los otros, Jesús anticipa su pasión y muerte.  Se da cuenta de que serán el momento de la verdad para el mundo.  Al verlo colgando en la cruz perdonando y sanando hasta el mero fin todos tienen que declararse o por él como su Salvador o en su contra como un fulano. 

En diferentes ocasiones el evangelio indica que Jesús está anticipando el encuentro con su destino en Jerusalén.  Lucas describe la Transfiguración como ocasión para Jesús de hablar con Moisés y Elías acerca de su “éxodo” o pasión venidera (9,30). No mucho luego de esto, Lucas dice cómo Jesús “se encaminó decididamente hacia Jerusalén” (9,51).  Enfocado en su Pasión, Jesús no la evita sino la abraza por dirigirse a la ciudad santa.  Otra referencia a la anticipación y, en este caso, la preparación para la Pasión ocurre cuando Jesús está en el Monte de Olivos con sus discípulos.  Lucas describe cómo Jesús estaba “en agonía” y que su sudor “se hizo como gotas espesas de sangre” (22,44). Estamos acostumbrados a pensar en la “agonía” como dolor extremo, pero aquí la palabra griega de raíz agón refiere a la preparación de los atletas para la competición.  Es el régimen de ejercicios que hacen los corredores para calentar sus músculos a dar el máximo.  Las gotas de sudor tan espesas como sangre significan que Jesús está sumamente listo.  Ya puede marchar adelante para hacer frente al diablo en la batalla para las almas.

La pasión y muerte en la cruz de Jesús pone al mundo en juicio.  Todos deben decidir si están con Jesús o en su contra. Estas decisiones dividirán familias, amistades y comunidades como Jesús predice en la lectura.  El evangelio tiene en cuenta historias como la de Santa Perpetua, una mártir africana en la Iglesia primitiva que se opuso a su padre cuando él quería que negara a Jesús. 

Aunque todavía existen tales casos, se ve la profecía de Jesús cumplida en asuntos más cotidianos.  Esposos a menudo pueden ser divididos en la cuestión de anticonceptivos: uno diciendo que el sexo es para el placer mientras el otro reconoce que tiene fines más altos como enseña la Iglesia.  Se dividen amigos en la cuestión de servicio: una proponiendo que pasen todos los fines de semana buscando divertimiento mientras la otra responde que quiere usar parte de su tiempo libre para socorrer a los necesitados.  La comunidad parroquial puede ser dividida con algunos en favor de unirse con otras comunidades de fe en un proyecto de organizar la mayor comunidad y otros amenazando que vayan a dejar la parroquia si se hace parte del proyecto.

Sería patentemente falso decir que Jesús vino con el deseo a separar familias, amistades, y comunidades.  Pero sí vino para enseñar la voluntad de su Padre por palabra y ejemplo.  Lo rechazamos a riesgo de perder la vida eterna.  Y lo aceptamos en la esperanza de tenerlo como compañero para siempre.

El domingo, 10 de agosto de 2025

XIX Domingo Ordinario

(Sabiduría 18:6-9; Hebreos 11:1-2.8-19; Lucas 12:35-40 [versión corta])

El evangelio de hoy tiene dos parábolas cortas.  Permítanme intentar explicarlo con otra parábola o, mejor, historia.  La historia no es de Jesús sino del presidente John Kennedy de los Estados Unidos. Para enfatizar cómo iba a trabajar asiduamente cuando se eligieran Kennedy contaba la historia de la legislatura de un estado en los primeros años de la república americana.  Dijo que la legislatura estaba en sesión cuando una eclipsa del sol estaba pasando.  Los cielos se hicieron oscuros, y los legisladores pensaban que el fin del mundo hubiera llegado.  Algunos de ellos propusieron que la sesión sea levantada para que pudieran estar con sus familias cuando viniera el Señor.  Pero otro miembro de la legislatura solicitó al presidente de la Cámara el contrario.  Exclamó: "Señor presidente, si no es el fin del mundo y levantamos la sesión, pareceremos tontos. Si es el fin del mundo, preferiría que me encontraran cumpliendo con mi deber. Propongo, señor, que se traigan velas”.

Por medio de las parábolas Jesús avanza su proyecto de fundar de nuevo el Reino de Dios en el mundo.  Han reclutado a discípulos para continuar el trabajo después de su muerte.  Con la parábola de los criados esperando el regreso de su señor, Jesús les avisa que sean asiduos en sus esfuerzos por el Reino.  Como dice el legislador en la historia de Kennedy, quieren ser encontrados “cumpliendo con su deber”.  ¿Para qué ser asiduos?  Para ser acogidos en las salas de la vida eterna.  La parábola describe la acogida con una imagen magnífica: el Señor mismo “se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá”.

El proyecto del Reino es hacer el mundo lugar de la justicia, la paz, y el amor.  Requiere que se establezcan leyes, costumbres, instituciones y últimamente virtudes de modo que la gente respete a uno y otro y cuide el bien común.  Una persona definitivamente trabajando por el Reino vive en Pakistán donde asiste a su propio pueblo.  Shahzad Francis dirige una organización fraternal que ayuda a los católicos en la lucha de vivir con dignidad en medio de una sociedad mayormente musulmán.  Entre otras obras Francis fomenta la paz por hacer diálogos públicos entre todas las religiones.  Va a la capital del país para abogar por los derechos minoritarias.  Recientemente ha establecido escuelas para los niños de los trabajadores de los hornos de ladrillos que son entre los más pobres del país y por la mayor parte cristianos.

Podemos trabajar por el Reino de Dios por implantar sus valores en nuestras familias y comunidades.  En lugar de tener a cada uno de la familia entreteniéndose con su teléfono propio, que busquemos actividades comunales como una caminata juntos en el bosque.  En lugar de mirando el partido de fútbol desde las entrevistas antes hasta el análisis después, que tomemos un par de horas para servir comida a los indigentes o visitar a los ancianos abandonados en los asilos. 

¿Parece imposible o demasiado idealista cambiar los modos del mundo?  Considerémonos la segunda lectura.  La Carta a los Hebreos apunta a Abrahán y Sara, viejos y sin hijos, siguiendo adelante con la fe en Dios para engendrar “una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar“.

La segunda parábola que ocupa Jesús concierne la llegada del Señor para reclamar a los suyos.  Dice que vendrá como un ladrón en la noche o, en otras palabras, en un momento indeterminable.  Por esta razón Jesús urge que nos quedemos listos por siempre haciendo obras buenas.  En la historia de Kennedy la petición para velas equivale “estar listos, siempre”.  Los Scouts tiene un dicho que nos sirve como una guía: “Haz una buena acción todos los días.”  No debemos dejar pasar un día sin hacer un esfuerzo para ayudar a otro.  A lo mejor el Señor no vendrá con el fin definitivo del mundo por eones.  Sin embrago, ciertamente es posible que nos venga mañana para reclamar nuestra vida individua.  Si no por el amor de nuestros vecinos, entonces para evitar un juicio negativo en la muerte, queremos prepararnos con acciones buenas.

Las dos parábolas del evangelio de hoy pueden ser reducidas a dos admoniciones. Primero, ayúdense unos a otros, especialmente a los necesitados, por el bien del Reino de Dios. Segundo, comiencen la obra ahora y continúen haciéndola todos los días de su vida. Al ocuparnos de estas tareas, invitaremos a Jesús a llevarnos con él a su mesa celestial.