El domingo, 13 de abril de 2025

DOMINGO DE RAMOS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

La Pasión de Jesús en el Evangelio según San Lucas sobresale por varias razones.  Entre otras, tiene lo que un biblista describe como “la frase más bella en todas las historias de la Pasión”.  Tiene enseñanzas prácticas también.  Podemos extraer de la narrativa un camino de morir que es pacífico y perfecto.  Ahora trataremos de nombrar sus elementos.

Aun en su Pasión Jesús no deja de pensar en los demás.  Las mujeres están llorando en la orilla del camino para mostrar solidaridad con Jesús.  Pero al saber que sus hijos experimentarán injusticias semejantes a las suyas, les consuela a ellas. “No lloren por mí – dice -- lloren por ustedes y por sus hijos”.    Aún más magnánimo, Jesús promete al criminal que admite su pecado campo en la vida eterna.

Nosotros deberíamos desear morir beneficiando a los demás.  Si tenemos recursos, podríamos heredar algunos a la caridad.  Será eminentemente beneficioso también compartir nuestro afecto con nuestros seres queridos.  Una madre en su lecho de muerte llamó aparte a cada uno de sus nueve hijos.  Le dijo a cada uno de su amor y sus esperanzas para él o ella.  Por supuesto no tenemos que esperar hasta que tengamos una diagnosis fatal para relatar cariño a nuestros seres queridos.

Al morir en la cruz, Jesús no solo premia a aquellos que le responden favorablemente; también bendice a sus verdugos.  Sin duda, sus palabras: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" llaman la atención de todos.  Son ambas las más bellas y las más citadas de sus “últimas siete palabras” en los evangelios. 

Debemos ser tan nobles cuando estamos para morir.  El perdón es lo que define el amor de Dios.  Un poeta escribió: “Errar es humano; perdonar es divino”.  Además, Jesús insiste que no vamos a ser perdonados por nuestras culpas si no perdonamos a nuestros ofensores.  Si no nos piden perdón, deberíamos al menos rezar por ellos.  Podríamos pedir al Señor que les mueva a arrepentirse.  Al tiempo de nuestra muerte, también, deberíamos confesar nuestros pecados a un sacerdote si es posible.

Finalmente queremos morir poniendo nuestra confianza en Dios. Jesús lo hace con la metáfora: "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!" Está seguro de que el cuidado que el Padre le entregó mediante el ángel en el Monte de Olivos como en cada paso de su misión no se secará en su muerte.  Muy al contrario, lo levantará a la gloria.

En nuestros tiempos las dudas llenan nuestras mentes como nubes en un día de primavera.  Pues vivimos en una edad secular.  Los ateos y los materialistas están en todas partes desafiando a aquellos que creen y rezan.  Sin embargo, especialmente cuando se nos acerque la muerte, querremos dispersar las dudas con un acto de fe.  Dios existe, y nos ama.  Que seamos claros y firmes en esto.  Entonces, podemos morir en paz.

El domingo, 6 de abril de 2025

 

V DOMINGO DE CUARESMA

(Isaías 43:16-21; Filipenses 3:7-14; Juan 8:1-11)

Estamos acercándonos al final de la Cuaresma.  Podemos ver la luz al final del túnel.  La luz brilla con la esperanza que seamos personas renovadas.  Nuestro gordo no es tan flojo como antes.  Nuestra habla se ha limpiado. Hacemos obras de misericordia con menos resistencia.  Pero todavía no es tiempo de dejar la lucha.  Tenemos que correr todo el curso entero como los maratonistas tienen que cumplir los cuarenta y dos kilómetros.

Para aprovechar las lecturas de hoy, que reflexionemos sobre un dicho ya famoso.  No es de la Biblia, ni Shakespeare, ni de los sabios de la antigüedad.  Es atribuido al dramaturgo inglés católico Oscar Wilde, aunque no se encuentra exactamente en sus escritos.  No obstante, está lleno de la sabiduría como si estuviera en los labios de Madre Teresa.  El dicho es: “Todo santo tiene un pasado; todo pecador tiene un futuro”.  Eso es, los santos no fueron nacido santos.  Se hicieron así por haber superado tentaciones como aquellos que nos enfrentan. También los pecadores, una vez que reconocen sus ofensas, pueden reformarse para hacerse santos.

San Pablo no siempre era apóstol de Jesucristo.  De hecho, se conoció como su enemigo número uno.  Andaba persiguiendo a Cristo mediante encarcelar a los cristianos.  Entonces, encontró al Señor inesperadamente.  Como dice la segunda lectura hoy, “Cristo me ha conquistado”.  No es que cambiara su vida en el sentido que perdió los celos.  Pero dirigió los celos en el rumbo contrario.  Cristo se hizo el único objetivo de su vida.  En lugar de castigar a los cristianos, los creó por su predicación.  En lugar de odiar a Cristo, quería “compartir sus sufrimientos”.

La mujer que enfrenta a Jesús en el evangelio cometió una falta grave. Aunque el adulterio no es el peor de los pecados, sus efectos pueden causar desastre.  Pueden destruir el matrimonio, y perjudicarán la buena crianza de los niños.  Además, llevan a otras parejas a la sospecha y la desconfianza.  Pero esta mujer no es el único pecador en el área del Templo ese día.  El desafío de Jesús a los fariseos revela que ellos también han pecado. 

Jesús ofrece a la mujer oportunidad para arrepentirse.  Como dirá en el próximo capítulo del Evangelio según San Juan, vino no para “juzgar” (eso es, para condenar), sino para salvar.  La mujer, ya perdonada por Jesús, tiene un futuro abierto.  Ahora puede escoger el sendero de la santidad.

La primera lectura del Segundo Isaías proclama el espíritu de la Pascua.  Dios realiza “algo nuevo”.  Es como “un camino en el mar” de la maldad que a menudo caracteriza el mundo.  En lugar de darnos a los deseos impuros, codiciosos, o agresivos, vivimos de manera diferente.  Nuestra esperanza no es tener “pensamientos alegres” como participar en fiestas y contar chistes.  Más bien, es realizar los anhelos más profundos de nuestro corazón.  Estamos esperando la vida que no conoce la desilusión ni, mucho menos, la muerte.  Estamos hablando de la reunión con nuestros seres queridos que han dejado la tierra.  Sobre todo, tenemos en mente el conocimiento de Cristo, nuestro maestro, redentor, y amigo más verdadero. 

Sí, la vida eterna parece imposible a algunos, tal vez a veces a nosotros también.  Pero los apóstoles han atestiguado con sus vidas que esta meta es realizable, aunque difícil obtener.  Solo con Cristo que nos ha justificado y nos provee al Espíritu Santo, es factible.  Solo con el poder de su resurrección, nos transformaremos en los verdaderos hijos e hijas de Dios.

El domingo, 30 de marzo de 2025

 IV DOMINGO DE CUARESMA

(Josué 5:9.10-12; II Corintios 5:17-21; Lucas 15:1-3.11-32)

Hoy llegamos al medio de Cuaresma.  Esperadamente estamos teniendo éxito en la lucha de negar al yo por el bien del otro.  Probablemente no la encontramos tan dura como imaginábamos. Ahora, en esta segunda parte de la temporada, el enfoque cambia.  La Iglesia no más hace hincapié en nuestros pecados del pasado.  Más bien mira adelante a los eventos salvíficos de la Semana Santa.

La primera lectura del Libro de Josué retrata la última Pascua antes de entrar la Tierra Prometida.  La Cena Pascual hasta el día hoy ha recordado a los israelitas de dos acontecimientos maravillosos.  Primero, habla de su escapa de Egipto por el brazo del Señor.  Segundo, enfatiza el maná extraño pero nutritivo que recibieron por su mano.  Los dos eventos apelan a los participantes de la cena a dar gracias a Dios.  Es lo que hacemos en la Eucaristía, que Jesús estableció mientras celebraba la Pascua.  Cada domingo (realmente, cada día), y con más fervor que nunca en el Jueves Santo, repetimos este memorial del amor divino.

Una frase de la segunda lectura nos asombra como el relámpago en la noche.  “Dios lo hizo pecado” (con "lo" refiriendo a Cristo). Suena casi blasfemia.  Pero tiene que ver con el sacrificio de Cristo en la cruz al Viernes Santo.  Se "hizo pecado” por redimir los pecados del mundo con su muerte sacrificial.  En este acto de supremo amor se revela el propósito de su encarnación.  Ciertamente merece nuestro agradecimiento.

El evangelio tiene tal vez la más conocida de todas las parábolas de Jesús.  Sin embargo, parece no completamente apreciada.  Muchos concentran casi exclusivamente en el arrepentimiento del hermano menor.  A ellos su historia eclipse la del hermano mayor.  Pero Jesús relata la parábola a los fariseos para ilustrarles la dureza de sus corazones.  Está comparándolos al hermano mayor.  Como el hombre riña con su padre por nunca haberle dado una fiesta, los fariseos critican a Jesús por comer con pecadores. 

Probablemente algunos de nosotros asistiendo en misa cada domingo se sienten a veces como el hermano mayor.  Yo sí. Nos resentimos cuando otros son reconocidos por nombre y nosotros somos pasados por alto.  Pensamos “no es justo”, y queremos registrar una queja.  Sin embargo, puede ser que nuestro concepto de la justicia, como lo del hermano mayor, falte.  Pensamos en justicia como cosa estática.  Si una persona recibe una parte de pastel de tres pulgadas, todos necesitan recibir las mismas tres pulgadas.  No queremos admitir necesidades particulares.  Como dice el padre, “’…era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida…’”

Ya vemos el verdadero protagonista de la historia.  El padre muestra gran amor para ambos hijos.  Por el menor el padre buscaba su figura en el horizonte todos los días.  Por el mayor, interrumpe el dar acogida a sus huéspedes en la fiesta para persuadirlo entrar.  Su amor reconoce el tiempo de preocuparse y tiempo de regocijarse.  Él representa a Dios dando a todos lo necesario para que sean unidos con él.  Escucharemos más de sus maravillas por los hombres y mujeres en la Vigilia Pascual.

Seamos nosotros como el hermano mayor amparando resentimiento o el hermano derrochando su vida, el Padre celestial nos invita a su banquete.  Aquí nos arrepentimos con otros pecadores.  Aquí nos le agradecemos por nuestro redentor.  Aquí nos alimentamos del mismo Jesucristo para que tengamos la vida eterna.  Sí, va a requerir esfuerzo de nuestra parte.  Pero capacitados por Jesús y apoyados por uno y otro, vamos a alcanzar nuestra meta.

El domingo, 23 de marzo de 2025

 

TERCER DOMINGO DE CUARESMA

(Éxodo 3:1-8.13-15; I Corintios 10:1-6.10-12; Lucas 13:1-9)    

Como siempre durante la Cuaresma las lecturas hoy despiertan el interés.  La primera es la famosa historia del encuentro inicial de Moisés con el Señor Dios.  Dios habla con su liberador escogido desde una zarza.  Curiosamente la planta arde sin consumirse.  El evangelio suena como las noticias diarias.  Reporta dos catástrofes como si ocurrieran ayer.  Lo que no está claro es cómo estas lecturas interrelacionar como siempre es el caso en la misa dominical.

Para resolver la cuestión hay que extender la perspectiva al evangelio del domingo próximo.  Esto contiene la parábola tocadora del “hijo pródigo”.  Como todos saben, la historia destaca al padre tan compasivo que recibe atrás con gracia al hijo que le dio la espalda.  El padre ciertamente representa a Dios.  Tal vez parezca a algunos que esta compasión es tan improbable que el Dios que supuestamente describe sea solo fingimiento de la imaginación.  Eso es lo que pensaba Freud.  Sin embargo, sabemos que Dios realmente existe cuando se identifica en la primera lectura hoy como “Yo soy”.  No es un mito como los dioses de los egipcios o los griegos.  Porque menciona su intención de rescatar Su pueblo, sabemos que tampoco es ficción su misericordia. 

Es interesante, pero ¿qué tiene que ver con el evangelio de hoy?  En ello Jesús se aprovecha de las catástrofes para llamar al mundo al arrepentimiento.  Él habla de los galileos del norte en el reporte del Pilato mezclando la sangre de sus víctimas con la de animales.  Entonces menciona los habitantes de Jerusalén en el sur de Israel aplastados por la caída de la torre.  Norte y sur: en otras palabras, el mundo entero.  Jesús está insistiendo que todos cambien sus modos para conformar a los de Dios.  Si no lo hacen, advierte que van a perderse.

Jesús instaría que el motivo del arrepentimiento no es aplacar a un Dios irritable.  Más bien, la verdad queda en el contrario.  Como lo hace claro en la parábola del Hijo Pródigo, deberíamos volver a Dios porque Él es bondadoso y misericordioso.  Quiere ayudarnos alcanzar la felicidad verdadera.  Es como la madre de una muchacha que le prohibió seguir saliendo con una banda de amigas malvadas.  A la madre no le importa que su hija se resienta su juicio.  Solo quiere que tenga una vida feliz.  Así Dios quiere que nos arrepintamos por nuestro bien.  Es el propósito de todas sus mandamientos, leyes y juicios. 

A veces tenemos dificultad reconocer nuestros pecados.  Como si tuviéramos miopía, no podemos ver los pecados más que los más obvios.  Como resultado muchos no confiesan más que faltar la misa o ver la pornografía.  De alguna manera tenemos que ir más allá que obligaciones y prohibiciones en nuestro examen de consciencia.  Podríamos preguntarnos si estamos generosos tanto en los juicios de compañeros como en donativos por los necesitados.  Podemos cuestionan si nuestras oraciones son solo la repetición de palabras o estamos comunicando con Dios nuestras temores y esperanzas. 

La Cuaresma es para prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor con mentes y corazones renovados.  Esta renovación parece incompleta sin una buena confesión de pecados.  En ella procuramos lograr lo que el Papa San Juan Pablo II llamó “purificación de memoria”.  Esta experiencia de la verdad y del arrepentimiento junto con la reparación de cualquiera deuda encumbrado y la absolución del confesor aplaca nuestra ansiedad.  Podemos ir adelante en paz con Dios y con nuestro prójimo. En un mundo cargado de pecado, podemos comenzar de nuevo vivir como hermanos de Cristo llevando a cabo la voluntad del Padre.

El domingo, 16 de marzo de 2025

EL SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

(Génesis 15:5-12.17-18; Filipenses 3:17-4:1; Lucas 9:28b-36)

Como en todo segundo domingo de la Cuaresma, el evangelio hoy se enfoca en Jesús misteriosamente transfigurado.  La historia asombra al lector.  La narrativa desde el principio relata la formación de Jesús como un profeta con algunas experiencias raras, pero nada inimaginable. Entonces, llegamos a este pasaje.   Jesús está en la montaña con tres discípulos.  Ellos tienen una vista de él glorificado.  ¿Qué significa todo esto?

En lugar de tratar de explicar el desarrollo de la historia y aplicar su significado a nuestras vidas, vamos a emplear otra estrategia hoy.  Examinaremos tres componentes del texto que parecen particularmente reveladores.  Entonces preguntaremos a nosotros mismos qué nos implican para el viaje cuaresmal.

En primer lugar, Jesús se transforma mientras está orando.  En su diálogo con el Padre se le ve como unido con Él, de tal manera que asume Su gloria.  Como dice el Credo, Jesucristo es “luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero”.  El acontecimiento muestra el propósito de la oración como unirnos con Dios Padre.  Es un momento de la verdad porque Dios conoce nuestro interior.  Esto es una gracia. Pues no tenemos que ponernos de máscara cuando Le pedimos por lo necesario para vivir contentos. 

Solo esta narrative según San Lucas revela el tema de la conversación entre Jesús, Moisés y Elías.  Hablan del “éxodo” que Jesús va a sufrir en Jerusalén.  Dice el griego “éxodo”, pero otras traducciones tienen “salida” o “muerte”.  El propósito del evangelista es decir que la muerte violenta, que aguarda a Jesús en la ciudad santa, ocasionará la liberación del pueblo como el éxodo produjo la liberación de los hebreos de la esclavitud.  Tan horrible que será la crucifixión, también será transformadora.  Por la muerte en la cruz Jesús redimirá al mundo de sus pecados.  Como el Hijo de Dios sin pecado, solo él puede ofrecer un sacrificio que justificará a todos.  La primera lectura dice que por la fe el Señor tuvo a Abram por justo.  San Pablo desarrolla el concepto por declarar que, por la fe en Jesucristo, crucificado y resucitado, nosotros hemos sido justificados.

Finalmente, vale reflexionar en la nube que envuelve a los discípulos y la voz que se emite de ella.  Como cosa que oscurece la vista, la nube invoca miedo.  Pero como cosa refrescante y peculiar, la nube atrae.  Por eso, la nube forma un símbolo del Divino, a la vez temeroso y fascinante.  Hombres hoy en día sacan sus teléfonos para tomar fotos de cualquiera cosa inusitada.  Similarmente Pedro quiere hacer tres chozas para congelar en tiempo la aparición de Jesús en la gloria.  Pero la voz de la nube les insta a él y sus compañeros que se aprovechen del momento, no tratar de replicarlo.  Ellos (y nosotros también) han de escuchar a Jesús.  Él no solo es el “Hijo” de Dios sino también su “escogido”.  Este término viene del Segundo Isaías donde se utiliza para describir el Sirviente Doliente, lo cual cargó los pecados de muchos.  Porque no tiene referentes en la narrativa de Isaías los evangelistas asumieron que únicamente anticipa a Jesucristo.

La Transfiguración del Señor no nos debería mover rápidamente a la acción.  Más bien, delante de ella se nos indica a pausar y contemplar.  Nos preguntamos: ¿Qué es nuestro destino como seguidores de Jesús si lo suyo era la cruz y la resurrección de entre los muertos?  ¿Podría ser otro que sufrir y tener la gloria como él?  En la segunda lectura San Pablo promete a los filipenses que Jesús transformará sus cuerpos gloriosos “semejante al suyo”.  Es nuestro propósito de la Cuaresma, ser transfigurados como Cristo por nuestros actos de sacrificio.

El domingo, 9 de marzo de 2025

I DOMINGO DE CUARESMA, 9 de marzo de 2025

(Deuteronomio 26:4-10; Romanos 10:8-13; Lucas 4:1-13)

Empezamos la Cuaresma el miércoles pasado con la recepción de las cenizas, el ayuno y la abstención de carne.  Pero parece a mí que esta semana lo comenzamos en serio.  La Cuaresma es más que el espectacular de un día para ponernos en el espíritu de humildad sino un tiempo extenso para alcanzarla.  La temporada propone que nos hagamos más dispuestos a amar a Dios con todo corazón.

Las lecturas de cada misa durante la Cuaresma se enfoquen usualmente en un aspecto del misterio pascual.  Hoy nos enfatizan la confianza en Dios.  Vamos a tratar la primera lectura rápidamente y dar más atención al evangelio.  Allá observaremos no solo el éxito de Jesús sobre los deseos distorsionados del corazón humano sino también su solidaridad con la humanidad.  Finalmente veremos cómo la lectura de la Carta a los Romanos señala la accesibilidad de la salvación al mundo entero.

La primera lectura del Libro de Deuteronomio brinda la frase llamativa: “’Mi padre fue un arameo itinerante…’” Refiere a Jacob, hijo de Isaac y nieto de Abrahán, que abandonó su tierra para ampararse en Egipto.  Sin tierra para protegerse de ambos hambre y enemigos los descendientes de Jacob vivían en precaria por siglos.  Sin embargo, Dios les bendijo de modo que creciera en una gran nación.  En tiempo Dios los liberó de la tiranía del Faraón y los estableció en la tierra de Canaán.

Tan grande que sean la libertad y la tierra, Dios eventualmente regaló a la nación Israelita un don mucho mayor.  Envió a su hijo unigénito para cumplir el destino de la nación de ser “luz a las naciones”, la fuente de la salvación del mundo.  En el evangelio Jesús llega al desierto “lleno del Espíritu Santo”, que recibió por su bautismo en el río Jordán.  Era acto gratuito de solidaridad con los humanos porque Jesús no necesitaba el bautismo desde que nunca había pecado.

Nuevamente como otros seres humanos Jesús sufre tentaciones maquinizadas por el diablo.  En preparación de su ministerio, Jesús enfrenta los grandes deseos del corazón humano.  Primero, debe vencer los anhelos sensuales representados por la tentación de quebrar su ayuno de cuarenta días.  Segundo, debe someter la ambición para el poder y la gloria en la oferta diabólica del señorío sobre los reinos del mundo.  Finalmente, Jesús tiene que dominar la voluntad humana de manipular a Dios por su propio beneficio.  En cada instante Jesús descarta la tentación con una frase de la Escritura.  Jesús se pruebe coherente de su enseñanza a través del evangelio que los humanos están en la tierra para servir al Señor Dios, no para ser servido.

La solidaridad de Jesús con los humanos aquí en el principio del evangelio seguirá hasta su fin.  En la cruz él mostrará su profundidad cuando padece la muerte como sacrificio del sin pecado por los pecadores.  Solo tal entrega del yo puede redimir a los humanos de hacer su propia voluntad más que la de Dios.  Por eso, Jesús puede decir con toda razón: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

En la segunda lectura de la Carta a los Romanos San Pablo nos asegura que ser incluidos de entre los redimidos por Jesucristo no sea reservado para pocos.  Solo tenemos que someternos a Cristo con un acto de la fe.  Preguntemos: “¿qué pasa con aquellos que nunca ha tenido la oportunidad de conocer a Cristo?”  El Vaticano II nos ha enseñado que todos que buscan la voluntad de Dios con un corazón sincero no serán abandonados.  No va a permitir que los no cristianos que hacen su voluntad perderse.  Pero, como todos, deben humillarse ante Dios.

 

El domingo, 2 de marzo de 2025

VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 2 de marzo de 2025

(Eclesiástico 27:5-8; I Corintios 15:54-58; Lucas 6: 39-45)

VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 2 de marzo de 2025

(Eclesiástico 27:5-8; I Corintios 15:54-58; Lucas 6: 39-45)

El evangelio hoy nos ayuda preparar para el gran retiro anual que la Iglesia ofrece.  Durante la Cuaresma nos ponemos en marcha a una vida espiritual más profunda.  Nuestra meta es ser más libre, más feliz, más inclinados a actuar como Jesús, nuestro compañero en el camino.  Como casi siempre es con los viajes, el peregrinaje cuaresmal procede mejor cuando está bien planificado.

El pasaje de evangelio sugiere el propósito del viaje cuaresmal cuando dice: “El discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro”.  Jesús está invitándonos a aprender de él.  Dijimos “retiro”, pero no es separarnos de nuestras actividades diarias.  Más bien, somos para vivir más conscientes de la presencia de Jesús en nuestras vidas.

Nos indica el evangelio dos áreas de la vida que casi siempre requieren mejoramiento.  Primero, nos urge que examinemos los defectos que nos impiden cumplir nuestras responsabilidades.  Son las “vigas” en la parábola de Jesús que distorsionan la vista de modo que no tratemos a nuestros prójimos con la justicia, a nuestros hijos con la sabiduría, y a todos con el amor apropiado. 

Algunos de estos defectos son individuales.  La codicia, por ejemplo, que es el deseo de acumular cosas, no afectan a todos. Otro defecto con alcance a muchos pero no a todos es la lujuria, el deseo de los placeres ilícitos de la carne.  Hay otras vigas individuales, pero se puede encontrar dos vigas en los ojos de casi todos: el orgullo y la pereza. 

Es difícil hablar del orgullo porque tiene sentido positivo.  No obstante, cuando consideramos el orgullo como la estima exagerada del yo o la fijación primera y ante todo en el yo, el orgullo se vuelve en vicio.  Este tipo de orgullo vale nuestra atención durante los cuarenta días.

La segunda viga que afecta a casi todos es la pereza en la vida espiritual. Muy pocos estos días procuran ser santos.  No es “cool”.   Sin embargo, si creemos en una vida después de la muerte y esperar disfrutarla, debemos hacer un esfuerzo continuo para complacer a Dios.

Las virtudes actúan como lavados para expulsar las vigas de nuestros ojos.  Por eso, promover la virtud es nuestro segundo enfoque durante la Cuaresma.  En el evangelio Jesús refiere a frutos buenos de árboles buenos.  Las virtudes nos hacen en árboles productivos.  Más que acciones repetidas, la virtud es la maestría sobre nuestras acciones de modo que produzcan resultados creativos y provechosos. Las virtudes son muchas, pero vamos a mencionar solo algunas particularmente útiles para quitar las vigas en nuestros ojos.

La fortaleza nos capacita de superar la pereza en faz de un reto.  Estudiantes necesitan la fortaleza durante la semana de examen, y también los santos en la lucha continua para rezar y hacer lo correcto.  La templanza modera los deseos para cosas materiales, sean sexo, alcohol, o mobiliarios para la casa.  Limita los apetitos de modo que no consintamos nuestros antojos. Finalmente, la virtud de la justicia nos dirige a dar a cada uno su deber. La justicia frustra el orgullo por reconocer a nuestras familias, amigos y maestros, la sociedad y Dios mismo como participantes en cualquier éxito que hemos logrado. 

La Cuaresma comienza este miércoles con la distribución de las cenizas.  Ahora es tiempo para nosotros, discípulos de Jesús, de identificar las vigas impidiendo nuestra vista de él y planear cómo eliminarlas.  Que Dios nos bendiga en el esfuerzo.


El domingo, 23 de febrero de 2025

VII Domingo del Tiempo Ordinario

(I Samuel 26:2.7-9.12-13.22-23; I Corintios 15:45-49; Lucas 6:27-38)

El evangelio hoy toca un tema político muy apremiante en los últimos años.  Leído con cuidado, ello puede dirigirnos a un mayor entendimiento de la situación de los inmigrantes y una política para disminuir la crisis.

Jesús está en medio de su “Sermón del Llano” en el Evangelio según San Lucas.  Es la contraparte del más famoso “Sermón del Monte” en el Evangelio de San Mateo.  De verdad, ninguno comprende un sermón completo.  Más bien, los dos son compilaciones de varios dichos de Jesús organizados alrededor de diferentes temas.  En San Mateo Jesús escoge el monte para entregar sus enseñanzas altas sobre la moralidad.  San Lucas reserva los montes para la oración y tiene a Jesús instruyendo las morales en un llano.

Oímos la primera parte del “Sermón del Llano” el domingo pasado.  Jesús anunció cuatro bienaventuranzas consolando a los oprimidos y cuatro “ay” advirtiendo a los opresores.  Ahora Jesús enfoque en el amor divino; eso es, el amor que no busca nada a cambio.  Se da de sí mismo simplemente para ayudar al otro.  Lo sorprendente es que Jesús requiere que sus discípulos practiquen este tipo de amor hacia sus enemigos tanto como sus amigos.

Los enemigos son no solo aquellos que nos dañarían sino también aquellos que amenazan nuestros intereses.  La gente en países ricos a menudo ve a los inmigrantes como enemigos que quieren aprovecharse de los recursos de su tierra adoptada sin contribuir proporcionalmente.  En Italia por muchos años los Roma, a menudo llamados “zincari” (la palabra italiano para “gitanos”), han atraído el oprobio del pueblo.  Se puede ver las mujeres Roma mendigando en lugares públicos con sus niños.  Entretanto, sus hombres tienen la reputación de ser carteristas y ladrones. Generalmente los italianos resienten a los Roma y quieren que sean deportados.  La ética que propone Jesús en el evangelio insta otra postura.  Llama a los discípulos que apoyen a los Roma.  Puede ser en ayuda directa o en contribuciones a las caridades que cuidan a los pobres.

Ahora mismo el mundo entero está enfocado en lo que el presidente de los Estados Unidos hará con los millones de inmigrantes indocumentados en América.  ¿Comenzará deportaciones masivas o limitará extradiciones a aquellos indocumentados que han cometidos crimines?  En este evangelio Jesús se dirige a individuos, no a gobiernos.  Sin embargo, se puede decir que deportar a millones de personas reflejaría una postura de desdén y odio, no de amor.

La segunda parte de la lectura tiene que ver con el tratamiento del prójimo eso es, un conocido que nos pudiera pedir un préstamo.  Según Jesús, deberíamos responder en favor de este tipo de persona, no reaccionar en su contra.  Realmente es la misma respuesta que debemos a los enemigos.  En lugar de preocuparnos por nuestros propios intereses, deberíamos actuar con los verdaderos intereses de las otras personas en cuenta.  En breve, como hijos de Dios, tenemos que tratar a todos como El que bendice a todos.

Sin duda el Evangelio de San Lucas tiene historias y retratos de Jesús exquisitos.  Escuchamos del Hijo Prodigo y del Jesús perdonando al “Buen Ladrón” solamente en este evangelio.  Pero la belleza de las imágenes que el evangelio nos deja no disminuye la vehemencia de las exigencias de Jesús en este evangelio.  De hecho, les aumenta su fuerza porque solo con el amor divino, un amor vehemente que no busca nada a cambio, vamos a hacernos algo realmente bello.  Solo con amor divino, nos vamos a hacer hijos e hijas de Dios.


TEMA PRINCIPAL: Hemos de tratar a todos, incluso a los inmigrantes indocumentados, con el amor divino.

El domingo, 16 de febrero de 2025

VI Domingo Ordinario

(Jeremías 17:5-8; I Corintios 15:12.16-20; Lucas 6:17.20-26

En lugar de reflexionar sobre el evangelio hoy, que examinemos la segunda lectura de la Primera Carta a los Corintios.  No solo vale la atención la carta, sino hoy trata de la cuestión más céntrica del cristianismo: la resurrección de entre los muertos. 

En el principio de la carta San Pablo escribe que había recibido en Éfeso a emisarios de la comunidad cristiana en Corinto.  Dice que ellos reportaron que la comunidad estaba dividida por varias cuestiones tanto de la fe como de las morales.  Porque fundó está comunidad, Pablo se considera a sí mismo como su padre y hará todo necesario paraque no se disuelva en pedazos.  Redacta la carta para corregir los errores de la comunidad y alentar su unidad.

La lectura hoy viene del término de la carta.  Pablo ha tratado varios temas como la unidad, la sexualidad, los dones espirituales, y la Eucaristía.  Ya queda la cuestión de la resurrección.  Algunos miembros de la comunidad han dicho que no hay la resurrección de entre los muertos.  Esta noticia ha disturbado profundamente a Pablo.  No significa solo un malentendido de la fe, sino su trivialización.  Como dice, “Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, es vana la fe de ustedes …”

Si la fe desaparece, desaparecen todas las ventajas que la fe conlleva.  No habría el Espíritu Santo ni la esperanza de la vida eterna.  Los cristianos no tendrían la ayuda para vivir rectamente.  Se harían como las demás gentes, esclavos a sus pasiones, descuidados de los otros, destinados a la corrupción.  Como dice Pablo, “Si los muertos no resucitan, 'comamos y bebamos, porque mañana moriremos'”.

Pero Pablo sabe que la realidad es cosa diferente.  Como ha delineado anteriormente en la carta, la resurrección de entre los muertos queda al núcleo de la enseñanza transmitida por los apóstoles.  No solo esto, sino también Cristo resucitado ha aparecido a él, así como a cientos de otros hombres y mujeres.  Estas apariciones implican su argumento principal para la resurrección de entre los muertos.  Es decir, la resurrección de Cristo, la primicia resucitada de entre los muertos, asegura que el resto de los cristianos, que componen su cuerpo, también resucitarán.  Como escribe: “… así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo”.

Pablo no escribe en la carta que los negadores de la resurrección de los cristianos no crean en la resurrección de Cristo.  Evidentemente ellos dicen que la resurrección de Cristo les ha proporcionado un espíritu de libertad de modo que puedan hacer cualquier cosa que les dé la gana.  Es como si alguien hoy en día, jactándose de ser “salvado”, se sintiera libre para explotar a los demás.   Sin embargo, Pablo en su carta tiene cuidado a decir que la gente solo está en el proceso de ser salvada.  Si no viven la fe, incluyendo las morales, no alcanzarán la salvación.

Hoy en día no falta gente que ha abandonado la fe en la resurrección.  Dan explicaciones científicas para justificar su posición.  Pero hacen el mismo error como fue cometido en el tiempo de San Pablo.  Sin la moderación de las pasiones, que la esperanza de la vida eterna exige, están inclinados a buscar un pretexto para justificar sus excesos.  Que no seamos descarriados por esta sofistería.  Sabemos que el orden natural no permite la resurrección.  Sin embargo, no estamos recurriendo al orden natural cuando hablamos de la resurrección de entre los muertos sino el sobrenatural.  Como Dios se hizo hombre, como Cristo crucificado redimió al mundo, como el Espíritu Santo ha guiado la Iglesia por dos mil años, así pasará la resurrección al final de los tiempos a aquellos que amen a Dios.  Nuestros cuerpos serán resucitados para vivir eternamente con nuestro todopoderoso Señor.



El domingo, 9 de febrero de 2025

 V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

(Isaías 6:1-3.3-8; I Corintios 15:1-11; Lucas 5:1-11)

Las lecturas hoy son bien conocidas y llenas del significado.  Tienen que ver con la experiencia religiosa.  Este fenómeno sobrecoge a la persona con la conciencia de estar en la presencia de Dios.  Confirma y profundiza su fe de modo que quiera compartirla con los demás.

Una vez un hombre contó la historia de su experiencia de Dios.  Dijo que su esposa acabó de recibir un informe médico que tenía cáncer.  El hombre sentía la tristeza y la preocupación cuando fue a su parroquia para cerrar la puerta como era su costumbre.  Adentro del edificio se paró para rezar por unos minutos.  Entonces se sintió un brazo a cruzar de sus hombros y escuchó las palabras: “No te preocupes; todo será bien”.  Se puso en paz, y de hecho su esposa recibió un tratamiento que superó su cáncer.

Experiencias religiosas no son tan raras como muchos piensan.  Aquellos que hacen un Cursillo de Cristiandad, un Camino de Emaús, u otro tipo de retiro envolviendo testimonios de fe y música emocionante a menudo sienten la presencia de Dios.  También la participación en un sacramento puede hacerse en una experiencia religiosa.  Un converso contó la historia de su confesión antes de ser recibido en la Iglesia Católica.  Dijo que fue acompañada por muchas lágrimas y el alivio de una gran carga.

Con estas reflexiones sobre la experiencia religiosa en cuenta que veamos las lecturas.  La primera se conoce como “el llamado de Isaías”. Cuenta de la experiencia del profeta en el Templo de Salomón unos sete cientos años antes de Cristo.  Estaba rezando cuando tuvo la visión de Dios Altísimo en su trono rodeado por el humo y el olor de incienso.  Los serafines atendiéndolo pusieron a gritar: “Santo es el Señor, Dios de los ejércitos”.  Isaías tembló de miedo porque se dio cuenta de que era pecador con labios impuros en la presencia de Dios.  Probablemente él había dicho mentiras o comido cosas prohibidas.  Entonces sintió sus labios siendo purificados por una brasa que le trajo un serafín. Y cuando el Señor buscó a un mensajero para revelar su voluntad al pueblo, el profeta se hizo voluntario. Proclamó: “Aquí estoy, Señor, envíame”. 

¿Es la segunda lectura la descripción de una experiencia religiosa?  Probablemente no.  Aunque san Pablo están contando de encuentros con el Señor, las experiencias son objetivas, no subjetivas como la visión de Isaías o el hombre sintiendo el brazo del Señor.  Experiencias religiosas son por naturaleza sentidas por el individuo o grupos pequeños sin modo de verificarlas con testigos o instrumentos científicos.                                                                                                                                                                                                                           

Pedro en el evangelio obviamente tiene una pesca enorme.  Se puede clasificar su experiencia como religiosa porque él infiere que la pesca fue causada por Dios.  Su fe en Jesús como santo crece a través la historia.  Comenzó cuando lo aceptó en su barca a predicar.  Creció de modo que Pedro lo llama “Maestro” cuando Jesús lo mandó a llevar la barca mar dentro.  Y fue confirmada a la pesca cuando se arroja a los pies de Jesús llamándolo “Señor”, que quiere decir “Dios” o, al menos, “Hijo de Dios”.  De este momento a su martirio, Pedro se dedica cien por ciento a Jesús (o.k., no cien por ciento cuando niega a Jesús después su arresto).

Parece que Dios permite experiencias religiosas para fortalecer nuestro compromiso de fe.  Muchos de nosotros serviríamos al Señor sin experimentar su presencia en un modo asombroso.  Sin embargo, con la experiencia religiosa somos más determinados para contar de su amor a los demás.  La experiencia nos suministra la convicción que nuestra vida es para vivirse haciendo más que satisfacer deseos personales.  Nos verifica que somos hijos e hijas de Dios destinados a la felicidad eterna.

 

TEMA: La experiencia religiosa profundiza y fortalece la fe para comprometerse a Dios.

El domingo, el 2 de febrero de 2025

LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

(Malaquías 3:1-4; Hebreos 2:14-18; Lucas 2:22-40)

En mi opinión la Presentación del Señor es fiesta no bastante apreciada.  Importa porque nos da ocasión de meditar una vez más en el significado de la Encarnación por destacar tres acciones significativas. Primera, sitúa a Jesús, el Hijo de Dios, en el Templo, el lugar apropiado para el encuentro entre Dios y los humanos.  Segunda, presenta a Jesús como la luz de las naciones, eso es el guía al mundo entero para la vida justa.  Y tercera, insinúa la muerte de Jesús para la salvación de todos.  No obstante, en varios países se pone más énfasis en la Memoria de San Blas, el día siguiente, que en la Presentación.  Qué tratemos de corregir esta negligencia ahora.  

La Familia Sagrada entra al Templo al cuarenta día después del nacimiento de Jesús.  El Libro de Levítico especifica que pase tanto tiempo antes de que se actúe el rito de la purificación a la madre.  El evangelio añade esta notita acerca de la purificación a su tema principal, la redención del niño Jesús.  Según el Libro de Éxodo hay que dedicar a todo primogénito varón a Dios y luego redimirlo. Por mostrar María y José cumpliendo los detalles de la Ley, el evangelista Lucas indica que Jesús fue criado un judío fiel y que el judaísmo es íntegro al significado de su vida. 

Un poeta una vez comentó que fue raro de Dios escoger a los judíos.  Puede haber sido raro, pero el hecho es que lo hizo con instrucciones que construyeran un Templo donde se pudieran hacer sacrificios para el perdón de pecados.  En este evangelio el Hijo de Dios entra el Templo para tomarlo posesión como suyo. En tiempo va a reemplazarlo con su propio cuerpo.  Entonces, se logrará el perdón de pecados por la participación en el sacrificio de su cuerpo y sangre en la cruz.  Por supuesto, por este propósito nos reunimos cada domingo para la misa.

En el Templo María y José encuentran al santo y justo Simeón.  Dice la lectura que él posee al Espíritu Santo, que verifica sus palabras.  Tomando al niño Jesús en sus brazos, él agradece al Señor por permitirlo vivir hasta que viera al Salvador.  Luego, hace una profecía de inmensa importancia.  En primer lugar, llama al niño la “luz que alumbra a las naciones”.  Quiere decir que Jesús es el cumplimiento de la promesa primero a Abrahán, entonces a todo Israel que uno de sus números enseñará al mundo entero los modos de Dios.  Como predijo el profeta Isaías, las naciones aprenderán "forjar sus espadas en azadones y sus lanzas en podaderas".

La segunda parte de la profecía de Simeón tiene que ver con su propio pueblo.  Dice que Jesús será la causa “para la ruina y resurgimiento de muchos en Israel”.  La luz hace posible distinguir los hechos buenos de los hechos malos.  Primero Israel y después el resto del mundo serán juzgados por medio de esta luz.  Aun la madre de Jesús no se excluye de este juicio.  Esto es un asunto fácilmente malentendido.  María merece la alabanza no porque amamantó a Jesús, sino porque era la primera en el evangelio para meditar sobre la palabra de Dios y ponerla en práctica.

Finalmente, la profecía de Simeón contiene una nota de presentimiento.  Dice que Jesús “provocará contradicción”.  Tiene en mente la oposición que encontrará Jesús cuando regresará al Templo como adulto.  Los líderes religiosos no podrán sufrir viéndolo conquistar las mentes y los corazones del pueblo.  Conspirarán con la autoridad romana para ponerlo a muerte.  Será el sacrificio que librará al pueblo de pecado como indica la mujer santa al final de la lectura.

Esperadamente podemos ya apreciar la Encarnación con más claridad.  Dios ha preparado la venida al mundo de su Hijo a través de la historia de Israel.  Cuando finalmente llega, se establece en el Templo como maestro de los modos de Dios al mundo.  Finalmente, el pueblo Israel y en tiempo al mundo entero se dividen en aquellos que lo aceptan por seguir sus enseñanzas y aquellos que lo rechazan hasta que planeen su muerte.  Los que las rechazan caerán en la ruina y los que las aceptan resurgirán a la gloria.


TEMA PRINCIPAL: LA FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR DA OPORTUNIDAD DE REFLEXIONAL UNA VEZ MÁS EN EL SIGNIFICADO DE LA ENCARNACIÒN. 

El domingo, 26 de enero de 2025

 

III DOMINGO “DURANTE EL AÑO”

(Nehemías 8:2-4.5-6.8-10; I Corintios 12:12-30; Lucas 1:1-4.4:14-21)

Hemos estado leyendo del Evangelio según San Lucas en los domingos por casi dos meses.  Ahora recibimos una introducción a la obra.  Viene en dos formas.  Primero, hay el prólogo que Lucas mismo escribió por sus lectores.  Segundo, Jesús revela el programa de su ministerio como un tipo de discurso de inauguración.  Reflexionando bien sobre estos pasajes sabremos mejor cómo entender la mayoría de las lecturas evangélicas dominicales hasta diciembre.

No sabemos nada con certeza del autor.  Nunca se identifica a sí mismo en esta obra ni en los Hechos de los Apóstoles que escribió como una secuela.  Lo llamamos “Lucas” por referencias al evangelio en el final del segundo siglo.  Realmente no importa su nombre.  Lo que nos importa es que en el prólogo el evangelista explica su motivo para escribir el evangelio y sus métodos de hacerlo. 

Evidentemente, había muchos dichos de Jesús, historias de sus obras, aun relatos de su vida cuando Lucas preparaba el evangelio.  Sin embargo, nada era realmente completa y bien expresada.  Por eso, dice en el prólogo que quiere producir un relato ordenado de la vida de Jesús desde el anuncio de su venida hasta el regreso al Padre en el cielo.

Lucas llama a su lector “Teófilo”, pero tampoco se sabe quién sea esto.  De verdad, puede ser todas personas de buena voluntad desde que el nombre griego significa “amante de Dios”.  Sea por él o por ellos, Lucas escribe que ha investigado los documentos relevantes y ha conducido entrevistas con testigos oculares para producir su historia.

Encontramos a Jesús en el evangelio hoy en Galilea, el territorio de su crianza.  Está allí no simplemente por su propia voluntad sino “impulsado por el Espíritu Santo.”  Lucas hace hincapié en el Espíritu Santo tanto en los Hechos de los Apóstoles como en el evangelio.  Lo describe como el animador de mucha de la acción.  En Galilea, según el pasaje, Jesús ha tenido gran éxito como maestro. 

Lucas sigue con el relato de lo que pasa cuando Jesús llega a Nazaret.  Es sábado, y como todos los judíos observantes Jesús va a la sinagoga.  Allí se le pasa un rollo de Escritura como se haría a cualquier maestro al tiempo.  Entonces Jesús escoge y lee del Libro del Profeta Isaías.  Son las primeras palabras que pronuncia como un adulto en el evangelio. 

La lectura proclama que el profeta ha sido ungido por el Espíritu Santo.  Esto no es reclamo de poca importancia.  Está atestiguando que él es el Mesías de Dios bien esperado que traerá gloria a Israel mientras ilumina a las naciones con los modos del Señor.  Comisionado por el Espíritu, tiene el mandato para anunciar buenas noticias a los pobres, dar vista a los ciegos y libertad a los cautivos, y proclamar un año de gracia al mundo.  Se puede interpretar esta agenda para nuestro tiempo como lo siguiente.  El ungido levantará las esperanzas de aquellos que son privados de recursos materiales.  Además, abrirá los ojos de aquellos que no ven a Dios como su Padre ni a otras personas como sus hermanos y hermanas.  También, liberará a los cautivos de drogas, alcohol, sexo y otros amigos falsos.  Finalmente, pero también importante, contará al mundo entero del favor de Dios hacia ellos.

Una vez que termina la lectura, Jesús habla por su propia cuenta palabras reveladoras.  Dice: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje …” Está declarando dos cosas de inmensa importancia.  Primero, se identifica a sí mismo como el Mesías por fin llegado para cumplir las esperanzas de los pobres y los debilitados.  Segundo, lo hará “hoy”, no mañana ni ayer sino “hoy”.  Hombres y mujeres de buena voluntad deben incorporarse para escuchar bien.  El rey ha venido no para oprimirlos sino para dar cumplimiento a sus deseos más nobles.  Ya tienen que hacer, como María dijo en el evangelio del domingo pasado, “lo que él les diga”.

El domingo, 19 de enero de 2025

II DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 62:1-5; I Corintios 12:4-11; Juan 2:1-11)

El evangelio hoy es conocido, apreciado y singular. No tenemos ninguna otra historia de Jesús asistiendo en bodas, mucho menos con sus discípulos y su madre.  Está dado a diferentes interpretaciones.  Algunos la entienden como enfocada en María como la grande intercesora por todas nuestras necesidades.  Otros la ven como testimonio de Jesús como persona regular que disfruta fiestas.  Aún otros se aprovechan de la historia para explorar las dimensiones religiosas del matrimonio. 

Quisiera proponer otra manera de leer este evangelio.  Tiene que ver con el matrimonio, pero no en el sentido de instrucciones para los casados.  Más bien, trata del matrimonio entre Dios y su pueblo o, para nosotros, la unión entre Cristo y la Iglesia.  Parece ser la interpretación que prefiere la Iglesia cuando lo une con la lectura del profeta Isaías.

La primera lectura proviene de la tercera parte del Libro del profeta.  El contexto de la lectura es Jerusalén poco después del retorno de sus exiliados de Babilonia. Han experimentado el trauma más grave de su historia hasta la fecha.  La ciudad entera había sido devastada junto con la destrucción del Templo.  Miles personas fueron matados y otros miles deportados.  Parecía al tiempo que Dios había abandonado a su pueblo para siempre.  Pero el profeta rechaza esa conclusión.  Dice que el Señor ama a su pueblo y ahora, purificado por el sufrimiento, promete a desposarse con él para siempre.  Asegura a sus lectores que una vez más Israel brillará con la justicia y manifestará la salvación.

El Evangelio de Juan presenta el cumplimiento de esta promesa.  Convenientemente tiene lugar en el contexto de unas bodas.  Jesús está allí junto con sus discípulos y su madre.  Se puede decir que María sirve como casamentera presentando a Jesús a la gente.  Aunque el momento para mostrar la plenitud de su amor para el pueblo todavía no ha llegado, Jesús les da ahora una pista de este amor.  Convierte las seis tinajas de agua en vino de modo que todos sean no solo satisfechos con su espíritu sino maravillados de su calidad. 

Para entender el significado de la historia, tenemos que ser conscientes del simbolismo que lleva.  La falta de vino es una manera de decir que la relación entre Dios y su pueblo carece de vitalidad.  El judaísmo se ha puesto formalista con muchas reglas, pero poca santidad. Las tinajas de agua, que se usaba para los ritos de purificación, representan la magra eficaz de la ley.  Para rectificar la situación, Dios ha enviado a su Hijo al mundo.  El agua convertida en vino tiene dos referencias.  En un lado, representa la transformación de vaciedad al gozo que experimenta el pueblo con la presencia de Dios en su medio.  En otro lado, el vino simboliza la sangre de Jesús que va a ser derramada para la salvación de todos. 

En nuestro tiempo muchos nosotros sentimos perplejos por los cambios que nos afectan con intensidad creciente.  Los mayores lamentan la pérdida de virtudes como la humildad, la castidad, y la religiosidad misma.  Los jóvenes se angustian sobre cuestiones básicas como perseguir una carrera o tener una familia.   Los adultos se preocupan de que sus recursos sean suficientes para satisfacer sus esperanzas y deseos.  ¿Cómo vamos a proceder adelante?

La respuesta que ofrece el evangelio es aferrar firmemente a Jesús.  Como las últimas palabras dicen que “sus discípulos creyeron en él”, no deberíamos retirar nuestra confianza.  Por la participación en la Eucaristía, la práctica de valores cristianos, y la colaboración con la comunidad podemos navegar nuestras vidas a la serenidad que anhelan.  El que cambió el agua al vino va a transformar nuestras ansiedades en la paz.

El domingo, 12 de enero de 2025

 LA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

(Isaías 42:1-4.6-7; Hechos 10:34-38; Lucas 3:15-16.21-22)

Hay diferentes opciones para la primer y la segunda lectura de la misa hoy.  Los que hemos escuchado recalcan el tema de la misión.  Junto con el evangelio, nos dan un sentido de la misión que Jesús ha llevado en el mundo.

La primera lectura proviene del primer Canto del Siervo encontrado en el Libro del Profeta Isaías.  Leemos los cuatro Cantos del Siervo durante la Semana Santa porque el siervo anónimo prefigura al Cristo doliente.  El primer canto indica que el siervo será una "luz a las naciones" por demostrar la justicia de Dios.  Su misión para hacer el bien por todos sin lastimar a nadie brindará la paz al mundo.

El evangelio hoy hace hincapié en la presencia del Espíritu Santo a Jesús después su bautismo.  Ya tiene los medios para cumplir la profecía que Simeón hizo en el Templo: que Jesús es “luz de las naciones”.  Por la mayor parte, pero no completamente, la misión de Jesús será limitado a los judíos.  Sin embargo, sus discípulos llevarán su Espíritu a todas partes del mundo.

Los Hechos de los Apóstoles cuentan del comienzo de la acción misionera al mundo de parte de los cristianos.  La lectura de los Hechos hoy muestra a Pedro predicando a Cornelio, un no judío, en Cesarea al norte de Israel.  Impulsado por el Espíritu Santo, Pedro ha dejado a Jerusalén para comenzar la misión a los griegos.  Su mensaje es la paz entre las naciones por medio de Jesucristo que murió por todos.

Somos bautizados en el mismo Espíritu que Jesús dejó a sus discípulos.  Debemos preguntar: ¿Qué es nuestra misión?  ¿A quiénes hemos sido enviados? Ciertamente, no somos bautizados simplemente para que alcancemos la vida eterna.  Pues, es precisamente en cumplir la misión de Jesús que merecemos ver el Reino de Dios. 

En primer lugar, estamos enviados a nuestras familias y comunidades para enseñarles la justicia.  Las madres que cuentan a sus hijos que siempre hagan la cosa justa, que no importa lo que hagan los demás, están cumpliendo la misión de Jesús.  Por supuesto, nuestros consejos se probarán vacíos si no demostramos la justicia en cada una de nuestras acciones, aun aquellas no vistas por nadie.  En la película destacando la vida de Santo Tomás Moro, el protagonista dice a un joven ambicioso que podría ser un maestro excelente.  Desilusionado con el consejo, el joven responde a Moro: “¿Y quién se dará cuenta de mi servicio?”  El santo le replica: “Tus estudiantes, tú mismo, y Dios: no es mala audiencia”.  A propósito, Moro siempre hizo lo justo hasta aceptar el martirio por no asentir a una ley declarando el rey como jefe de la Iglesia en Inglaterra.

Es muy posible que nunca tengamos la oportunidad de ser misioneros al extranjero como San Pablo.  Pero esto no quiere decir que no tengamos una misión.  Viviendo la justicia y enseñando a los demás cómo hacerlo constituyen una misión necesaria como es ir a la África para evangelizar.  Cristo nos ha impartido el Espíritu Santo para que la cumplamos bien.